El dinero no puede comprar amor, pero un ser humano con mucho dinero no siempre es capaz de otorgar sentimientos. Este es el núcleo dramático del nuevo film de Diego Musiak, Encontrados, que se estrena el jueves 17 de diciembre en Cine.ar. En la ficción, un hijo casi al final de la adolescencia ve morir a su madre. Cuando el mundo parece que se le viene abajo, decide ir en busca de su padre biológico, a quien no ve desde hace doce años. Y lo encuentra. Pero no será fácil la convivencia. El hombre tiene mucho dinero pero carece del más mínimo afecto hacia su hijo. Está más preocupado por las inversiones y por su relación con una joven que por hablar con su hijo, quien a toda costa quiere encontrar respuestas a semejante interrogante. El elenco de Encontrados está compuesto por Nacho Gadano, Rocío Igarzabal, Nahuel Monasterio, Matías Desiderio, Pedro Tolchinsky y Daiana Provenzano.

"Esta película surgió de la necesidad de volver a hacer cine", cuenta Musiak en diálogo con Página/12. "Un poco la premisa era hablar de tres o cuatro puntos de vista y de hacer una película silente, que se entienda sin necesidad del diálogo. Y poder hablar de la finitud, de la juventud, de la vida, de la inocencia, de la búsqueda del padre, del amor, del dinero. Me metí con unos cuantos temas", agrega el cineasta.

-Es como dice dicho: el dinero no puede comprar todo...

-Totalmente. Aunque el dinero, a veces, te compra la libertad. Es una máxima que me dijo Silvio Rodríguez. Pero sí: precisamente no pasa por la materia. Y lo quería instalar en un lugar donde el dinero no fuese un problema. Todo lo aspiracional que antes nos vendía el sistema de casa, coche, no te sirve de nada si no te habitás a vos mismo.

-¿Esta película es también una reflexión sobre la identidad?

-Es un cuestionamiento a quiénes somos, a nuestros valores y la cadena de cosas. Por ahí, no hay un juzgamiento desde lo autoral con respecto a los personajes. Y ese era el desafío, porque uno a veces no la ve y la vida se le pasó por el costado. ¿Quién es el otro para acusar? Es una película que invita a la mirada y al cuestionamiento. A su vez, es constante porque no somos objetos. Hay cosas que por ahí antes te habilitaban al mundo, como el cigarrillo que te hacía entrar al mundo adulto, y ahora el cigarrillo te expulsa del mundo. Entonces, estas cosas que aprendimos las tenemos que desaprender.

-Si bien no juzga, la historia está anclada en la falta de valores a nivel social. Es como un emergente de la sociedad.

-Lejos. Para mí la escena de la galería y el desayuno familiar habla de lo que sucede hoy en día. Cada uno está en su universo digital, pero no se hablan. Es como “amontonados pero no conectados”. Es un emergente de una gran parte. Por eso hablaba de este modelo que habíamos comprado. Para que se cometa hacen falta dos: uno que propone y el otro que acepta. O uno que pide y el otro que da. Todas las generalizaciones dan error pero hay una gran parte de la población a la que le sucede eso. Y si vamos a lo genérico, el tema de que no esté el ser humano como eje en la sociedad mundial habla de lo mismo. Están el dinero o el activo financiero pero no el ser humano. Lo único que importa en el mundo es la guita. Ahí ya no hace falta hablar de grupos con conciencia.

-¿La adolescencia es el momento de la vida en que surgen las preguntas que se hace el protagonista?

-Total. El proceso de Franco (el joven) es parir su propio yo. Ya en el fin de la adolescencia del personaje, digamos. Y es el proceso constitutivo más importante del ser donde se define todo: dónde estás parado, qué querés hacer, quién sos. Y este personaje está buscando eso: poder saber quién es y plantarse en el mundo. Y, a partir de ahí, accionar más que conseguir. O sea, quiere conocer.

-¿La incapacidad para expresar sentimientos es típico de un ser humano que se siente más que otros?

-No, creo que muchas veces es por temor. Dime de qué alardeas y te diré de qué careces. Todos los humanos somos vulnerables y a mi edad somos parte de un todo, como una gran molécula. Y somos un solo organismo que nos hizo creer que éramos individuales. Por ejemplo, que no teníamos relación con la naturaleza. El tema de mostrar la vulnerabilidad implica el alejamiento y el ostracismo de los otros. Y eso se oculta precisamente a través del dinero, las drogas, el sexo y hasta el teléfono celular. Entiendo que es un proceso, pero es más fácil sacarse las capas de la cebolla. Pero, a veces, es mucho más fácil decir: "Me equivoqué", en vez de armar toda una historia sin sentido. Pero dar un paso atrás y reconocer la vulnerabilidad nos deja tan expuestos que lo negamos.

-¿Qué noción de familia quisiste dejar en esta historia?

-El tema familiar ha variado con el tiempo. Por ahí, uno antes podía tener un modelo referencial de lo que es “familia”. Ahora están las familias coparentales, las ensambladas... Hay como un montón de formaciones familiares y cosas que aún ni siquiera están formuladas. Esta cosa del convivir pero no cohabitar. Creo que hay referentes que se están pariendo en este momento. No habla de una familia patriarcal ni de un par de siglos atrás. Habla de la real, de la posible.