“Todo lo que escribo lo escribo desde un cuerpo de actriz”, dice Natasha Zaiat, licenciada en la carrera de Actuación por la Universidad Nacional de las Artes (UNA), docente y dramaturga. En abril, su texto Diario de cuarentena o las cosas que hago para no apagarme fue seleccionado junto a otros de distintas partes del mundo en la convocatoria Escenas del Confinamiento (impulsada entre Argentina y Brasil), y próximamente será publicado también en la revista Conjunto editada por Casa de las Américas (Cuba), fundada en 1964 y dedicada específicamente al teatro latinoamericano.

Cuando se le pregunta por el vínculo entre escritura y actuación, Zaiat dice: “Lo que escribo son cosas que me pasan por el cuerpo. Cuando actúo me motiva mucho decir textos, interpretarlos, sean míos o no. Me interesa el texto vivo, la creación de imágenes vivas que no queden muertas en un papel, sino que resuenen en otros: así como el mundo puede resonar en mí, las palabras pueden resonar en el mundo. Hay una voluntad de poetizar la realidad, no para hacerla linda sino para abrir nuevos espacios”.

Autora de piezas como Así da batalla la ternura o La luna está tremenda (en coautoría con Lucía Sola), Natasha destaca las características del arte teatral, uno de los sectores más resentidos desde el inicio de la pandemia: “El teatro es un arte grupal y eso me parece muy valioso. Siempre es con otros, aunque estés sola haciendo un monólogo. Y también es un arte de la presencia, la grupalidad, el cuerpo. Todo lo que no hubo este año”. Zaiat tiene algunas reticencias a la hora de actuar vía streaming o dar clases por zoom –aunque considera que es necesario sostener esos espacios– y habla sobre las dificultades que actores y actrices tuvieron para continuar con su actividad. Esa fue una de las razones para que se volcara de lleno a la escritura.

Desde marzo hubo un boom de diarios y registros desde el yo, pero la actriz subraya la importancia de cruzar esa mirada personal con los ecos de un colectivo; después de todo, nuestras vidas nunca se parecieron tanto en la historia, al menos en lo que refiere a la experiencia de aislamiento. “Al hacer el podcast me propuse una escritura que pudiese resonar en lo colectivo, con quienes escuchan del otro lado. No me resulta tan interesante contar cosas personales porque la idea no es hacer un biodrama sino que el texto pueda tocar fibras de lo colectivo, que la gente pueda identificarse. Esto me saca a mí del centro”.

El podcast citado es el de Cheque en Blanco, programa radial conducido por Alfredo Zaiat que se emite los sábados por Futurock y que luego se sube a plataformas. “El podcast lo escribí pensando en una escena teatral pero sin la pretensión de que se lleve a la práctica. Hay algunos que tienen más carga dramática que otros, pero evidentemente me interesa esa carga porque vengo del teatro”, explica quien durante la cuarentena escribió otras piezas como Saudade (segunda mención en el concurso de Teatro Abierto de La Plata) y Una niña con su resortera mata un pájaro para comer, inspirada en una experiencia que tuvo en un rancho de Santiago del Estero durante una pasantía en el MoCaSE.

En el universo literario y dramático de Natasha pululan poetas como Mario Benedetti o Alejandra Pizarnik, escritores como Julio Cortázar o Clarice Lispector, dramaturgos como Griselda Gambaro o Heiner Müller, clásicos como Shakespeare o García Lorca y referentes contemporáneos como Juan Solá, Mariano Blatt o Susy Shock. Las imágenes que utiliza para elaborar sus textos pueden venir de esa cotidianidad que –si se mira con nuevos ojos– puede albergar gran cantidad de sorpresas: un grupo de vecinos que reinstalan los lazos comunitarios hablando de balcón a balcón, o una chica que observa una paloma muerta y se encuentra por primera vez con la muerte. “Lorca decía que la poesía habita en el misterio, en eso que no conocemos y que está en todos lados. Hay que tener una escucha abierta. Dentro de lo cotidiano y chato se pueden desprender otros mundos, nuevos sentidos y posibilidades; ahí se ensancha la vida cotidiana”, afirma Zaiat.

Su Diario de cuarentena aloja numerosos tópicos, pero en todos parece estar presente ese cruce entre lo personal y lo colectivo: el cuerpo transitando distintos estados, escenas vistas por la ventana, pensamiento sobre el presente y el provenir, la importancia de los vínculos en estos tiempos difíciles o cuestiones político-sociales como la conmemoración del 24 de marzo o el Día de la Independencia, los feminismos, el aborto legal, las disputas entre cuarentena y anti-cuarentena, y muchos otros. “Escribo sobre estos temas tratando de salir de la bajada de línea, aunque por supuesto siempre hay una subjetividad porque escribo desde una postura y una mirada, pero hay que encontrar el modo de decir”, aclara.

Además, Natasha forma parte de la compañía Chica Queen Kong con la que realiza creaciones colectivas e intervenciones feministas, y este año tenía planeado continuar con las funciones de Contra todo (obra dirigida por Mariela Asensio en el Teatro del Pueblo), pero la pandemia truncó esos planes. Aún así, Zaiat se muestra esperanzada porque no es la primera crisis que atraviesan los teatristas: “Si no puedo actuar, actúo y escribo con la cabeza. La escritura es un ejercicio para inventar mundos y ampliar el imaginario. Pero no da lo mismo que exista o no exista la cultura, la poesía, el teatro; hay algo del alma que vive distinto. Ojalá los teatros independientes puedan volver, porque en estos espacios se hace mucho más difícil llevar a cabo los protocolos. Tarde o temprano el teatro va a volver porque siempre vuelve. Venimos resistiendo desde hace siglos”.