Memes a la ukiyo-e

Por haber oficiado este 2020 de cómica tablita de salvación para cabezas atomizadas, larga vida a los memes. En especial a ciertos clásicos inoxidables como This is Fine, el perro ilustrado que asegura que todo está ok aunque su habitación esté envuelta en llamas; Is this a pigeon?, el tipo de gafas que confunde una mariposa con una paloma; la mujer que grita al gato sentado a la mesa; o el celebérrimo Longcat, altísimo micifuz que aterroriza ciudades, por citar memorables ejemplos de un panteón que no para de crecer. Ha tomado todos y cada uno de estos ejemplos @ukiyomemes, anónimo artista, para un encantador proyecto que gana tracción en las olas internetianas: en Memes of the Floating World, como bautizó a su iniciativa, el muchacho reinventa a estos queridos, muy populares chistes gráficos al estilo ukiyo-e; o sea, como si se tratasen de esos grabados japoneses en madera, de gran belleza, que empezaron a aparecer en la ciudad de Edo en el siglo XVII, reflejando el mundo del placer, la moda, escenas de la vida cotidiana, paisajes de la naturaleza… La estilizada serie en marcha, intitulada Memes of the Floating World, combina “este precioso arte clásico nipón con la cultura pop contemporánea, con la expresa intención de crear algo nuevo”, en palabras del varón que tuvo la ocurrencia al querer obsequiar algo original a su novia, fanática de memes gatunos. Por cierto, “cada reversión es increíblemente exigente”, según aclara en el sitio Bored Panda el esmerado joven, que comparte el proceso de cada obra a través de distintas redes sociales: “Me lleva varias semanas conceptualizar, esbozar y completar cada pieza. Están elaboradas a partir de una combinación de tinta tradicional, pintura, objetos encontrados como papel y tela antiguos, y técnicas digitales”. Un cruza tan insólita como atractiva.

La tarjetita de la controversia

Días atrás, en consonancia con el espíritu festivo en curso, un entusiasta desembolsó más de dieciocho mil dólares para hacerse de la primera tarjeta navideña que se comercializó en la historia, impresa en 1843 en Gran Bretaña. Puesta a disposición en una subasta de Christie’s, la susodicha litografía coloreada a mano es una de las veintiún copias que han sobrevivido de un lote original de mil, y presenta una imagen bastante inocua: una familia celebrando por todo lo alto el nacimiento de baby Jesús y la llegada del año nuevo, reunidos en torno a una mesa, levantando sus copas con evidente algarabía. Pero hete aquí la cuestión: en sus días, la obrita causó tremendo revuelo en la Inglaterra victoriana, despertando cólera entre partidarios del incipiente Movimiento por la Templanza, puritanos que luchaban a capa y espada contra el consumo de alcohol. Lo que enfureció a los abstemios caballeros, que tildaron a la imagen de “escandalosa”, fue que el chinchín fuera con vino tinto, lo que a su entender promovía que la gente empinara el codo. Para colmo, mostraba a una chicuela tomando un sorbo generoso con el aval de su mamá, ¡oh, no! A tal punto la tirria que llevaron adelante una campaña para detener la circulación de la tarjeta, que entonces costaba un chelín y que había sido creada por el ilustrador John Calcott Horsley por encargo de Sir Henry Cole, a la sazón funcionario público, que más tarde fundaría el Victoria & Albert Museum. El alboroto fructificó, como señala The Guardian: pasaron tres años hasta que alguien se animara a imprimir otra tarjeta festiva con fines comerciales. El mismo medio, por cierto, señala cierta casualidad: que su lanzamiento coincide en tiempo y espacio con la primera edición de un clásico de clásicos, Un cuento de Navidad, de Charles Dickens, también de 1843. Un detallito para salpimentar.

