Se siente como si una amiga, a tu lado, te contara la anécdota de la primera chica que le gustó. Ese es uno de los méritos de la Lesboteca (@lesbotecapodcast en instagram), el podcast que recopila testimonios en primera persona, relatos orales de iniciación lésbica y disidente, historias de primeros amores vividos por fuera de la norma. Esta biblioteca lesbo-futurista consta de tres temporadas, dos publicadas y una en desarrollo, y ya alcanzó más de 100.000 reproducciones en dieciocho países. Los relatos se dividen en capítulos, cada uno dedicado a une entrevistade, y llevan nombres como Chispazo, Por debajo de la mesa o Quiero que seas mi mejor amiga. No duran más de veinte minutos y se pueden escuchar en plataformas como Spotify, Anchor y Itunes. La Lesboteca registra las historias que conforman nuestra identidad, colecciona los tonos, las risas nerviosas, los silencios, los suspiros melancólicos y la calidez de esas voces que recuerdan. “El proyecto juega con la idea de que cualquier recuerdo es ficción, pero que al mismo tiempo es necesario que nos contemos esos recuerdos para construir nuevos imaginarios”, cuenta Ana Luz. Ella, Delfina Peydro y La Caiu comenzaron a recopilar testimonios impulsadxs por la pregunta: “¿con qué recursos contamos para enamorarnos por fuera de la heteronorma?”
De generación en degeneración
Lxs podcasters de la Lesboteca opinan que “la identidad afectiva no solo es importante sino constitutiva de la identidad local, y la representación de identidades históricamente subrepresentadas en los campos culturales es una deuda a resolver”. Por eso buscan dar lugar a la mayor diversidad posible en cada una de las personas que narran, en las generaciones a las que pertenecen y los lugares de donde vienen. Suelen entrevistar a personajes que tienen relación con distintas áreas de la cultura y del activismo feminista, y las historias que ellxs les cuentan esbozan un mapa local de experiencias lésbicas y disidentes. Una Rita Pauls adolescente viaja a Mar del Plata con un grupo de chongos y, huyendo de esa compañía que no logra disfrutar, descubre un lenguaje nuevo, una chica que se convierte en talismán, en puerta a universos alternos: “empezamos a hablar otro idioma, a tener otro humor, era como un mundo paralelo”. Un poco más lejos, en Buenos Aires, un recital lleno de lesbianas que bailan y se besan. Camila Alfie, creadora de @lesbodramas, sufre: “quiero ser una de ellas!”. Maruja Bustamante recuerda el romance caótico que tuvo con esa actriz de la obra de teatro que dirigía, una historia que le dio el título, en su edificio, de “la torta del tercero”. Marta Dillon y el derrumbe: la posibilidad de sobreponer el goce y el deseo sobre la muerte. También han entrevistado a Paula Maffia, Flopa Lestani, Viviana Scaliza, Ilse Fuskova, Lisa Kerner, Ana Carolina, Julieta Laso, Lucy Patané, y otros perfiles que la Lesboteca incluye en su archivo digital.
Cada capítulo del podcast está compuesto por un pack de tres piezas que se postean en su cuenta de instagram. Una de ellas tiene que ver con la imagen. En la primera temporada usaron ilustraciones de objetos como un ojo y un navío, un cochecito y un par de ojotas, símbolos que remiten a las historias contadas. Actualmente usan fotos de lxs entrevistadxs donde sus caras están borroneadas, apenas podemos ver la silueta de su figura y los colores que la conforman. Pero eso es suficiente, el resto del retrato lo trazan las palabras y las voces. También eligen citas que remarcan el espíritu de cada capítulo. Frases como “tenía terror de darle un beso y que se terminara todo”, “cada vez que la miraba me llegaba una notificación que decía: es hermosa” o “para que las cosas se mantengan en su lugar hay que arrastrarlas con el pensamiento”. Finalmente, publican un fragmento del audio que invita a escuchar la historia completa. “De alguna forma todo eso lo volvió más accesible, hizo que las personas pudieran entrar. La Lesboteca existe únicamente en las plataformas de audio y en instagram. En algún punto todas las piezas y el arte que acompañan a la publicación de los capítulos hace a la construcción de los relatos”, explica Ana.
La misma lengua
Georgina Orellano, trabajadora sexual, activista y secretaria general de AMMAR, narra la historia de esa vez que viajó a Africa en su capítulo, titulado Nosotras bailamos cumbia. Convocada para hablar sobre trabajo sexual en un encuentro feminista, se enamoró de una activista senegalesa que no hablaba su idioma. La historia de amor se concretó con la ayuda de la traductora y de sus compañeras tortas, que inventaron estrategias para ayudarla a atravesar esa barrera lingüística y la impulsaron a dejar de reprimir ese deseo: organizaban el esperadísimo encuentro, la cena romántica, “toda una novela”. “Yo siempre estaba con una traductora al lado, para poder decirle que era linda o preguntarle dónde vivía”, cuenta Georgina. Una noche, sus amigas armaron una ronda para que en el medio terminen ellas dos bailando cumbia juntas. “Yo no me animaba a sacarla a bailar, y una compañera lesbiana de Paraguay la sacó a bailar y después vino y me la entregó. Yo me ponía re colorada con todas esas situaciones”. En ese lance directo al mundo lésbico, también descubrió la mítica figura de la ex novia. Fue la misma ex novia de la senegalesa que la enamoró que, ante su desconcierto, le dijo que no desaproveche la última noche para estar con ella, la invitó a bailar y se prestó a ayudarla con la traducción. A Georgina la sorprendió que la ex no fuera señal de conflicto y de violencia. Alguien a quien podrías tirarle una piedra o te cruzarías de vereda, como ella hubiese hecho en el caso de cruzarse con sus ex novios. Mucho menos imaginaba que podría ser una persona que se mantiene en tu vida, que se convierte en una mejor amiga. Volvió a Argentina con el traductor google descargado en el celular, su primer flechazo torta, y el descubrimiento de que otro tipo de vínculos son posibles.
