A los nueve años, Juan Solá se aburría en la primaria a la que iba en Resistencia, Chaco, y prefería llenar sus cuadernos con relatos. Meses después, todo eso fue a parar a Cuentos para compartir, su primer libro, aunque antes ya había ganado un premio en la Feria del Libro de Corrientes con una narración sobre ecología. Había, ya en su infancia, un narrador que quería abrir la puerta para salir a explorar.
Dos décadas más tarde, el nacido en la ciudad entrerriana de La Paz y estribado en Buenos Aires construyó una carrera literaria por su cuenta, con más de una decena de títulos publicados y miles de ejemplares vendidos. Su pluma se desplaza entre distintos géneros y bajo diversos formatos, la mayoría en publicaciones independientes hasta su flamante Invisible, primera experiencia con el emporio Penguin Random House, dueño de gigantes como Planeta o Sudamericana.
Claroscuros, morbos y libertades
Violencias, pobrezas y la búsqueda de la libertad. Trata de personas, diversidad sexual y desigualdad social. El amor, la locura, los amigos, la tristeza. Sus libros son cartografías de personajes y críticas sociales a lo largo del país, que conoció recorriéndolo con sus publicaciones en una mochila. Una literatura desprejuiciada o desinteresada de las correcciones políticas, más bien proclive a la observación personal sobre situaciones colectivas.
La Chaco es de sus libros más leídos: ya superó las diez ediciones. Surgió luego de una noticia que Crónica TV tituló "lo echaron del trabajo por trolo" y narra con crudeza –pero sin golpes bajos– la historia de la travesti chaqueña Ximena en su escape a una Buenos Aires que la recibe con hostilidad. El interior profundo se une con la ciudad central a través de las mismas miserias, injusticias y desigualdades que ciñen a la condición humana.
"Es una historia que va explorando los mundos de la identidad y de la posibilidad de ser libres siendo quienes somos. La libertad siempre fue un eje central en varios de mis relatos; y aunque sea de costado hay algo sobre esa búsqueda que exploro", dice Juan, quien recibió la propuesta de llevar eso a una película, pero desistió. "Me pareció que estaba centrada en el morbo de la identidad travesti y no en cuestiones para mí más importantes como la posibilidad del deseo y del goce, y la libertad exploratoria de sentirte a salvo entre tus pares, entre tus modelos de referencia."
De esa novela recuperó el personaje Galaxia para darle título al que sería el cierre de la trilogía a través de Sudestada, una de sus trincheras principales, y en donde también dirige la colección Poesía Sudversiva (Nina Ferrari, Luca Andrea, Natalia Bericat, Maru Leone). Fue tal la expectativa generada por Galaxia que antes de salir a la calle ya se habían comprado tres mil ejemplares. En plena cuarentena.
Somos lo que somos
En el medio salió Ñeri, publicado por Hojas del Sur y atravesado por la figura de un padre hostil que echa a sus siete hijos de la casa y cada cual debe buscarse un destino. "Los personajes de esos tres libros se conectan formando una suerte de gran multiverso donde todo sucede con la intención de ver un poco reflejado eso que pienso. De hecho, Invisible habla de no somos todos iguales. ¿Iguales a quién? ¿O a qué? ¿Quién dice a qué hay que igualarse para pertenecer? Todas estas cuestiones que nos oprimen van perpetuando lentamente un identicidio que me parece fundamental combatir", sostiene Juan Solá.
"Partiendo de la base de que los recursos naturales no son tales, sino productos de la naturaleza que elegimos explotar vilmente, pienso que nuestro recurso real es la diversidad dentro de la especie. Y qué tiene cada uno para ofrecerle al mundo, dejando de lado fanatismos y falsos liderazgos que lo único que hacen es reproducir conductas opresoras en personas que se ven sometidas por ciertos regímenes de acción política o de pensamiento. Nos quitan libertades y ponen nuestros cuerpos y nuestras identidades en manos de un capitalismo salvaje que pretende cobrarse en nuestros cuerpos su fiesta."
Hablando de diversidad, y de la suya personal como escritor, también aparece el poemario Esquelas. O Naranja en flúo, novela infantil atravesada por la cultura guaraní. Y Microalmas, con pequeños relatos acerca del amor en distintas circunstancias. En Épica urbana, en cambio, se animó a los textos de no-ficción, un poco en el formato de las Aguafuertes de Arlt, pero con un estilo más propio de Polosecki en la búsqueda de historias y personas periféricas. Es un compendio de publicaciones en Facebook que habían tenido gran repercusión. Hace poco, Solá se definió como "un explorador de los modos de contar".
La búsqueda de la libertad parece un denominador común en tu obra. ¿Qué otros ejes identifican tu literatura?
