El economista Miguel Ángel Broda señaló al déficit fiscal financiado por el Tesoro como “el principal problema de la economía”. Indicó que un déficit fiscal como el votado en el Presupuesto 2021 implica que se “va a descontrolar” la inflación, por lo que habría que reducirlo a la mitad para “mantenerla” en torno al 50 por ciento. 

Luego señaló a la “dirigencia política, que es un populismo que descarta toda evidencia científica" y "las ideas del populismo heterodoxo" que nos gobierna, como el escollo para reducir el déficit fiscal en un año electoral. 

La incertidumbre sobre si “el ministro Guzmán podrá condicionar al gobierno bicéfalo” sería la causante del elevado riesgo país y generaría desconfianza en el FMI que ve la propuesta argentina como generadora de más inflación menos crecimiento.

Es interesante que en la misma nota Broda indica que este año la “tasa de expansión monetaria” creció al 80-85 por ciento con una inflación del 37 por ciento. Esta disparidad entre niveles de emisión monetaria y evolución de los precios no puso en duda su fe monetarista. Por el contrario, lo atribuyó a que veníamos de niveles bajos de monetización y señaló que “la historia muestra” que la tasa de inflación terminará convergiendo a la de emisión. 

Pero es justamente la historia reciente la que muestra lo contrario. El plan de emisión cero impulsado bajo el acuerdo de Macri con el FMI terminó en una crisis productiva, cesación de pagos de deudas, saltos en el riesgo país y un desborde inflacionario. 

¿Por qué volver a un programa similar sería la clave para reducir la inflación, bajar el riesgo país, generar crecimiento y confianza en el FMI? ¿Acaso no son Broda y los burócratas del FMI los que descartan toda “evidencia científica” y se aferran a un programa ortodoxo que ha fracasado cada vez que se lo intentó implementar?

La falta de rigor científico de los economistas ortodoxos al estilo Broda, con análisis sesgados por posicionamientos ideológicos y políticos conservadores, los lleva a realizar pronósticos que fallan de manera sistemática. Aún así, mantienen su clientela y su circulación mediática no por brindar un asesoramiento adecuado, sino por afinidad ideológica con gran parte del establishment que les paga para que digan lo que quieren escuchar. 

Surge así, esa rara especie social del economista ortodoxo que repite la necesidad de ajustar el gasto y la emisión en nombre de una inflación que rehuye a sus pronósticos.

Broda también apela a empoderar un técnico por sobre los políticos que son, a rigor de verdad, quienes lo contrataron. Así Guzmán debería “condicionar” al gobierno “bicéfalo”. Un artilugio que busca invertir los valores de la democracia condicionando un poder político validado en las urnas al hipotético saber de un técnico. Una vieja artimaña del neoliberalismo bendecida por políticos que gustan descargar en sus ministros de Economía el papel del malo. 

Ya Néstor Kirchner había derribado esa táctica cuando se proclamó su propio ministro de Economía. Desde entonces, quienes tienen pocos votos pero mucho lobby no detienen la campaña para intentar reconstruirla.

@AndresAsiain