Familiares y compañeros de los 12 de la Santa Cruz, como se conoce a los militantes que se reunían en esa iglesia porteña y que fueron secuestrados y asesinados hace 43 años por un grupo de tareas de la ESMA, les rindieron ayer un homenaje virtual del que participaron Madres y Abuelas de Plaza de Mayo. “Es muy importante tener memoria para que nunca más se repita la tragedia”, destacó el presidente Alberto Fernández desde un video. La agrupación distinguió a Evo Morales como primer presidente del Estado Plurinacional de Bolivia, al ministro de Ciencia y Tecnología Roberto Salvarezza y al fallecido padre pasionista Bernardo Hughes, que abrió las puertas de esa iglesia a quienes se organizaban para reclamar por sus seres queridos.
Con la consigna "Volvimos con democracia para siempre y derechos para todos y todas. A 43 años del secuestro de los 12, ellas volvieron con el mar, las Madres a la Plaza y la verdad hace su historia. Memoria y Justicia presente y futura”, abrió el encuentro Lucía Medina, cuñada de Patricia Oviedo, una de las víctimas de la Armada. Mabel Careaga, hija de Esther Ballestrino de Careaga, una de las fundadoras de Madres, resumió los operativos, la plata que juntaron para la solicitada que publicarían en La Nación, el cautiverio y el "traslado" el 14 de diciembre de 1977 que quedó documentado en los registros de Prefectura. Cecilia de Vicenti, hija de Azucena Villaflor de De Vicenti, también fundadora de Madres, recordó que “el mar trajo casi de inmediato los cuerpos” y recordó que hace quince años el Equipo Argentino de Antropología Forense logró identificar tanto a su madre como a Carega, a Mary Ponce de Bianco, Ángela Aguad y la monja francesa Léonie Duquet. “Los pañuelos blancos derrotaron a los fusiles de la dictadura”, afirmó.
Hubo un aplauso para Abuelas, Madres, sobrevivientes y querellantes fallecidos el último año, incluido uno “muy especial para Nair Amuedo, que viajaba todos los años desde Córdoba”. Luego llegó el mensaje del Presidente: “Todas por todas y todas por nuestros hijos”, citó a Azucena y la elogió por su lucha y “esa consigna maravillosa". “Esa lucha colectiva aún persiste porque aún hoy necesitamos tener memoria, conocer la verdad y reclamar justicia”, apuntó Fernández. Consideró que “en justicia y verdad hemos avanzado” pero “es muy importante tener memoria para que nunca más se repita la tragedia”.
Al saludo del secretario de Derechos Humanos, Horacio Pietragalla, le siguió el de la embajadora francesa Claudia Scherer-Effosse, quien recordó que existe en París una calle para homenajear a las monjas Duquet y Alice Domon y un jardín para celebrar la lucha de las Madres y Abuelas. Haydeé Gastelú, presidenta de Madres, recordó la enseñanza de Esther Ballestrino: “Juntas vamos a poder hacer algo; separadas, jamás nada”. Enriqueta Maroni destacó que “esta iglesia nos abrió las puertas” y consideró que “este 8 de diciembre es especial porque se cumplen 15 años de la recuperación de nuestras queridas compañeras, ejemplo de coraje en los peores tiempos de oscuridad”.
Lita Boitano, de Familiares, recordó también a Careaga. “Una de las poquísimas alegrías de esos años fue la liberación de Ana María (Careaga), la nena. Pudo mandarla a Suecia con sus hermanas y cuando tenía sus hijas allí dijo ‘ahora estoy libre, me quedo acá para luchar por todos los desaparecidos y por los presos políticos”. Alba Lanzilloto, de Abuelas, reflexionó: “el mar las había devuelto a algunas de ellas para que demostraran ese crimen horrible que cometieron los militares de tirar a la gente viva al río”.
La Abuela Dalia Giovanola relató sus recuerdos del operativo del que fue testigo. “Estábamos con otra abuela, salíamos de la iglesia y lo vemos a Astiz en el cordón de la vereda, en la calle, frente a la escalinata. Pasamos corriendo y le dijimos ‘rajá, rajá que te van a llevar’. Seguíamos cuidándolo con toda inocencia”, recordó. “Los afectos no son virtuales, los sentimientos y las ideas tampoco, así que aprovechemos la posibilidad de seguir con estos encuentros”, planteó Vera Jarach, de Madres, tras reflexionar sobre el pasado pero también sobre “los peligros” que implica al constante resurgir de “la derecha, los negacionistas, los que buscan chivos emisarios”.
Careaga fundamentó la distinción para Evo por sus logros al frente de Bolivia y le explicó que el acrílico del pañuelo de Madres con el logo de los 12 de la Santa Cruz “es símbolo de lucha, de dignidad y de la reserva moral de las Madres”. Evo habló emocionado, dijo que era “un honor y un orgullo” el premio, agradeció “al gobierno de Alberto y Cristina que me salvaron la vida” y también la solidaridad de “mis hermanos de Argentina”. Se detuvo para advertir que “hasta último momento el imperio norteamericano” hizo gestiones para frustrar la elección en Bolivia, relató frases de jefes militares intentando desacreditar al MAS y elogió las respuestas de los subordinados, producto en gran medida de “los apellidos indígenas” que se sumaron a las fuerzas durante sus mandatos. “Somos un pueblo antimperialista”, destacó, y no logró contener las lágrimas al agradecer la distinción.
Salvarezza agradeció la distinción “en nombre de todos aquellos científicos e investigadores, becarios, muchos muy jóvenes, que en estos meses trabajaron silenciosamente en sus laboratorios, días, noches, feriados, haciendo todo lo posible para que los argentinos pudiéramos disponer de los distintos elementos que hay en nuestros hospitales”.
El último reconocimiento, post mortem, fue para el Padre Bernardo. “Fue realmente un pasionista y siendo párroco de la Santa Cruz le abrió las puertas a las Madres para que pudieran reunirse, para los militantes populares en los años duros de la dictadura”, lo recordaron. Citaron al sacerdote durante el acto por la identificación de las mujeres hasta entonces desaparecidas, cuando denunció que "esta verdad que los familiares nos llevó 28 años conocer estaba en posesión de la Marina, de las Fuerzas Armadas y de la Iglesia, que a través de los capellanes de la ESMA consolaba a los marinos cuando volvían de los vuelos, diciendo que habían brindado a los detenidos una muerte cristiana y sin sufrimiento”.