“Creo que en los 12 años que tiene el grupo, es la primera vez que no salimos de gira”, rememora Vito Venturini. Su pinta puede llevar a pensar en una banda de rock o punk. Pero El Cachivache es una banda de tango y son tremendamente populares en las pistas milongueras de todo el mundo, entre otros (varios) motivos porque justamente llevan más de una década renovando la imagen del género. Además, son una de esas orquestas “puente”, que consiguen atraer el interés tanto de quienes buscan nuevos aires en el tango, como de quienes prefieren bailar anclados en lo tradicional.

Por eso rara vez pasan menos de tres meses en giras internacionales, sobre todo por Europa y Asia (este año tenían planeado ir por esos rumbos en abril y septiembre pero, claro, pasaron cosas). “La ruta, la camioneta, los aviones, los trenes y el multidestino siempre definieron a esta banda”, reflexiona el guitarrista y director del grupo, que se completa con Adriano de Vita en bandoneón, Pacha Mendes en bajos y la reciente incorporación de Achi Deuz en teclados y producción, relevando a Pablo Montanelli, que se lanzó a una carrera solista.

La música, anticuerpo en tiempos extraños

Pese al parate pandémico, los Cachivache no se quedaron quietos. A falta de un disco, lanzaron dos (Tiempos Extraños y Anticuerpos), una carrada de videoclips, y ahora tienen dos fechas por delante. La primera, presencial, será el viernes en la Manzana de las Luces (Perú 294), junto al dúo Laborde-Kvitko, la exhibición de Hugo Mastrolorenzo y Agustina Vignau, y las bandejas de Fer Bietti. Pero ojo, acorde a los tiempos que corren, la entrada es con reserva, y la capacidad, limitadísima: 100 personas.

El plato pulenta será el sábado, con un show por streaming, donde también los acompañarán bailarines de tango y danza contemporánea, además de malabaristas y el rapero Super J, invitado en Anticuerpos. “Increíblemente, fue un año muy productivo”, reconoce Venturini.

La incorporación de Achi, destacan, renovó las energías del grupo y su doble rol como productor ayudó también a explorar nuevos caminos. Si bien Tiempos Extraños recorre la estética habitual del grupo, en Anticuerpos apostaron por primera vez por el tango electrónico, y cruzaron en un tema tango y trap. “Lo del tango electrónico fue una aventura, le teníamos ganas hace rato y no lo podíamos encarar porque las giras no dejan lugar a producir algo que exige tanto”, cuenta el guitarrista.

“Siempre coqueteamos con otros estilos: la guitarra eléctrica, la distorsión, los temas propios, los arreglos originales, y en este caso con la electrónica", explica. "Incluso hay un tema de R.E.M. y tampoco es que tiene un arreglo tanguero: está el bandoneón, hay un sabor a tango, pero es una banda tocando un tema que le gusta. Y el tango-trap entra en eso también, tender puentes entre estilos, entre tribus urbanas, y en tocar con libertad las cosas que nos gustan”.

Para Adriano de Vita, parte de la clave pasa porque su propuesta es “genuina”. Así van venciendo reticencias a un lado y otro del mostrador. “Por increíble que parezca, hasta no hace mucho, música y danza eran mundos separados en el tango”, señala Venturini. Para De Vita, el problema pasa porque “una carácterística del tango es la de acostumbrarse a ciertas ideas, a catalogar, a nombrar y etiquetar, a hacerse siempre un corpus de imágenes y sonidos”.

Ese cuerpo de temas, esos tangos tradicionales tan famosos e icónicos son una oportunidad, pero también un obstáculo para quienes quieren apostar por cosas nuevas. “La manera de encontrarnos con el mundo de la milonga y poder tocar nuestras composiciones, fue golpeando esos prejuicios: que la música nueva no se puede bailar y que no hay que tocar más que los clásicos. Cuando uno lo hace genuino, la recepción del público es genuina. Nosotros no cambiamos al tocar un clásico o una nueva composición propia. Lo que toquemos tiene nuestro sonido. Nos lo permite el no ponernos barreras”, considera el bandoneonista.

Otra clave, esboza Venturini, es la frondosa producción audiovisual del grupo, que desde 2013 ofrece videoclips. “Venimos de una generación que mamó más del rock que del tango y en nuestros inicios como músicos éramos más rockeros, pero después el resurgir del tango nos llevó puestos”, recuerda el guitarrista. “Nos pasa algo muy lindo con los videoclips, que es tender un puente entre músicos y bailarines que parece natural, pero hasta hace unos años no era así. Durante la cuarentena sacamos los discos y recibimos mensajes de bailarines de todo el mundo diciendo ‘quiero bailar esto, hagamos un video’. Es un orgullo que los bailarines le den bola a la nueva producción y que además la quieran mostrar. Más que nosotros, fueron ellos quienes produjeron material audiovisual para el grupo”.