Camarines del Teatro Ópera, 2019. La sala está colmada. En pleno auge, el dúo Salvapantallas está punto de salir a escena por última vez. Zoe Gotusso siente un vacío extraño: una alegría triste, un dolor dulce. Y escribe una canción, ahí mismo, detrás de bambalinas. Es Mi primer día triste, la que más rápido compuso en su vida y que le dio sentido, personalidad y nombre a su disco debut como solista, que publicó este diciembre y que vino manijeado por los simples Ganas y Cuarto creciente.
"La canción Mi primer día triste fue la punta de este disco, la primera idea, y después llovieron canciones. Y canciones re alegres también: llovió y salió el sol", dice la cantante y compositora cordobesa. "Pero ese día había sido de bastantes lágrimas y un sentimiento de vacío. Y no tenía nada que ver con Salvapantallas: estaba así, un sentimiento desconocido para mí. De hecho, estuvo increíble el show." La melancolía de los cierres, tal vez.
"Tuve muchos días tristes, todos los tuvimos. Y el que lo niega no es humano. Está bueno blanquear la tristeza, la tristeza está buenísima. De hecho, la vida es un contraste, lo feliz está porque está lo triste", entiende Zoe. "Porque también pasa algo con mi música: la gente cuando se acerca me habla mucho de la alegría, de la paz, de la tranquilidad y del optimismo."
Con la producción del uruguayo Juan Campodónico (Jorge Drexler, NTVG, La Vela Puerca), Mi primer día triste fue grabado en Montevideo a finales del año pasado y pone el foco en la intimidad y calidez del formato canción, como muestra el documental que Zoe armó alrededor. Y ésa búsqueda descansa, sobre todo, en la voz de esta artista nacida hace 23 años en el barrio Cerro de las Rosas, en la capital cordobesa.
"Me fascina el mundo acústico, intimista y despojado. Y la simpleza, que a veces no es fácil de lograr", sostiene. Una atmósfera que logra su momento más alto en la preciosa bossa María o en la versión acústica de Amándote, de Jaime Roos. Sin embargo, hay contrastes en el disco y una gama de instrumentos. Porque también aparecen el candombe La culpa, la pop Desnuda y la electrónica Ya, donde se nota más el sello Campodónico: esa síntesis entre las programaciones y el folklore rioplatense.
Villa Belgrano-Montevideo-Buenos Aires
Zoe se crió en una casa de melómanos, en Villa Belgrano, su segundo barrio. En la discoteca familiar había un disco que le gustaba mucho. Era Eco (2004), del uruguayo Jorge Drexler. "Una vez lo di vuelta y decía 'Producido por Juan Campodónico'. Y siempre me guardé ese nombre. No sé mucho de productores, me interesan más las composiciones, pero su nombre me latía desde esos discos que me marcaron tanto", cuenta, ahora afincada en Buenos Aires.
"En este primer álbum sentí que Juan iba a entender cómo mejorar mis canciones, cómo llevarlas, cómo hacerlas lucir. Y le mandé un mail, directo", cuenta. Y él se copó. "No trabajaría con alguien a quien no le gusten mis canciones, que no se entusiasme con mi música, aunque sea el más experimentado del mundo", comenta. "Así que le dije: 'Para mí significan un montón estas canciones y solo quiero que lo hagas si te gustan, si te comprometen'."
Y la onda fluyó muy bien entre el uruguayo, Zoe y Diego Mema, el también joven y talentoso guitarrista cordobés que la acompaña en este proyecto. Como si fuera poco, grabaron en el disco un dream team de músicos uruguayos: Hugo Fattoruso (piano y acordeón), Martín Ibarburu (batería) y Gabriel Casacuberta (bajo). "Fue una experiencia hermosa también grabar con unos súper amigos de Juan, músicos increíbles. No había que decir nada, sentían la música", dice Zoe. Y arreglos de cuerdas a cargo del argentino Alejandro Terán.
¿Por qué decidiste grabar en Montevideo? Es una ciudad muy musical…
--Hay algo de los discos y los viajes que lo voy entendiendo con los días, porque Mi primer día triste empieza con mis ideas y con el cariño y la admiración a Juan. Y al pensar que él vive allá entró el deseo de viajar. Después grabamos cuerdas en Argentina, pero el proceso entero del disco lo hicimos allá, en ese país vecino y latino, por el candombe. Con estas canciones sentía que Uruguay era un gran destino. Le tengo cariño: he ido con amigos, con familia, es un lugar hermoso. Viajar haciendo música es uno de los placeres más grandes. Me encantaría hacer otro disco en otro país, moverse siempre está bueno.
¿Y cómo apareció en el repertorio Amándote, de Jaime Roos?
--Cuando las cosas son mágicas van saliendo. No fue casualidad que estuviéramos en Uruguay y grabáramos una canción de Jaime. Estaba yendo a laburar con la mochila llena de mis canciones, algunas que escribo con amigos pero que siento mías, y Juan me decía que estaba bueno tener un condimento de un compositor que no fuera yo, para enriquecerme de otras composiciones. Esa canción me vuelve loca desde chiquita. De hecho, la tocamos con Salvapantallas al final de algunas giras. Las canciones no mueren nunca: me encanta acercarles canciones viejas a los jóvenes. La canción, además, es infinita.
En un contexto en el que predominan la música urbana y un pop más escénico, ¿por qué apostás a la canción?
--Yo voy a apostar siempre a la canción. Soy una fanática y lunática de las canciones, porque me sale de adentro. Me preguntan cómo voy a salir a presentar el disco, y no lo sé. Voy a esperar al año que viene. Seguramente arme una banda, pero no me da miedo tocar sola, porque cuando la canción está, la puedo salir a cantar hasta a capela. Va a funcionar lo que es más sincero para uno. Y yo hago canciones. Obvio que quiero que más gente tenga mi música y que seamos más en un estadio cantando una canción, pero no voy a modificar lo que hago por lo que se está escuchando. Si me toca otro género que hoy está re trending y lo siento sincero, bienvenido. Es verdad que la canción es algo clásico, pero yo muero en ésta, porque me sale ésta y me siento ésta.