La madre del blues 3 puntos
Ma Rainey’s Black Bottom, EE.UU., 2020
Dirección: George C. Wolf.
Guion: Ruben Santiago-Hudson, sobre obra de August Wilson.
Duración: 94 minutos.
Intérpretes: Viola Davis, Chadwick Boseman, Colman Domingo, Glynn Turman.
Estreno en Netflix.
El título original de esta película parece haber sido demasiado para Netflix: se llama Ma Rainey’s Black Bottom. El culo negro de Ma Rainey. Ignorada salvo por los bluseros más hardcore, Ma Rainey fue, en las primeras décadas del siglo pasado, la maestra nada menos que de Bessie Smith, reina del género. Basada en una obra teatral homónima, todo un éxito en el Broadway de los años 80, la película producida por Denzel Washington y dirigida por el semidesconocido George C. Wolfe incurre en el más desaforado teatro filmado. Sin disimulos con respecto a su origen y sin trabajar lo teatral como podría hacerlo un director con alguna idea, El culo negro de Ma tiene lugar casi enteramente en un estudio de grabación de Chicago, protagonizada por actores que hablan a voz en cuello y lloran mucho, sufren, ríen a carcajadas y hacen caras. Y esperan turno, pacientemente, para su numerito personal.
Por lo que muestra la película, y las referencias confirman, Rainey habría sido la contracara de Billie Holiday. Mientras que esta última las pasó verdaderamente mal por su condición de mujer negra --hasta el punto de que una noche le negaron el acceso al club donde tenía que presentar su show-- Rainey (interpretada por Viola Davis, triple nominada y ganadora del Oscar a Mejor Actriz Secundaria por la aquí inédita Fences y firme candidata para este año) no tiene problema en llegar a una grabación a la hora que se le ocurre o pasearse del brazo de una amante a la que le lleva varios años, en un restorán en el que no brilla ni una piel negra. Sus letras son como patadas voladoras. Una dice “Salí anoche con una multitud de amigos/Deben haber sido mujeres porque los hombres no me gustan”. La activista y académica negra Angela Davis sostuvo que las de Rainey eran canciones “en las que las mujeres celebran explícitamente su derecho a comportarse de manera tan expansiva e incluso tan indeseable como los hombres”.
La Rainey de Davis es, efectivamente, mandona, no precisamente simpática y atropelladora. Un modo de defenderse del mundo blanco, claro, que le permitió morir de un infarto y no de tristeza, adicción, un corazón e hígado estragados y con la policía persiguiéndola hasta su lecho de muerte, como Holiday. Ahora y a casi cincuenta años de Lady Sings the Blues (1972) se produce una curiosa coincidencia entre ambas: ninguna de las películas que se les ha dedicado está ni con mucho a su altura. En La madre del blues Rainey aparece con el rostro hipermaquillado, mejillas ruborizadas y el rímel perpetuamente corrido, poniéndole condiciones a los blancos dueños del estudio de grabación y metiéndose con los arreglos de sus músicos. Empaquetado como si se tratara de un postre, todo esto, y todo lo demás, es estrictamente hablado. O más precisamente gritado. Y lo que se habla o grita no es precisamente sugerente: el joven trompetista del grupo cuenta con pelos y señales (y después moquea) cómo los blancos violaron a su madre y prendieron fuego a su padre. Todo en plano fijo, no sea cuestión de perderse ni una sola de sus morisquetas.