Las siamesas 7 puntos
Argentina, 2020
Dirección: Paula Hernández.
Guion: Paula Hernández y Leonel D’Agostino, basado en el cuento de Guillermo Saccomanno.
Duración: 80 minutos.
Intérpretes: Rita Cortese, Valeria Lois, Sergio Prina, Sebastian Arzeno, Edgardo Castro.
Estreno exclusivo en la plataforma Flow.
“Podrías disimular un poco, dice la madre. Qué, dice la hija. Que no me aguantás. Si te quedaste sola, no fue por mi culpa, dice”. Las palabras escritas por Guillermo Saccomanno en su cuento Las siamesas resuenan en la adaptación al cine dirigida por Paula Hernández (ver entrevista aparte), un film de cámara intencionalmente asfixiante, con un dejo teatral que no parece inconsciente. Rita Cortese y Valeria Lois –ambas precisas, jugando al límite del arquetipo pero sin deslizarse nunca hacia la banquina– son Clota y Stella, madre e hija. Queda claro bien de entrada que la relación entre ellas es absolutamente dependiente, casi simbiótica, saltando de un “te quiero” al “te detesto” sin solución de continuidad, ida y vuelta. Viven en la ciudad de Junín, las dos juntas en la misma casa, y ya los preparativos para un viaje a la costa, cerca de Necochea –cortesía de un par de departamentos heredados de ese padre ausente y ahora definitivamente ido– demuestran que, ante el menor atisbo de disidencia de uno u otro lado, las cosas pueden derivar en enojos e injurias.
“Vieja de mierda”, le dirá la hija, de unos cuarenta años, a la madre luego de una confesión particularmente hiriente, prólogo de un desenlace inesperado. Antes, los miedos de la mujer mayor a la tormenta que se avecina, a los movimientos del micro, a un posible resfrío por el aire acondicionado, a los robos en la autopista, siempre atenta a la velocidad crucero del vehículo, predispone el viaje a toda clase de tensiones. La historia introduce inteligentemente a un personaje desdibujado en el cuento original, el chofer siempre sonriente interpretado por el tucumano Sergio Prina (Los dueños, El motoarrebatador), válvula de escape de una Stella que parece a punto de explotar. O, por el contrario, de implotar, sus planes a futuro anclados en un deseo de independencia que no es sencillo llevar a la práctica. A veces, cerrar etapas puede ser particularmente duro; para Clota y Stella es lo más parecido a un laberinto circular sin salida a la vista. En ese sentido, Las siamesas podría verse como un ejemplo particularísimo del “cine en la costa bonaerense” –todo un subgénero del cine nacional contemporáneo–, en el cual la ciudad balnearia no es ámbito de cambios sino un destino inalcanzable.
Si con Los sonámbulos –su película anterior y la enviada argentina a los premios de la Academia de Hollywood– Hernández había explorado el concepto de familia como territorio de toxicidad, malentendidos y enconos tácitos o explícitos, Las siamesas vuelve a esa idea en versión destilada en su máxima expresión. Con escasos ámbitos para desarrollar el drama –la casa de Junín, la terminal de ómnibus, el micro, un parador en la ruta–, el guion de la propia Hernández y Leonel D’Agostino trabaja alrededor del uso de la palabra y los silencios, las miradas y gestos como una engañosa calma que antecede a la tormenta de los diálogos. La cámara y la edición, en tanto, elaboran planos con ligeros desequilibrios y trabajan la idea de la simetría, ya sea en encuadres generales o mediante el plano-contraplano. Las dos mujeres son una única imagen frente al espejo, un fantasma que no quiere verse. Pero también las dos mitades de un ente que pugna, sin éxito, por dividirse.