El movimiento de mujeres consiguió una segunda oportunidad para la despenalización y legalización del aborto en Argentina. Esta vez, con el apoyo del Poder Ejecutivo y una amplia movilización social, las perspectivas se muestran más positivas en el Senado, aunque es necesario mantener la cautela y trabajar en sumar voluntades para garantizar que, finalmente, el aborto legal, seguro y gratuito sea ley.
Una señal de fortaleza para el proyecto es la ampliación del margen por el cual se logró la media sanción en Diputados: la distancia fue de 14 votos, 10 más que en la ajustada definición de 2018.
Dos indicadores favorables adicionales llegaron de la mano de la Vicepresidenta, Cristina Fernández de Kirchner, quien giró rápidamente el proyecto a tres comisiones, dos de las cuales son presididas por senadores verdes. Además, habilitó a que los senadores puedan participar de la sesión de forma remota incluso desde sus oficinas en el Congreso y rotarse durante el debate, algo que no se había permitido hasta el momento. Esto podría ser una muestra de la voluntad de la Vicepresidenta de acumular consensos en pos de la aprobación de la norma.
Un tercer elemento que permite sumar optimismo es que el debate en Diputados demostró que, en el aborto, las posiciones rompen los cercos partidarios. Un riesgo para el proyecto es el rol de la oposición, que podría votar intentando obstruir sólo por hacer cálculos electoralistas. Esto sería un grave error, ya que se trata de reconocer los derechos humanos de las mujeres.
El caso de la UCR es particular: en la Cámara Baja el 60 por ciento del partido apoyó la iniciativa y no llama la atención, teniendo en cuenta su tradición en torno a respaldar el reconocimiento de los derechos humanos de las personas. Tres ejemplos son la Ley de divorcio vincular, la de Patria potestad y ciertas iniciativas en materia de salud sexual y reproductiva. Particularmente, la modificación de legislación sobre matrimonio representó un cambio contundente en el reconocimiento de la autonomía para decidir el modo de vivir la familia, y representó un punto de partida respecto de las discusiones acerca de nuestra vida familiar y de cuestiones de género. Pero lo más interesante es que, como el aborto, el divorcio ya existía y se practicaba; lo que los diputados y senadores hicieron fue adecuarlo normativamente. Estas leyes, como la del aborto, son resultado de procesos democráticos de consenso y conversación muy característicos de esta fuerza política, que supo privilegiar la laicicidad y la autonomía sobre otras cuestiones. Desde esa perspectiva histórica, es de esperarse que esta fuerza sea una de las grandes protagonistas en este cambio.
El Ejecutivo, ansioso de mostrar un logro en un año difícil, trabaja fuertemente con gobernadores y senadores para llegar con el margen más holgado posible. La principal oposición a la norma vuelve a llegar desde la Iglesia, donde se multiplican las gestiones para persuadir a legisladores sobre los riesgos de apoyar el proyecto. La semana navideña se presenta como un escenario favorable para el lobby eclesiástico, ya que los senadores volverán a sus provincias. En ese sentido, el diario Clarín publicó que un senador del Frente de Todos se ofreció como mediador entre indecisos y el presidente del Episcopado.
El 29 de diciembre los senadores y las senadoras tendrán una nueva oportunidad de ser artífices de un cambio que generará un país más justo, democrático e igualitario. Este debate nos impone una reflexión profunda sobre el tipo de sociedad que queremos ser.
*Directora ejecutiva de Amnistía Internacional Argentina.