Como aquellos niños que intentan en vano tapar los destrozos cuando son descubiertos, como quien intenta tapar el sol con la mano, como quien ofrece una caricia desganada después de propinar un golpe en la cara, el INCAA, ahora, con toda la industria gritando en las redes la desesperación callada durante un año, llama a un concurso, en este caso de “desarrollo de proyectos” y pide una cantidad de requerimientos que suponen que, ese desarrollo, ya está hecho. Y además ofrece para los “ganadores” de tal concurso una suma irrisoria a cobrar dentro de varios meses.
¿Es ingenuidad o cinismo? Imposible saberlo. Pero duele. Y duele porque es evidente que se trata del desprecio por la producción nacional. Pero sobre todo duele porque es el peor de los desprecios, aquel que proviene de la institución cuya razón de ser y responsabilidad política es protegernos, es bregar por el fomento y la existencia de nuestra producción audiovisual.
El macrismo dejó “tierra arrasada”, tal el título de la gran película dirigida por el Ministro de Cultura y cineasta Tristán Bauer. Una película que es un testimonio ineludible y fundamental sobre el desmantelamiento de lo público. Como se dijo estos días, todxs queríamos que la conducción actual del INCAA funcionara, pero no fue así. Por el contrario se produjo un daño enorme, resultado de la inacción sostenida durante un año de abandono. No solo no se generaron las condiciones para la puesta en marcha de miles de puestos de trabajo argentino, sino que además, ahora, intentan reparar lo roto con una especie de simulación sobre actuada y tardía más parecida a las tomadas de pelo que a las convicciones políticas acerca de una gestión estatal.
Así se construye el dispositivo de sometimiento que tiene su origen en el clasismo. Se abandona a su suerte a miles de trabajadorxs y cuando el hambre llega al límite de lo tolerable, entonces se llama a concurso, como si hubiera que concursar por el derecho al trabajo, como si hubiera que competir por el derecho al trabajo, como si el trabajo se generara por orden de mérito. Y no es que me ensaño con un concurso mal redactado o mal pensado, sino que, lo que quiero resaltar, es que en esa convocatoria, además de inoperancia hay una ideología clara. Y es la ideología del desprecio. Eso es lo que duele. Desprecio, falta de aprecio. Y el desprecio por el trabajo provoca que la gente se dedique a la mendicidad.
“Para la plebe, el mayor honor de parte de los poderosos es que no la desprecien”, dijo Plutarco. Y yo agrego aquí: Y viceversa. Insisto. Duele. Lastima la dignidad, genera impotencia. Porque volvimos mujeres y volvimos mejores, y porque se lo nombró con la voluntad política de poner el cine nuevamente de pie. Y estamos de rodillas. Por eso escribo, por mi dignidad de mujer y de cineasta. Porque quiero y queremos un INCAA alineado con la premisa del trabajo y el respeto por quienes trabajamos. ¿Qué es la soberanía audiovisual? ¿Qué es la construcción de ciudadanía? ¿Qué es la disputa de sentidos? ¿Para qué y cómo se producen relatos propios en una comunidad? ¿Qué es la dignidad del trabajo? ¿Qué es la autoestima, para que sirve?. ¿Qué es exactamente la perspectiva de género? ¿Por qué y para qué existe una política pública? ¿qué sucede si se la abandona? ¿Qué pasa cuando a los trabajadores se les niegan sus puestos de trabajo? ¿Y cuándo a un pueblo se le niegan las propias historias? ¿Y cuando a los creadores se les niega la posibilidad de crear? Y así hasta el infinito y más allá, ¿y cuál es el resultado de tener a toda una industria mirando desde afuera aquello que fue propio pero ya nunca volverá a alcanzar? ¿Recuerdan la frase aquella que decía que nos “habían hecho creer que podíamos tener vacaciones y comprarnos un electrodoméstico”? Más allá de los discursos, y en términos de resultados, ¿No hay acaso en la base del desprecio, una ideología que marca quiénes sí y quiénes no? El clasismo es el prejuicio y discriminación basados en la pertenencia, o no, a determinadas cases sociales.
Por lo general, un clasista asume su pertenencia y obra en consecuencia para beneficiar los intereses de quienes son de su misma clase, y en perjuicio de quienes no pertenecen a ella. El clasismo es un fenómeno heredero del racismo. El origen de la discriminación no se basa en diferencias étnicas, sino en las condiciones socioeconómicas del individuo o grupo social. No digo que debamos “aislarnos del mundo” pero ¿puede ser que la única salida laboral de las productoras para sostener sus PYMES, sea convertirnos en servicios de producción de las grandes empresas multinacionales, en nuestra condición de mano de obra barata, para que sean esas empresas las que nos cuenten quiénes somos? ¿Y todo eso sin una cuota de pantalla, como tiene Francia, por ejemplo? ¿Y que el INCAA no esté dialogando con el sector para poner en marcha una política proactiva ni viendo el modo de instalar en el mundo la producción argentina que genera divisas y mueve la economía? ¿No debería, acaso, ser el INCAA un organismo alineado con las políticas de nuestro gobierno, que ha dado muestras suficientes en este año tremendo, de que el Estado debe estar Presente para garantizar la soberanía, el trabajo, la igualdad de oportunidades, la producción de películas, de salas, de festivales de cine, de contenidos argentinos de todo tipo y color, de medidas que equiparen la desigualdad y la competencia con las empresas extranjeras a favor de nuestro acervo cultural?
Cuando un Presidente comanda un barco que flamea en un océano con millones de vidas a bordo, demostrando con hechos concretos y contundentes la premisa del ESTADO PRESENTE ¿no debería haber entonces un INCAA que garantizara la producción de contenidos que son ni más ni menos que el relato de nuestra propia época? El cine nacional en el período 2003/2015 ha recorrido el mundo, se ha forjado como una industria pujante, de excelencia, capaz de disputar sentido, vital, diversa, ha atraído capitales, ha generado fuentes de trabajo, se han incorporado miles de jóvenes con el renacer de la industria al calor de la creación de nuevas escuelas y universidades, se ha consolidado el cine argentino como el más importante de América Latina, se han desarrollado Festivales, imprescindibles para la circulación de materiales, para los encuentros fundantes de acuerdos, para las bases de las coproducciones y los intercambios, tanto artísticos como comerciales.
Se han establecido acuerdos internacionales oficiales, se han abierto salas comerciales y se han creado los espacios INCAA, fundamentales en la exhibición de nuestro cine, tanto a lo largo y ancho del país, como en el exterior. Siempre estuve orgullosa de que, en nuestro país, la producción cinematográfica fuera una política de Estado. Porque soy mujer, porque soy trabajadora de la cultura, porque estuve la noche en que rompieron las puertas vidriadas de un cine donde se proyectaba la película sobre Santiago Maldonado, también dirigida por Tristán Bauer, porque fui perseguida por haber dirigido orgullosamente una película sobre Néstor Kirchner, porque creo en el cine como testimonio, digo, nosotrxs lxs cineastas, lxs productorxs, lxs técnicxs, lxs distribuidorxs, el público, nuestro Gobierno, merecemos un INCAA mejor. La palabra “incaadependiente” no la entiendo.
Sí entiendo las palabras justicia social, independencia económica, soberanía política, soberanía audiovisual, dignidad del trabajo, Estado presente.
Lo personal es político. Y #QueSeaLey
“Un país es tan grande o tan pequeño como la medida de su proyecto cultural” Néstor Kirchner. “El cine es el arte del pueblo” Fritz Lang
*Paula de Luque
Directora de Cine
Gestora Cultural