En 2018, el escritor, performer y ex frontman de Talking Heads, David Byrne, hizo volar por los aires frente a nuestros ojos el tradicional concierto pop. Más cerca del teatro experimental que de la música en vivo, su gira con el espectáculo American Utopia trajo un rediseño de las reglas de la performance musical; presentándole a las audiencias un nuevo y audaz mundo sin tarimas de batería, cables, amplificadores a la vista o micrófonos. En lugar de eso, la banda de 12 integrantes que lo acompañaban tenían instrumentos ceñidos al cuerpo y, vestidos con trajes iguales de color gris, bailaban descalzos en una formación rigurosamente coreografiada junto a Byrne, mientras atravesaban una lista de canciones que intercalaba títulos de su carrera solista con viejos éxitos de Talking Heads. Infinitamente inventivo y visualmente espectacular, el show era un disfrute para atesorar.
La puesta, que se inició como un album y luego se trasladó a Broadway en 2019, ahora se ha convertido en un film de concierto, cortesía del director Spike Lee. Esto significa que Byrne, alguna vez categorizado como un "hombre del Renacimiento rock" por la revista Time, está de nuevo embarcado en las tareas promocionales, dispuesto a hablar sobre lo que, en el curso de dos años, se convirtió en una obra maestra multiplataforma. Pero si ya está aburrido de hablar de ello, hace un gran trabajo en ocultarlo. De hecho, pocas veces se lo vio tan expansivo. Es sabido que Byrne es un entrevistado nervioso; la primera vez que lo entrevisté, en 2003, se acomodaba ansiosamente la ropa y parecía no saber qué hacer con sus extremidades. Pero hoy, hablando a través de Zoom desde su hogar en New York, Byrne (que cuenta con 68 años) parece enteramente relajado, reflexionando de manera cálida sobre el show que trajo nuevo aliento a su carrera, en un momento en el que podría haber decidido bajar el ritmo y dedicarse a la jardinería.
La película fue idea de Byrne, y también la elección del director. El y Lee cruzaron sus caminos en el pasado: "Supongo que es la ventaja de ser una persona conocida", dice el músico. "Tengo su número de teléfono, con lo que solo tengo que mandarle un mensaje". Byrne apunta que filmar un concierto trae todo un set particular de desafíos. "Quiero decir, ¿cómo capturás la energía de un show en vivo como este, y también lo hacés de un modo que sea fiel a lo que una película puede ser?", reflexiona.
El tiene cierta experiencia en esta área en particular. En 1984, Talking Heads trabajó con el director Jonathan Demme para Stop Making Sense, que ahora es vista como uno de los puntos más altos en los films de concierto, y que presentó de manera inolvidable a un Byrne en un traje cómicamente extragrande. El traje estaba pensado como la parodia de una estrella de rock vanagloriosa, pero de algún modo la imagen quedó pegada. Hablando con un entrevistador en 2001, Byrne imaginó secamente la frase en su lápida: "Aquí yace David Byrne. ¿Por qué el traje grande?".
Para la filmación de American Utopia, Byrne dejó a Lee que campeara a sus anchas, tranquilo con el conocimiento de que esta vez sus trajes se ajustaban bien, y que este show inusualmente teatral -que transcurre en medio de una cortina cuadrada de cadenas de la cual la banda entra y sale- podía trasladarse bien a la pantalla. "Suceden un montón de cosas en el plano visual", señala Byrne sin atenuantes. "Más allá de algunas pequeñas intervenciones, Spike realmente no cambió nada del show."
Aunque el cantante ha pasado 45 años haciendo y ejecutando música, aún él quedó soprendido por la aclamación unánime de la crítica producida a medida que American Utopia giraba por el mundo. "Me gustaría decir que todo esto fue planeado y diseñado hasta el último detalle, pero mucho de esto tuvo que ver con la suerte", dice con una risita. "Un montón de ideas, como que la banda entera fuera móvil y que todo el escenario luciera vacío... todas esas cosas fueron posibles gracias a la tecnología. Pero también he llegado a un punto en mi carrera -y también los tiempos que estamos viviendo- en el que sentí que debía, como persona y como ciudadano, hacerme cargo de ciertas cosas sobre cómo he crecido y cambiado como persona, y cómo eso nos sucede a todos. Con lo que todas estas cosas se juntaron, y pienso que no podrían haberse juntado en ningún otro momento."
