Desde chico, Bruce Springsteen se acostumbró a la muerte. Y es que los velorios para su familia de ascendencia ítalo-irlandesa eran auténticos eventos sociales. Su madre Adele lo agarraba de la mano y él sabía qué tenía que hacer: acercarse al ataúd, arrodillarse y mirar la muerte a los ojos por un segundo. “Luego volvía casa con la sensación de un logro que a la vez, me llenaba de terror”, evoca en A Letter To You, el documental que acompaña el lanzamiento del disco del mismo nombre.
Las cosas han cambiado desde entonces y ahora, a los 71 años, El Jefe indaga el paso del tiempo y su propia finitud. Pero si las doce canciones de A Letter To You sitúan este álbum entre los mejores de su carrera, no es tanto por el qué sino por el cómo. Por un lado, el retorno de la E Street Band grabando en el mismo momento y lugar (algo que no ocurría desde aquel lejano y glorioso Born in the USA de mitad de los ochenta) le otorga al disco un sonido orgánico, rudo y lustroso a la vez, como un instrumento noble. Por el otro, algunas canciones fueron desempolvadas tras casi cincuenta años y sin embargo, suenan con la vitalidad de lo recién creado. La potencia de A Letter To You radica, entonces, en el diálogo experimentado que tiene un músico con su propia obra. El gran logro de Springsteen es situar este disco en una nueva zona temporal: la que él mismo ha creado.
En mayo de 2019, el músico supo que tenía un puñado de nuevas canciones para la E Street Band. Y en noviembre, los músicos se juntaron a grabarlas: el detalle es que aún no las conocían. “Caballeros, traigan sus cuadernos”, dijo Springsteen en el estudio de su casa en Nueva Jersey. Y a continuación empezó a mostrar los temas acompañado de una guitarra que un fan italiano le obsequió después de asistir a su unipersonal Springsteen on Broadway. “Este es el primer disco que hago donde el tema es la música en sí”, afirmó en una entrevista con The New York Times. “Se trata de música popular. Se trata de estar en una banda de rock a lo largo del tiempo. Y también es una conversación directa entre mis fans y yo, a un nivel que, creo, han estado esperando por años”.
Para Ron Aniello, productor del disco, el hecho de que la E Street Band a pleno estuviera en estas sesiones, le permitió a Springsteen “desarrollar los arreglos sobre la música como un caudal en lugar de construir las pistas de a un instrumento por vez”. “Con una banda en vivo, escuchás la canción como manifestación inmediata. Básicamente, se trató de un enfoque clásico, más old school”, le comentó a Radar a través de un intercambio vía mail.
Springsteen es parte de esa rara estirpe de músicos que se han mantenido en la cima de la popularidad mundial durante seis décadas. Sin embargo, el riesgo y la experimentación, lejos de ser excéntricos, siguen siendo sus reglas de juego. Si en su autobiografía Born To Run habló sin tapujos de sus estados depresivos y en Western Stars, su álbum anterior, deslizó una carta de amor a su mujer, Patti Scialfa, en medio de historias de cowboys, ahora dialoga frontalmente con la muerte. Pero el disco número 20 de su carrera no es exactamente triste. En todo caso, apenas tiene esa gota bitter-sweet allá al fondo, algo tan característico de El Jefe como sus jeans ajustados y sus recitales maratónicos.
A Letter To You se abre con “One Minute You're Here”, en la que evoca aquellos instantes donde los fantasmas llegan a visitarlo. En esa canción construye un clima de intimidad profunda, como si les propusiera no huir tan rápido. Es entonces cuando los homenajea con la vitalísima “Ghosts”, donde evoca los días iniciáticos con The Castiles, la banda que según sus propias palabras, lo puso en la ruta para siempre.
Estas canciones –el corazón conceptual del disco– aparecieron luego de que Springsteen despidiera a su amigo George Theiss, víctima de un cáncer terminal. Ahora él es el único integrante vivo de The Castiles, como admite en “Last Man Standing”. Tampoco es casual que El Jefe no hubiera escrito canciones para la E Street desde la muerte del saxofonista Clarence Clemons en 2011: gran parte del sonido de la banda se apoyaba en las espaldas gigantes de Big Man. “Juntos contábamos una historia que trascendía mi música y mis canciones”, confesó en su libro autobiográfico. Además, unos años antes, en 2007, también había fallecido el tecladista original de la banda, Danny Federici.
Si bien la mayoría fueron compuestas en los últimos tiempos, hay otras tres que estuvieron guardadas desde los setenta, mientras Greetings from Asbury Park comenzaba a ubicar a un jovencísimo Springsteen allí donde quería estar: en el ojo del huracán. A tal punto que, según recuerda en el nuevo documental, Bob Dylan le recomendó que se calmara y fuera más sobrio a la hora de escribir “porque iba a gastar todas las palabras del inglés”. Y sí, es un desafío vocal colocar los fraseos de esas historias caudalosas de seis minutos sobre chicas que quieren escapar del acoso (“Janie Needs A Shooter” es quizás el mejor tema del álbum) o de mesías justicieros llegados del oeste.
Es en esa canción de los mesías, llamada “If I Was A Priest”, donde Springsteen le pide al tecladista Charles Giordano “más cajita de música”. Así, la banda recupera su sonido original, que multiplica solos de saxo con la impronta Clemons a través del sobrino de Clarence, Jake, y guitarras que exudan aquel espíritu áspero del rock preservado por Stevie Van Zandt, su virtuoso compañero de ruta desde la adolescencia. Aniello apunta: “Aceptamos que cuanto más espacio hagas para que hablen la banda y las canciones, mejores serán los discos. Bruce estaba muy concentrado además en su desempeño. Pensamos que haría más grabaciones después de que la banda se hubiera ido, pero le tomó unos pocos pases vocales advertir que el disco quería ser así, crudo. Es decir, tener la forma en que suena en vivo la E Street Band”.
La imagen de la roca eterna de la que habló el profeta Isaías (no es nuevo que El Jefe apela a imaginerías bíblicas; de hecho, una de sus flamantes canciones se llama “El poder de la plegaria”) es redefinida aquí en clave de rock and roll. “La roca eterna me lleva a un lugar alto, fuerte y ruidoso en el corazón de la multitud”, canta. El único hombre que queda en pie vuelve de esa epifanía con un puñado de nuevos clásicos. Es su ofrenda para los que se fueron y su manera de mirar a los ojos a los que vendrán.