Richard Corben tenía 80 años y debía operarse del corazón. El historietista estadounidense, figura de culto de la década del ‘60 y ’70 y nombre fundamental del cómic de terror, no aguantó el postoperatorio, informó ayer su familia, varios días después de su muerte. Corben falleció el pasado 2 de diciembre y su hija Dona reveló ahora la noticia en las redes sociales del estudio que aún mantenía su padre.
Corben fue una figura central de la historieta contracultural o under de la década del ’60 y ’70, sobre todo por su trabajo en horror, fantasía y ciencia ficción, que publicó entre muchos otros espacios, en revistas emblemáticas como la Creepy o la Eerie. Desde esas páginas anticipó (e influyó) la estética de los autores que lo seguirían y hay mucho del arte de los años ’80 que puede entenderse a la luz de sus aportes al noveno arte y la imaginería pop de la época. Exhuberante, intenso y de, según sus propias palabras, una “sensualidad” (que muchos tildaban de pornográfica) en sus dibujos, Corben ofrecía páginas inquietantes y estimulantes.
Pleno representante de la historieta de género, Corben gozó igualmente del beneplácito de la crítica y del reconocimiento en vida a su obra. El Festival Internacional de la Bande-dessinnée de Angouleme, sin ir más lejos, le otorgó el Grand Prix en 2018. Ya consagrado, Corben se daba el lujo de elegir proyectos a su gusto y medida en las editoriales mainstream del mercado norteamericano. Además de algunas incursiones notables, como la colaboración con el guionista Brian Azzarello en Hellblazer (protagonizado por Constantine) y en Banner, algunos lectores locales recuerdan un número de Conan en que alternaba páginas con el argentino Tomás Giorello.
De esta etapa más “comercial”, si se quiere, de su obra, hay un puñado de material publicado en el país. Lamentablemente, la obra más emblemática (DEN, por caso, que lo consagró en 1975), está ausente en las ediciones nacionales. Hay alguna cosita aquí y allá, e incluso una novela gráfica publicada por una editorial ya extinta.
Lo curioso del caso es que Corben se dedicó primero a la animación, pero esa carrera le resultaba frustrante. Y aunque a la postre de demostró que lo suyo era la historieta, el cine animado le dio varias alegrías y hasta un matrimonio de largo aliento. Trabajando en una película –luego premiada- conocería a su esposa. Pero esa insatisfacción fue productiva: empezó a realizar cómic under (o “comix”, como se le decía en esa época) y empezó a brillar. Pronto llegó a la francesa Metal Hurlant y de ahí volvió triunfante a la versión norteamericana de la revista, la Heavy Metal. Hoy ese título y su nombre van de la mano: son emblemas de una época y un modo de concebir la historieta de género.