Cerca de dos mil millones de personas habitan en países con problemas de acceso al agua potable y dos tercios del mundo podrían enfrentarse a dificultades de escasez en los próximos cuatro años. Los datos son impactantes y encienden señales de alarma tanto en términos sanitarios como productivos.
El agua encabeza la lista de los recursos naturales imprescindibles para la reproducción de la vida y también encabeza la lista de recursos que enfrentarían los mayores problemas de disponibilidad en el corto plazo.
El sistema financiero mira de cerca estos cambios estructurales y se adelanta incorporando nuevos instrumentos de cobertura. Wall Street causó revuelo la semana pasada con el lanzamiento de los primeros derivados de futuro de agua. Cotizarán junto con los del petróleo, oro y materias primas como la soja.
Entre los fondos de inversión hace tiempo sobrevuela la idea que el faltante de recursos naturales será una de las grandes dificultades para la economía mundial. Algunos de los economistas que suelen hacer predicciones de largo plazo mencionan que la próxima gran crisis no será un cisne negro sino un cisne verde.
Estas declaraciones buscan mostrar simplemente que no habrá un colapso inesperado por una burbuja financiera, como la ocurrida en 2008 con la caída de Lehman Brothers. Las tensiones llegarán por problemas medioambientales y climáticos.
Cash consultó a la cooperativa ambiental Asuma qué significa y cómo debe interpretarse el lanzamiento de los futuros a agua. La respuesta fue la siguiente:
“La financiarización del agua muestra la disputa geopolítica por un recurso que, fruto de los cambios en el uso del suelo y de su uso irracional caracterizado por su sobreexplotación y contaminación, es cada vez más escaso y profundiza una crisis ambiental y sanitaria a nivel global sin precedentes”.
El equipo interdisciplinario de Asuma agregó que “aún es temprano para comprender los impactos de este hecho, pero permite afirmar que en los ámbitos locales deben fortalecerse urgentemente las políticas públicas que garanticen un uso sustentable y equitativo, y la soberanía nacional respecto del agua”.
En Argentina, por ejemplo, el 70 por ciento de la superficie es árida o semiárida. El cambio climático potencia este problema.
Clima de época
Los inversores, por efecto de la pandemia, se volvieron más proclives a escuchar las alertas sobre futuras adversidades en el frente ambiental. Resiliencia se convirtió en la palabra de moda en los informes de los organismos internacionales.
En este clima de época no sorprende el lanzamiento de los futuros de agua.
Por el momento están pensados para que los productores de almendras, empresas eléctricas y otros grandes consumidores de agua de la costa oeste de Estados Unidos puedan trabajar con una menor incertidumbre de precios.
Se trata de sectores con grandes dificultades para cubrir sus costos por las fluctuaciones de precios producto de la falta de agua. Para tener dimensión de esta situación, California atravesó problemas de sequías en los últimos ocho años y en septiembre los incendios forestales devastaron la costa oeste.
El futuro de agua tendrá un precio vinculado a la evolución del mercado spot de agua de California valuado en unos mil millones de dólares. Los contratos se venden en torno a los 500 dólares por acre pie (cada acre pie equivale a 1 millón de litros).
El precio de estos contratos comenzará a ser la referencia para fondos de inversión globales interesados en especular no sólo con la disponibilidad de agua sino con el cambio climático, las sequías, el crecimiento de la población y la contaminación.
Desgaste de la naturaleza
El poder de la tecnología no puede subestimarse en este debate. Es la lección de los últimos 300 años de historia. La innovación humana consiguió por ejemplo multiplicar la productividad de los campos para permitir el crecimiento sostenida de la población y la eliminación recientemente de las grandes hambrunas.
El desarrollo de la tecnología podría ser igual de efectivo para barrer de un plumazo el daño climático acumulado en los últimos siglos. Pero sigue sin resolver el problema más profundo: el uso y la distribución de los recursos.
El último documental del naturalista David Attenborough es una perla para continuar pensando este punto. Se llama "Una vida en nuestro planeta", tiene imágenes maravillosas de la naturaleza y presenta datos impactantes acerca del desgaste que los seres humanos hemos hecho sobre la tierra y los océanos.