500 jueves había inaugurado hacía poquito cuando el gobierno nacional decretó el Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio ante la pandemia de coronavirus. Las milongas habían detenido su marcha unos días atrás. Y desde entonces la exposición que homenajea la mítica milonga de Ana Postigo esperaba en las paredes del Museo Benito Quinquela Martín (Av. Pedro de Mendoza 1835, La Boca) para regresar. Ahora, con el paso del aislamiento al distanciamiento, la muestra volvió. Se la puede visitar previa agenda de turno en la web del Museo (https://docs.google.com/forms/d/e/1FAIpQLSeYOOZ_rwzOe8bDKg5Ui3IU2ZGHHCUn9v0OW6a0aPr7CLfXzg/viewform).
La pausa obligada acrecentó el impacto simbólico de la exposición. Como “Cocha”, 500 jueves también penó pacientemente su regreso. Y vuelve, además, en un contexto donde las milongas aún están suspendidas (más allá de encuentros particulares y experiencias clandestinas) y sin fecha cierta de regreso.
Los responsables de la muestra hablan de Cocha en tiempo presente y de las enseñanzas de Ana como si se las hubiese revelado ayer. Cochabamba, “lo de Ana Postigo”, o –sencillamente- Cocha, es una marca. No una comercial, sino una marca en el corazón. Es, también, un santo y seña, un sello de garantía que sólo terminan de comprender quienes curtían esas noches largas de tangos en San Telmo, de puertas abiertas en un club de barrio que invitaba a entrar curioso y salir abrazado. Pero, ay, Cocha ya no está. Hace tres años una clausura de la Agencia Gubernamental de Control cansó a los dueños del club Belgrano, donde funcionaba, y aún con todos los papeles en regla y pese a los ruegos de los habitués, decidieron mantener la persiana baja. Ana (tanguera, actriz del célebre colectivo Los Calandracas) tampoco está. Se fue en 2011 y muchos se sintieron huérfanos de su contención. Quizás para extrañarla menos, Cochabamba siguió tal como Postigo concebía el espacio (“mismo, mismito”, declaró Ruth de Vincenzo en ese momento doloroso).
Pero ese legado está presente y aún puede verse. E incluso revivirse. En la muestra 500 jueves, que se expone en el Museo Benito Quinquela Martín (Av. Pedro de Mendoza 1835, La Boca). Allí, junto a la increíble colección de fotos que documentan un espacio vital, también se recrea la propia milonga de Cochabamba con una jornada de baile en la que además de muchos de los contertulios originales también participan los músicos que hicieron de Cocha un hogar y un campo de prueba para sus primeras armas musicales, como Pablo Estigarribia, Pablo Fraguela, el dúo Púlice-De Vincenzo y varios más.
500 jueves es una muestra montada a partir de una selección de fotos y videos de los 15 años que funcionó la milonga y durante los cuales se acumularon entre 50 y 60 mil fotografías y un buen número de registros audiovisuales de la pista danzando y músicos tocando.
Ese legado, además, puede oírse. Si en los comienzos del tango era común que el propietario de algún bar encargara una obra en su honor o para ser estrenada en su boliche, Postigo y Cocha lograron algo notable y lo que es casi un récord para el género: dos valses y una milonga honran y añoran sus pistas.
Afortunadamente, ese legado aún puede abrazarse. Si un espectador se toma el trabajo de observar atentamente las fotos de la Sala Sívori del MBQM y luego se lanza a recorrer milongas encontrará caras familiares aquí y allá. Y siempre con la filosofía de tomar el tango como lugar de encuentro, de abrazo, de conexión y contención con/al otro. Más aún, en los rostros de muchas de esas fotos uno encuentra a cantidad de organizadores de otros espacios actuales. A su modo, con mayor o menor fortuna, buscan replicar lo que hizo Postigo: un lugar de encuentro. Si en los alrededores de una pista se pregunta por algún milonguero, no falta quien dice “ese iba a Cocha”, como si allí hubiera una garantía. Y el “a vos te hubiera gustado Cocha” o “a veces me olvido que vos no fuiste” son, a su modo, gestos de aceptación.
La exposición en el Museo es particularmente bella. Las fotos de Leticia Fraguela están trabajadas con una luz cálida y dorada que remite al recuerdo feliz y que se concentran en los abrazos y el contacto de las manos con las espaldas. En las tomas de Fraguela no hay lentejuelas, brillos inútiles, contorsiones imposibles ni farolitos. Se ve, en cambio, gente común y corriente sonriendo, bailando abrazados. Milongueros. Estas se encuentran en la primera parte de la sala que ocupa la muestra. Tras una pared hay una experiencia “inmersiva”, donde varios proyectores disparan continuamente fotos sobre cada una de las paredes. Es una proyección cronológica de cada milonga de la que hay registro y, si el visitante tiene suficiente paciencia, puede asistir a cada una de las fechas retratadas. Casi 15 años de milongas. Son tantas que en cada jornada el ciclo apenas se repite una vez. Mientras, suenan los tangos más bailados de la historia de Cochabamba.
Además, el espacio cuenta con varios monitores con testimonios de los habitués, registros audiovisuales de las presentaciones de los músicos que iban a tocar al club y la lectura de las cartas que los milongueros enviaron al Sr. Daniel Alarcón, responsable del club General Belgrano, para rogarle que reabriera sus puertas. Entre esas cartas –recopiladas en un libro que se puede comprar mientras dure la muestra- incluyen pequeñas joyitas y resulta un testimonio profundamente emotivo de cuánto significó ese espacio para sus parroquianos. Así, personalidades como la actriz Corina Busquiato, o el pianista Pablo Estigarribia (hoy parte del trío Lavallén-Estigarribia-Cabarcos) quien recuerda cómo la pista de Cocha se prestó al estreno de sus primeras composiciones. Otros apelan a la fibra sensible de quien decide los destinos del club, le hablan de veranos en el corazón aunque afuera sea invierno y truene, le aseguran que era la mejor milonga del mundo y recuerdan la felicidad vivida entre sus paredes con “abrazos que le dan sentido a la vida entera”. Hasta firman en familia. Tampoco falta quien tira la bronca. “Charly” reclama “Si tenés sangre en las venas, ¡devolvé lo que no es tuyo! Pecho frío”.
La cantante Ruth de Vincenzo, curadora de 500 jueves, define el espíritu de la muestra con precisa sencillez: “no necesitamos que nos vengan a explicar qué es el tango, es esto”. El espíritu de Cocha.
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