Desde París

 Tres meses de juicio, cuatro ausencias de primer plano y, al final, 14 condenados a penas que oscilan entre los cuatro años de cárcel y cadena perpetua han sido las sentencias pronunciadas por el Tribunal especial de París que juzgó a los responsables de los atentados cometidos en 2015 contra el semanario Charlie Hebdo, el supermercado Cacher de la Puerta de Vincennes y el asesinato de una mujer policía en la localidad de Montrouge. 

Durante estos tres meses de juicio a lo largo de los cuales los sobrevivientes tuvieron que revivir la pesadilla ocurrida hace casi seis años. Francia se vio trastornada por tres nuevos atentados yihadistas, una nueva polémica mundial sobre la legitimidad de publicar las caricaturas de Mahoma que desencadenaron las acciones terroristas de 2015, un debate tumultuoso sobre la libertad de expresión y una confrontación con los países arabo musulmanes, enardecidos por la libertad de blasfemar defendida por el presidente francés, Emmanuel Macron.

Faltaron en el juicio cuatro figuras centrales: los autores del atentado contra Charlie Hebdo y el supermercado Cacher, los hermanos Saïd y Chérif Kouachi (Charlie Hebdo), Amedy Coulibaly, el terrorista que irrumpió en el Hyper Cacher, y Mohamed Belhoucine, el mentor de Coulibaly. Mohamed Belhoucine habría muerto en Siria luego de haberse sumado a las filas del Estado Islámico mientras que los hermanos Kouachi y Amedy Coulibaly murieron durante los enfrentamientos con la policía. 

Las penas son globalmente inferiores a las requeridas por la Fiscalía Nacional Antiterrorista, la cual había solicitado dos cadenas perpetuas y entre cinco y 30 años de cárcel para los otros 12 acusados considerados como “piedra angular” de los atentados. Las penas más densas recayeron en Ali Riza Polat, un franco tunecino de 35 años condenado a 30 años de prisión por complicidad en crímenes terroristas, y sobre la mujer de Coulibaly, Hayat Boumeddiene. La compañera del terrorista de la Puerta de Vincennes fue condenada en ausencia porque logró huir a Siria unos días antes de los atentados. 

Otros dos personajes de la sombra, Amar Ramdani y Willy Prévost, fueron condenados a 13 y 20 años de cárcel por “asociación de malhechores terrorista”. Ambos fueron los respaldos más constantes de que se benefició Coulibaly y la justicia estimó que ninguno de los dos podía ignorar lo que estaba planeando Amedy Coulibaly. Miguel Martínez, Abbad, Neetin Karasular, Michel Catino, Christophe Raumel, Saïd Makhlouf, Mohammed Farès y Abdelazis Abbad vieron sus condenas reducidas a 10 años de encierro porque los jueces consideraron que si bien participaron en una asociación delincuencial esta no era específicamente “terrorista”.

Los 54 días de audiencia fueron una mezcla vibrante de intensidad, casos, emoción, arrepentimientos y heridas nuevamente abiertas. El tiempo habrá pasado, pero no el flujo de recuerdos, dolor, heridas físicas y emocionales y conmoción que dejaron aquellos días de enero de 2015. Desde ese año, Francia atravesó uno de los periodos más horrendos de su historia con la serie de atentados que ensangrentaron París y Niza: en noviembre de 2015 un comando del Estado Islámico atacó 5 bares de la capital francesa, masacró a decenas de personas en la sala de conciertos del Bataclan y fraguó un atentado en el Stade de France, en Saint Denis (131 muertos, 415 heridos). 

Al año siguiente, en julio de 2016, un terrorista tunecino, Mohamed Lahouaiej-Bouhlel, arrojó su camión contra la multitud que celebraba la fiesta nacional francesa en el Paseo de los Ingleses, en Niza (86 muertos). Allegados a las victimas y sobrevivientes escucharon el veredicto de los jueces en un silencio absoluto. Entre ellos se encontraba Ris, el jefe de la redacción de Charlie Hebdo, y varios sobrevivientes de la matanza del Hyper Cacher. En una columna editorial publicada este miércoles (antes de que se conociera el veredicto), el responsable de Charlie Hebdo escribe que una vez que se conozca la decisión de la justicia “el ciclo de la violencia (…) se habrá al fin cerrado, al menos en lo que atañe el plano penal. Porque, humanamente, las repercusiones no se borrarán jamás”. Muchos de los sobrevivientes presentes en el Tribunal expresaron ese deseo de que, de ahora en más,” se pueda dar vuelta la página” (Lassana Bathily, Charlie Hebdo). Michel Catalano, rehén de los hermanos Kouachi durante las horas en las que ocuparon una imprenta en las afueras de París, contó que se “sintió muy sobrecogido por el testimonio de las victimas. La primera parte del proceso fue muy difícil para mi. No había venido a buscar condenas, sino que necesitaba respuestas para mí”.

Los abogados de la defensa, por su parte, impugnaron la forma en que, ante la ausencia de los culpables directos, la justicia se volcó con fuerza sobre los demás acusados. La abogada Isabelle Coutant-Peyre, defensora de Ali Riza (considerado como la mano derecha de Coulibaly), dijo: “lamento que las personas acusadas y que, desde mi punto de vista, no eran los culpables o los responsables, hayan sido tratadas como animales de circo”. La defensora insistió en decir que este proceso “fue un juicio ficticio”. Los hechos, sin embargo, han sido reales. El impacto se ha prolongado a lo largo de estos seis años en las leyes, los debates políticos, las confrontaciones públicas, la percepción del islam, la libertad de expresión y la convivencia intercomunitaria. 

Los hermanos Kouachi y Amedy Coulibaly inauguraron en París un nuevo episodio de la barbarie del fanatismo religioso. Como lo hizo Ben Laden en 2001 con el atentado contra las Torres Gemelas de Nueva York, la sangre derramada se tradujo en un estrechamiento de las libertades de todos los ciudadanos del planeta.

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