Las entrevistas del podcast no tienen una dinámica de pregunta y respuesta, los monólogos se presentan frescos, honestos y cercanos ante nuestros oídos. “Cada historia parece contada por primera vez cuando la edición queda muy bien, pero en realidad son entrevistas hiper editadas. Es un laburo de reordenar ideas, historias, propuestas, y recortar bastante. Cada temporada tiene un espíritu particular”. La música introductoria de cada capítulo se funde en una maratón eterna: siempre dan ganas de escuchar un ratito más, una hipnosis motivada por la curiosidad. Así lo demuestran las historias que compartieron muchxs usuarios de Instagram hace pocas semanas, mostrando sus estadísticas anuales de Spotify Wrapped: “has escuchado diez horas de Lesboteca”, “terminaste una temporada entera de Lesboteca Podcast en un día”. Los episodios fluyen como si estuviéramos escuchando una historia de corrido, tiradas en el living de nuestras casas o volviendo de la fiesta con una amiga, sentadas en el vagón del subte a esa hora pegajosa de la madrugada en que se acortan las distancias, se retuercen los recuerdos y las palabras salen por sí mismas de nuestras bocas llenas de labial corrido. “A medida que avanzamos nos dimos cuenta de que hay un montón de cosas que en el registro oral hacen sentido, y otras que, si las escuchas sin contexto físico, en un podcast, no hacen tanto sentido. También fuimos encontrando el largo de una historia ideal, entre siete y quince minutos”
Chispas de chocolate
Chocolate Remix, la referente explosiva del lesbian reggaeton, narra su primer beso lésbico en un capítulo que se titula Chispazo: una historia guiada por la tensión prolongada, la acumulación del deseo preadolescente. Tenía doce años, iba a séptimo grado en Tucumán cuando se dio cuenta de que le gustaba su mejor amiga, la piba de la otra cuadra, y sintió una electricidad tremenda. Les daba miedo acercarse, aunque caminaran de la mano y durmieran nariz con nariz. Era secreto, pero era obvio. Arengadas por la aventura, viajaron solas a un pueblo en el interior de Tucumán, bajo la mentira de que irían con la familia de su amiga. Ahí, además de pasear de la mano por el pueblo y compartir un chupete que encontraron como obvia excusa para compartir saliva de forma indirecta, se encerraron a leer revistas para adolescentes. Llegaron a una nota que aseguraba a sus lectoras que “es normal” sentir atracción por tu amiga. “¿A vos te pasa? Sí. A mí también”, concluían las dos mientras la leían en voz alta. Después de lo que Chocolate recuerda como meses, se “re chaparon” frente a un amigo inocente que se fue espantado, salió corriendo a su casa por lo que acababa de ver. Y nunca más volvió a suceder. Pero la narración de Chocolate, además de contar la historia de su primer amor, también se convierte en un relato sobre la autopercepción: “Yo era una chonga total y tenía muy claro que me gustaban las mujeres pero no termino de descifrar cómo me autopercibía. Siento que en mi niñez mi percepción fue de género fluido o no binarie. Incluso por momentos flasheaba que era un varón trans, aunque no lo entendía de esa manera, entonces no me parecía raro que me gustara una chica. Para mí estaba clarísimo que me gustaba pero también estaba clarísimo que era algo que no se podía decir, me iba a quedar sin amigas, sin amigues, sin nada”.
Historias sencillas
Aunque la lectura sea pasión eterna de muchxs, no estamos hablando de la actividad más mainstream en nuestro contexto actual. Pero nadie podría negar que no se regocija -al menos un poco- escuchando un buen chisme, una historia atrapante. Ya sea por la cercanía con nuestro universo personal, la capacidad de interpelarnos, o por ese deslumbramiento voyeuristico que produce aquello que es misterioso, que es ajeno, nadie se resiste a una narración bien contada. Quizás sea por eso que el podcast es uno de los formatos digitales más efectivos para hacer llegar ideas hoy en día. “En principio no entendíamos bien si queríamos hacer videos, o un registro oral que después se tradujera a un texto. Finalmente el formato podcast nos pareció lo más inclusivo, una forma diferente de trabajar con este registro. La voz funciona como extensión y presencia de una subjetividad.” Ana Luz piensa en los inicios, en la tradición de generar registros orales que van pasando de generación en generación, relatos épicos como la Ilíada. La democratización de la ficción, pero también de la memoria y los recuerdos. Ese fenómeno narrativo de las tradiciones orales hace pensar en el formato podcast que Ana Luz y sus compañerxs eligieron para su proyecto, que da lugar a todas esas anécdotas lésbicas y disidentes que la cultura local y los relatos tradicionales han ignorado históricamente. “El podcast como formato permite detenerse y escuchar una voz narrante, revalorizar la tradición oral de la narración como espacio de construcción de sentido colectivo. Que las historias puedan ser narradas y no escritas permite que cualquier persona pueda acceder a ese material”
El formato oral, sin embargo, no es la única aspiración narrativa de la Lesboteca, que está trabajando en nuevos proyectos para el año que viene, formas de “pegarle la vuelta” a su plataforma actual. Su nueva idea es hacer el camino inverso al registro oral: llevar los testimonios a edición física y en papel. “Sacaríamos tomos de nuestras temporadas como si fuera un Salvat de historias de amor de lesbianas”, fantasea Ana Luz.