Sin dudas, el show presenta un mensaje de unidad y pertenencia, sobre todo durante “Everybody’s Coming to My House”, una canción que balancea de manera inteligente lo personal y lo político en sus reflexiones sobre el concepto de hogar. En el show, Byrne señala que todos los integrantes de la banda son inmigrantes (al igual que él, que nació en Escocia y creció en Estados Unidos desde los 8 años). "Trato de hablar de esas cosas de un modo no partidista", dice. "Trato de hacerlo personal. Estoy diciendo '¡Esto somos nosotros! Venimos de todas partes. Estás viendo cómo esto funciona, y cuán fructífero puede ser'".
Cabe preguntar si alguna vez se imaginó ver el mundo, pero sobre todo los Estados Unidos, llegar a un punto tan bajo como el de los últimos cinco años. "Para ser honesto, no", responde Byrne. "Todos hemos tenido nuestras fantasías distópicas de lo que puede salir mal, y hay un montón de libros y shows de televisión que representan eso. Pero ver que eso realmente sucede... Donald Trump no fue una sorpresa. El es lo que es. Lo que resulta sorprendente es cuánta gente aún lo apoya, incluso después de las elecciones. Cuando ves el coronavirus explotando en todos Estados Unidos, y cuántos muertos hay, y cuánta gente simplemente no le importa o piensa que se trata de una conspiración, pensás 'Wow, el país en el que estoy viviendo no es el país que pensaba que era'".
En 2018, Byrne lanzó Reasons to Be Cheerful ("Razones para estar alegre"), una revista online que se concentraba exclusivamente en historias que reflejaban cambios positivos en el mundo, desde la ciudad brasileña que definió el acceso a los alimentos como un derecho humano al equipo científico noruego que ayudó a sacar bancos de semillas fuera de Siria antes que las bombas cayeran. El plan era diseminar algo de buen ánimo, dice, "pero también fue una terapia para mí. Cuando me levanto a la mañana y leo los diarios, necesito algo que me sirva de antídoto. Pero entonces descubrís que hay cosas positivas, alentadoras, que suceden en una región o un país o un pequeño pueblo y decís 'Bueno, mirá, ellos están resolviendo ese problema'".
En nuestra última conversación, Byrne habló de cómo sufrió de timidez e inicialmente se metió en la música "como una manera de relacionarme con otros seres humanos". Cuando se lo recuerdo, exclama: "¡Lo recomiendo fervorosamente! Quiero decir, en aquel tiempo era dolorosamente tímido y me sentía muy extraño socialmente, me ponía muy incómodo hablar con extraños. Para todo un grupo de gente, esto era bastante desafiante. Pero puedo subirme y actuar, no hay problema". Byrne se hace cargo de la paradoja de una persona tímida encontrando consuelo frente a auditorios repletos pero, según dice, "a veces esa es la única opción que tenés. Y se siente más impersonal. No tenés que afrontar las complicadas logísticas de una conversación cara a cara o, Dios no lo permita, tratando de hacer contacto visual. De alguna manera, es algo más abstracto."
Byrne dice que el aislamiento de este año ha sido muy duro en términos creativos. "No puedo actuar y no puedo hacer un montón de cosas, por supuesto. Pero hay algunas otras cosas que tampoco fui capaz de hacer. No he podido escribir canciones, aunque hace poco empezaron a llegar nuevas letras. Pero por un largo tiempo, en mi patrón habitual de entrar a una sala y escribir canciones, simplemente pensé '¿De qué voy a escribir? En este punto, ¿qué tiene sentido? ¿Qué tengo que decir?'. Entonces, decidí poner mis energías en Reasons to Be Cheerful, y en mis dibujos y otra clase de cosas".
De hecho, Reasons to Be Cheerful es una de muchas actividades extracurriculares para Byrne en una carrera que, junto a los albumes de música, lo ha llevado a bandas de sonido para películas, la fotografía, el dibujo, los DVD y los libros. En 2012 escribió How Music Works ("Cómo funciona la música"), que hacía un profundo análisis de la naturaleza de la música y la performance en vivo, y cómo son formateadas por el tiempo, el lugar, la tecnología, la arquitectura y las relaciones humanas. Byrne concede que es un poquito adicto al trabajo, y que raramente es feliz si no tiene un proyecto en marcha. "Para mí es muy placentero estar trabajando en algo", dice con una sonrisa. "Aunque en caso de que la gente tenga la impresión de que todo lo que hago sale bien, debo decir que no todo tiene éxito. Hay un montón de todo eso que queda archivado."
Le pregunto si al menos la cuarentena le dio un respiro del desgaste diario de llevar a cabo el show. Byrne sonríe y dice: "No, en realidad sería feliz si pudiera tenerlo en marcha. Estaba acostumbrado a la rutina, y de verdad me gustaba. Realmente. Y se ve mucho más cansador de lo que es... al menos para mí".
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.