Ondas peligrosas

Ni los ruleros de la abuela ni los rizadores eléctricos de cabello: la última tendencia para lograr ondas perfectas, y de forma aparentemente rapidísima, es usar… radiadores. “Si ya están andando en pos de calentar el hogar, ¿para qué enchufar otro electrodoméstico y desperdiciar electricidad?”, habrá pensado la tiktoker napolitana kekka.mngcs al publicar un clip en la mentada red social donde se la ve envolviendo su lustrosa y larga melena en los cilindros del radiador de su casa. Que el resultado deviniera ideal fue suficiente aliciente para que otras intrépidas usuarias tanas comenzaran a emularla, y ya luego de otras latitudes, convirtiendo el arriesgado gesto en desafío viral, con millones de visionados en su haber. Para detener la locura, más de una publicación comenzó a señalar lo evidente: que no es precisamente recomendable acercar tanto la carita a una superficie abrasadora, que cualquier movimiento repentino podría causar quemaduras. “Por más aburridos que estén, puede que probar formas alternativas para peinarse no signifiquen una visita al hospital”, remachó Teen Vogue a sus lectores, apelando además a la palabra calificada de distintos estilistas, que desalentaron la práctica porque “los radiadores suelen ser de hierro, lo que genera extremo calor, que puede resultar dañino para las mechas”. Consultadas por revista Allure, empero, otras voces especializadas fueron menos terminantes… “Definitivamente es una opción en caso de apuro. Pruébenlo por diversión, pero asegúrense de que el cabello esté completamente seco. Y no lo hagan con frecuencia”, fueron las palabras de la peluquera estadounidense Gia Wendt… Cuestionable consejo, ¡y flor de despiole por rulos pasajeros!

El hombre que no podía parar de soñar

“Jorge Pistocchi fue un quijote, un adelantado que siempre se aferró a lo que creía justo”, dice el editor y periodista Ralph Rothschild sobre quien fuera fundador y director de una de las revistas culturales más legendarias de la historia argentina: el Expreso Imaginario. Un hito a todas las luces que, con espíritu auténticamente libre y crítico, no solo supo retratar la revolución de la contracultura rock en plena dictadura feroz: “Mucho de lo que se habla hoy en día, a lo que nadie se refería por aquel entonces, ya lo decíamos nosotros, con notas sobre ecología y cuidado del planeta, sobre pueblos originarios”, ejemplifica Rothschild. Y pronto destaca que “pasar esos años tan difíciles en el Expreso fue como poder respirar, aunque nos metieran en cana todo el tiempo. Fijate que, por decisión editorial, fuimos la única publicación que no escribió sobre el Mundial 78…”. En el Expreso, creatividad e idealismo hacían piña a partir de trazos labrados por nombres clave como Pipo Lernoud, Horacio Fontova, Alfredo Rosso, Claudio Kleiman, entre tantos otros. Incluido el propio Rothschild, quien fuera jefe de redacción, rol que más tarde ocuparía en otras sobresalientes iniciativas de Pistocchi: las revistas Zaff!! y Pan Caliente. Sin obviar, claro está, Mordisco, que salió a las calles a mediados del ’74 tras montar Jorge la redacción en su casa, en un pequeño altillo. “Hoy emprendemos la marcha hacia una estación llamada imposible. Llegar hasta allí puede tornarse peligroso, pero confiamos en que el contenido de nuestros equipajes nos proteja”, escribía en su primera editorial como director de una revista donde lo musical dialogaba con poesía, pintura, filosofía… Pues, “para honrar a esta persona que ha influido a muchas”, que murió en 2015, Ralph acaba de lanzar www.pistocchiweb.com, web que él mismo ha confeccionado de cabo a rabo con mano de orfebre, “para que su legado no se pierda, perdure en el tiempo”. De hecho, a simple golpe de click, se puede acceder a “prácticamente todas las revistas que hizo Jorge”, digitalizadas, en óptima calidad. También conocer su historia, decididamente quijotesca: su amistad con Miguel Abuelo y Luis Alberto Spinetta, su rol vital como mecenas de Almendra. Su experiencia como columnista de Pelo, las razones éticas por las que acaba alejándose del Expreso. La experiencia comunitaria del Centro Cósmico que armó en los 80s en La Paternal, además de su laburo en la cooperativa Amat, en Monte Grande, fábrica que destruyó el menemismo, recuperada por sus obreros en la segunda mitad de los 90s, “donde Jorge organizó huertas, producción, un sinfín de cosas”. Porque, como resume Ralph, antaño editor de La Mano, “Pistocchi no podía parar de soñar”. A partir de extractos de entrevistas, fotografías inéditas, relatos de diversa índole, el sitio traza la vida de este hombre sin par. Arengando, dicho sea de paso, a que los lectores envíen material, anécdotas, clips, imágenes. Porque, como anota Rothschild, “a través del correo electrónico [email protected] podés mandar archivos para agregar a esta web que, como Jorge, no tiene que parar nunca...”. Que así sea.