“¿Dónde está la revolución?”, pregunta en tono de urgencia Dave Gahan en el primer single de Spirit, el décimocuarto álbum de Depeche Mode, y la respuesta –algo cínica, por cierto– bien podría ser: “seguro que no en este disco”. Es que, en lo sonoro, el trío inglés se mueve aquí dentro de su zona de confort, incluso al punto de evocar otras épocas de su propia historia. Esos riesgos que Gahan, Martin Gore y Andy Fletcher asumían como parte de la combustión que llevaban a Depeche Mode hacia adelante –en sus inicios como pioneros del synth pop o en el volantazo que supuso Violator, por ejemplo– ahora aparecen apenas como destellos, como si moverse fuera de la marca registrada de la banda pudiera hacerla tambalear.
Ahora bien, el hecho de que en todo Spirit no haya un momento que realmente sorprenda al oyente, ¿es necesariamente algo negativo? Con mayores o menores bemoles, bien podría decirse que eso sucede con los discos de Depeche Mode desde Ultra en adelante. Y tiene lógica: ¿cuántas revoluciones estéticas –externas e internas– puede liderar un mismo artista? Gahan, Gore y Fletcher han construido una personalidad grupal amplia y distintiva, de allí que pedirles nuevas variantes cuando se acercan a las cuatro décadas de carrera suene algo injusto. Depeche Mode, a esta altura, hace discos de Depeche Mode. Y mientras sus canciones continúen teniendo consistencia, será interesante y disfrutable prestarles atención... antes de regresar a los clásicos, claro.
De todos modos, la revolución que reclama el trío no tiene que ver con sintetizadores ni guitarras, sino con los tiempos que se viven en un mundo mucho más material que el que Gore suele abordar en sus canciones. “Estamos retrocediendo/ armados con nueva tecnología/ retrocediendo/ a la mentalidad del hombre de las cavernas”, canta Gahan en “Going Backwards”, el tema que abre Spirit. Durante las siguientes dos canciones, la sensación de frustración y enojo por la situación global continúa, primero en el llamado a la acción de “Where’s the Revolution” (“el tren está llegando / subite”, insta) y luego asumiendo el lugar equivocado de quienes están dispuestos a un linchamiento en un momento en el que dejó de haber soluciones y “ya no quedan excusas”. Incluso “Scum” puede entenderse como parte de ese abordaje de lo colectivo, con un lenguaje directo en el que las metáforas se diluyen en la rabia con la que Gahan marca cada palabra.
Spirit probablemente sea el disco más político de Depeche Mode, pero a partir del quinto tema, las relaciones personales entran en escena, desde la sensualidad que destila la dama a la que le canta “You Move” hasta la sensación de estar con la persona equivocada que retrata “Poison Heart”. En medio, el hombre pide refugio en “Cover Me” y promete “rodear de amor” a la persona amada “cuando las nubes negras asciendan/ y la radiación diluvie” en la climática “Eternal”. “So Much Love” levanta los bpm (y transporta por un rato a Songs of Faith and Devotion) mientras Gaham clama que “hay mucho amor” dentro de él y “No More (This Is the Last Time)” pone en práctica la política de la verdad porque, al fin y al cabo, ya no hay vuelta atrás en la relación.
Entre esas dos canciones, “Poorman” retoma la visión social, con Gore apuntándole a las corporaciones como culpables de las situaciones de pobreza. Y esto, claro, enciende algunas alarmas: ¿acaso Depeche Mode no es parte del status quo de la música y sus integrantes cincuentones millonarios? De algún modo, la sospecha no salpica al trío, que elige su formato menos bombástico para transmitir el mensaje. Y el final con “Fail” deja regusto a pesimismo, como si le hablara a una generación –la suya– que metió la pata. “No tenemos esperanzas, olviden la negación/ Nuestras almas están corruptas/ Nuestras mentes están confundidas/ Nuestras conciencias, en bancarrota/ Oh, estamos jodidos”, lamenta Gore. Pero si el tren está llegando, mejor estar preparados para asumir los errores y así poder entender que es tiempo de revolución.