Hace algunas semanas FIFA dio a conocer el listado de nominados a los premios “The Best” y en la categoría “mejor entrenador masculino” apareció el nombre de Marcelo Bielsa. En la terna quedaron también Hans-Dieter Flick (Bayern Múnich) y Jürgen Klopp (Liverpool), después de que Julen Lopetegui (Sevilla) y Zinedine Zidane (Real Madrid) quedaran excluidos en la primera elección. Probablemente el ganador en la gala virtual de este jueves se defina entre el técnico de los Reds –último campeón de la Premier League– y el mandamás del equipo alemán, que alcanzó la triple corona: Champions League, la Bundesliga y la Copa de Alemania. Pero que el técnico rosarino haya entrado en esa lista, acompañando a esos pesos pesados del fútbol mundial, se podría pensar como una especie de justicia poética para su carrera.
Si bien fue el ascenso con Leeds United –volvieron a la máxima categoría después de 16 años– lo que justifica su aparición en esta lista, hay otro orden de cosas que deberían estar comprendidas en esta nominación (por ejemplo: su pedagogía futbolística, su filosofía que aplica para cualquier ámbito de la vida, su legado) y al menos coronarlas simbólicamente.
“El éxito es deformante, relaja, engaña, nos empeora, nos ayuda a enamorarnos excesivamente de nosotros mismos. El fracaso es todo lo contrario: es formativo, nos vuelve sólidos, nos acerca a las convicciones, nos vuelve coherentes. Si bien competimos para ganar, y trabajo en lo que planifico porque quiero ganar cuando compito, si no distinguiera qué es realmente formativo y qué es secundario, me estaría equivocando”, explicó alguna vez.
“El Loco”, 65 años y cuatro títulos en toda su carrera, se encargó de pensar este juego de 22 tipos que corren detrás de una pelota y se convirtió involuntariamente en docente de muchos técnicos actuales (Mauricio Pellegrino, Nelson Vivas, Eduardo Berizzo, Eduardo Domínguez, Lobo Cordone, entre otros), que lo reconocen como una de las influencias más significativas. Instaló la palabra proyecto y sin correrse ni medio centímetro de sus convicciones, trajo sus reglas a un mundo como el del fútbol –que como bien supo decir- “cada vez se parece menos al aficionado y más al empresario". La historia de este hombre no hace más que describir el significado de la palabra pasión. Como futbolista colgó los botines muy joven y a los 27 años asumió como técnico de las inferiores de Newell´s, al lado de Jorge Griffa, y emprendió un viaje de miles de kilómetros a lo largo y a lo ancho del país en un Fiat 147 blanco, con el objetivo de encontrar joyas para el equipo rosarino. Con un plantel repleto de jóvenes promesas logró títulos con la reserva y posteriormente campeonatos con la primera división (90/91 y 92) y eternizó su festejo a través del famoso grito: “Newell´s carajo”.
“Las ideas que uno elige, las elige con independencia de si el desarrollo de lo que resolvió va a ser exitoso o no. Las ideas, el marco ético, el marco legal, el reconocimiento de la virtud, la admiración por una forma de vida, no tienen que ver con ganar o perder. De hecho, somos muchos más los que perdemos con frecuencia que los que ganamos, porque hay muchas más derrotas que triunfos”, se puede leer en el libro Marcelo Bielsa. Los once caminos al gol, que compila el periodista chileno Eduardo Rojas Rojas. La admiración por Bielsa no solo parte de los hinchas de Newell's o de los Velez, o del resto de la casta futbolera argentina, esto que se podría llamar “bielsismo” trasciende las fronteras. Entre 1992 y 1993 su huella quedó grabada en el Atlas de México. De aquella experiencia salieron jugadores como Rafa Márquez, Pavel Pardo y Jared Borgetti y durante mucho tiempo la selección mexicana estuvo integrada por varios jugadores de los “zorros” (así lo apodan a este equipo de Guadalajara).
Después de su paso por México, algunos años después, su destino sería Velez, gracias al entonces presidente Raúl Gámez. El equipo de Liniers venía de experiencias ganadoras a través de Carlos Bianchi y Osvaldo Piazza, dos nombres muy ligados a la institución velezana. En ese año que estuvo, entre 1997 y 1998, dirigió dos campeonatos locales y uno lo ganó con seis puntos de diferencia sobre el segundo. De ahí marchó al Espanyol de Barcelona y a los pocos meses se fue para cumplir con uno de los momentos más deseados de su carrera: dirigir la Selección Argentina. Eliminatorias impecables y posicionados como favoritos para el Mundial 2002, junto con Francia, el sacudón de quedar afuera en la primera ronda fue devastador. La prensa local tiró a matar y el análisis solo se redujo a dos conceptos: “marketinero” y “vendehumo”. Superada esa etapa, tras meses de desconsuelo y reflexión, llegó la selección chilena y en 2010 “La Roja” volvió a jugar un Mundial (el último había sido Francia ’98). Fue tal la revolución en el país trasandino, que su figura se convirtió en orgullo para la Nación y su nivel de importancia se llegó a equiparar con el de la presidenta Michelle Bachelet. Los principales políticos citaron sus frases para atraer votos en las elecciones del 2009.
Su recorrido como técnico continuó por Athletic Bilbao –equipo que le gustaba ver a Eduardo Galeano-, Olympique de Marsella, Lille y Leeds. A este último llegó en 2018 y enseguida su nombre se convirtió en el coro de la hinchada de “Los Whites”, al ritmo de Seven Nation Army de White Stripes y también versionaron un famoso tema de Queen, al que renombraron Bielsa Rhapsody. El arribo del técnico rosarino entusiasmó con una posible vuelta a la Premier League. En 2019 se le escapó por poco y la conquista finalmente llegó este año en medio de una pandemia. Después de 16 años el Leeds volvió a la máxima categoría del fútbol inglés, a la liga más importante del mundo, y Bielsa sigue igual cada partido: de joggings, en cuclillas, observando y sin inmutarse ante los goles de su equipo. Con premio The Best o sin premio The Best, la marca Bielsa no se puede pasar por alto en el fútbol mundial. Ya lo dijo, nada más ni nada menos que Pep Guardiola: “es el mejor entrenador del mundo”, entonces: ¿Qué esperan para darle el premio?