Juego perverso              6 puntos

Braid; EE.UU., 2018.

Dirección y guion: Mitzi Peirone.

Duración: 82 minutos.

Intérpretes: Madeline Brewer, Imogen Waterhouse, Sarah Hay, Scott Cohen , Clyde Baldo.

Estreno: en Cinemark-Hoyts online.

Lo primero que debe decirse de Braid, ópera prima de la italiana (instalada en Nueva York) Mitzi Peirone, es que, a pesar de la carnada de su primera escena, no se trata de un subproducto tarantinesco. Tampoco es una típica película de terrores convencionales, más allá del derivativo título en español. Pretensiones no le faltan a Juego perverso, aunque siempre están cruzadas con la posibilidad de la ironía, de lo sanguinolento como terreno lúdico. Al cuerpo enterrado en medio de un descampado que abre el juego in medias res –y del cual se conocerá su identidad recién una hora y algo más tarde– le sigue la corrida de dos de las protagonistas, Petula y Tilda, perseguidas por la policía luego de descubrir su escondite (las chicas andan en la venta de drogas duras, nada menos). Un viaje en tren las pone en ruta hacia una visita a una amiga de la infancia, Daphne, joven adinerada y excéntrica cuya caja fuerte puede ayudarlas a resolver el problema con el proveedor mayorista de las sustancias perdidas.

Al cruzar el umbral de la mansión, Daphne se transforma automáticamente en la Madre, al tiempo que Tilda y Petula pasan a actuar de la Hija y el Doctor, respectivamente. El mismo juego de roles que solían practicar en la infancia, sentadas en la casita del árbol, vuelve a ponerse en escena para la dueña de casa, cuyo evidente desequilibrio mental no ha hecho más que empeorar con el correr de los años. Ese es el punto de partida de esta particular relectura del horror gótico, con más de un guiño visual a la estilización rococó del giallo clásico, aunque aquí los rojos y amarillos profundos son reemplazados por rosas y violetas apastelados. Como en esa escena en la cual el consumo de drogas alucinógenas transforma los planos en un despliegue de colores imposibles, casi de otro planeta. ¿Quién tiene la sartén por el mango en ese triángulo mortal? Difícil saberlo en un primer momento: como en un juego de gatos y ratones, la mesa se da vuelta continuamente.

Fiel a la tradición que Juego perverso intenta aggiornar, afloran algunos secretos del pasado remoto, mientras un sabueso de la policía local comienza a intuir que algo raro está ocurriendo dentro de los muros de la mansión. Es posible que las vueltas de tuerca del final dejen al espectador algo mareado y cansado de las pistas falsas. Lo mismo puede afirmarse de cierta tendencia a ostentar los cambios de vestuario y peinado como si se tratara de un desfile de modas (casualmente o no, Peirone tiene un pasado y un presente como modelo). Pero el viaje que propone la realizadora no deja de tener su gracia visual y rítmica, además de ofrecer una vivisección de la amistad femenina alejada por completo de los ideales de la sororidad.