El Parlamento húngaro aprobó una enmienda que niega a las parejas del mismo sexo el derecho a adoptar. En las modificaciones votadas este martes, también se incluyó la noción tradicional de familia y de género en la Constitución con la finalidad, según el gobierno, de "proteger al niño de posibles interferencias ideológicas o biológicas".
Según la enmienda, aprobada por 143 votos a favor de los diputados del Fidesz --el partido del primer ministro, el ultranacionalista Viktor Orbán--, 45 en contra y 5 abstenciones, solo las parejas casadas podrán adoptar niños, lo que en la práctica excluye a los homosexuales, que no tienen permitido casarse.
El texto de la enmienda incorporada a la Carta Magna estipula que "la madre es mujer, el padre es varón" y que Hungría garantiza el desarrollo del niño de acuerdo con su género, que iguala la identidad sexual al sexo con el que se nace, en un país en el cual la posibilidad de cambiar de género en el registro civil está legalmente prohibida desde mayo.
"La educación se imparte de acuerdo con los valores basados en la identidad constitucional y la cultura cristiana", aclara el texto. Según el gobierno, la enmienda surge de la la necesidad de "proteger al niño de posibles interferencias ideológicas o biológicas" vigentes en el mundo occidental moderno.
El partido opositor de izquierda, la Coalición Democrática, no participó de la votación, tal como había anunciado previamente, por considerar "excluyente" la iniciativa oficial.
Amnistía Internacional (AI) había alertado el lunes pasado, en vísperas de la aprobación parlamentaria, que se trataba de medidas "discriminatorias, homofóbicas y transfóbicas", que constituyen un nuevo ataque contra las personas LGBT.
El primer ministro Viktor Orban, que lleva diez años en el poder ininterrumpidos, promueve el "iliberalismo", una democracia en la que se recortan derechos civiles con el fin de fortalecer las potestades del Estado.
La cruzada del primer ministro en defensa los "valores cristianos" tradicionales, sin embargo, se ha visto recientemente debilitada por el caso Jozsef Szajer, un eurodiputado ultraconservador sorprendido en un orgía junto con 25 hombres pese a sus reiterados ataques contra la comunidad LGBT.
Varias organizaciones internacionales, entre ellas la ONU, el Consejo de Europa, la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa y la Unión Europea acusan regularmente al jefe de gobierno de burlarse de los valores de de la Unión Europea. De hecho, Hungría ya fue condenada por los tribunales europeos por no respetar la primacía del derecho comunitario sobre la legislación nacional.
En este contexto, Viktor Orban anunció la semana pasada su intención de presentar un recurso contra la introducción de un nuevo mecanismo que vincula el pago de fondos europeos al respeto del estado de derecho.
La tendencia al exilio
La hostilidad hacia el colectivo LGBT y la restricción de sus derechos empujó a muchas personas a abandonar Hungría y a muchas otras a pensarlo seriamente. "Saber que no podré tener la vida que sueño con mi pareja y quizás formar una familia en el futuro me dan ganas de irme", declara Barbara Pongracz, de 31 años, a AFP. "Estoy harta de este clima negativo", confiesa la joven, quien trabaja como consultora de reclutamiento y disc-jockey en fiestas LGTB.
"La comunidad LGTB se ha convertido en un chivo expiatorio", considera Marcell Lenart, un profesor de 39 años, quien observa una "polarización" de los comportamientos en la calle. "Si voy con mi pareja de la mano en público, o bien recibo reacciones abiertamente progresistas o claramente homófobas", describe el hombre, quien también está considerando el exilio. "Aunque ahora no me planteo adoptar, puedo cambiar y es preocupante saber que no puedo hacerlo aquí", lamenta.
Ivett Ordog, de 40 años, decidió dejar el país en mayo de 2020, cuando prohibieron el registro del cambio de sexo en el estado civil. "Me siento más serena afuera. Antes de mudarme comencé a sufrir problemas psicológicos", cuenta Ivett, quien describe a esa nueva ley como una fuente de ansiedad para las personas transgénero: recoger un paquete en el correo, ejemplifica, puede convertirse en una pesadilla porque tenés que "mostrar tu carnet de identidad" y "revelar que eres trans".
"Generalmente no nos ocurre nada malo, pero cada vez hay que prepararse para lo peor. Y si pasa frente a un público numeroso nunca sabes si alguien va a tomarla contigo", dice la joven. La "simple curiosidad" puede convertirse rápidamente en una hostilidad "contra una minoría de la que no conocen gran cosa", agrega.
Agoston, que no quiso dar su apellido, también se fue de Hungría, "cansado de la homofobia" verbal. Este enfermero de 39 años, que solía participar de la marcha del Orgullo en Budapest, asegura que en los últimos años ha sido víctima de "cada vez más ataques de la extrema derecha al margen de estas concentraciones".