--Invisible, por ejemplo, habla de los límites socialmente establecidos para la locura y la cordura; hay algo de la libertad detrás de eso que hace mucho ruido, que está muy presente y que me parece necesario. Pero otro concepto que me interesó siempre, más allá de la libertad, es la ecología. Y es algo que hoy suena mucho, por suerte, entonces me interesa contribuir exponiendo mi punto de vista. Sobre todo proviniendo de un territorio como Chaco, que es bastante explotado. Nuestro Impenetrable ya no es tal. Tenemos un gobernador que dispone de los recursos como si se tratara del patio de su casa, y me parece fundamental entender que desde mi trabajo puedo militar causas que tienen que ver con el bien común y con la preservación de la naturaleza. Si no hay tierra, ¿dónde vamos a hacer la revolución?
Cuarentena y después
"Resido en Resistencia. Vine a pasar la cuarentena y me quedé, aunque la intención es mudarme. Soy una persona bastante nómade. Viví en Brasil, pero volví cuando mi papá enfermó y murió. Entonces empecé dos años de gira sin parar, sin casa fija, recorriendo el país, también Paraguay, Uruguay, Chile, hasta que regresé a Chaco para parar un poco. Se ve que lo necesitaba", reconoce el escritor, quien durante la pandemia concretó proyectos que venía postergando justamente por ese constante movimiento. Galaxia e Invisible son los ejemplos principales.
Pero el parate también le sirvió para concederse una reflexión personal sobre las redes sociales, en las que Juan Solá acumula muchos seguidores: 205 mil en FB y 166 mil en IG. "Las redes me ayudan a difundir y viralizar mi trabajo. Y eso puede llevar a que se me interprete como un autor que empezó a escribir en las redes, aunque cuando publiqué mis primeros cuentos ni siquiera existía Google. Ahora ya no las uso tanto como antes, trato de seleccionar el contenido para no caer en esa demanda multitasking de producción constante."
Dijiste que "la difusión basada en plataformas virtuales puede ir en detrimento de la identidad artística". ¿Cómo sería?
--Lo digital tiene su propia estructura, sus propias leyes y códigos. Y te empujan a elaborar tu trabajo artístico bajo ciertas condiciones que permitan mayor amplitud de difusión. Entonces veo a muchos artistas, escritores, escritoras, perdiéndose en ese intento de adaptación a la red social y dejando de lado la búsqueda real del acto de la escritura. Creo que lo digital es una herramienta como cualquier otra que nos permite tanto construir una casa como rompernos la cabeza. Depende de las manos en las que caiga, claro. En mi caso, me gusta pensar que lo digital me da la oportunidad de difundir dónde voy a transitar en carne y hueso, así se pueden producir encuentros.
¿Tus viajes antes de la cuarentena te dieron historias o personajes que luego llevaste a tus libros?
--Ayudaron a la forma de construir los personajes, de ver los gestos, las luces y sombras de un rostro. Y de poder, a través de eso, hacer una mirada interpretativa de ciertas cuestiones que me interesan, de índole particularmente social. Mi literatura tiene esa tendencia. Y viajar es una herramienta muy útil para llevar adelante la investigación de las emociones. Pero para mí es fundamental no solo por la difusión de mi trabajo, sino por la posibilidad de encuentro con mis lectoras y lectores, esa posibilidad de intercambio cuerpo a cuerpo. Hay gente que no cuenta con la posibilidad de leer en formatos digitales, entonces me parece importante llegar a ellos. Hablo de gente de la tercera edad, pero también de gente en contexto de encierro. Eso es algo que lo digital nunca va a poder reemplazar.
¿No creés que inevitablemente vamos camino al consumo digital, en detrimento del analógico?
--Siempre digo: digitalicemos todo, excepto el secreto de cómo liberarnos de lo digital. No seamos cien por ciento electrodependientes, porque esa estructura un día se puede desplomar. Además, pensemos que la energía eléctrica es un recurso que ni siquiera todo el mundo tiene en su casa, y con el cual cada vez menos personas pueden contar porque la globalización es bastante impiadosa con quienes no terminan de adaptarse al salto digital. Estamos hablando de comunidades donde lo digital no forma parte de su cotidiano, entonces me parece importante que el libro llegue a esos lugares. Especialmente cuando las historias que se cuentan tienen mucho que ver con esas realidades. Por eso viajar me sumó tanta experiencia.
¿Hay algún género o formato, incluso fuera de la literatura, que te gustaría explorar y producir?
--En su momento estudié cine. Una carrera que no terminé, pero que siempre me interesó. Incluso me gustaría trabajar con relatos míos en formato audiovisual, porque generalmente cuando escribo hay una mirada de ese tipo en la construcción de las escenas. Es algo que me quedó de la facu, decidí incluirlo en mi práctica autoral y me sirve un montón. Y otro pendiente es el mundo de la locución y del doblaje, que cuando me asiente a gusto y piacere en algún territorio empezaré a trabajar. Sin dejar por supuesto los viajes, que siempre me sirven para ver más mundo e interactuar con él.