Circula por ahí un disco nuevo de La Chicana. Se llama Hikikomori y, por ahora, casi a contramano de los tiempos, existe sólo en formato físico. A las plataformas de streaming llegará en algún momento más o menos pronto, prometen Acho Estol y Dolores Solá. Así que por ahora quienes deseen descubrir su contenido tienen pocas opciones: comprarlo, esperar la aparición de los cortes de difusión o seguir el streaming que el dúo hará este sábado a las 22 en el ciclo Tasso Virtual (del Torquato Tasso, claro). Allí la dupla promete develar algunos de los temas del flamante CD, además de los clásicos del grupo y alguno de los infaltables del último tiempo. Hikikomori es el sonido de La Chicana en pleno. Si en La Pampa Grande y Antihéroes y tumbas había desvíos que podían leerse (escucharse) como búsquedas puntuales, aquí su síntesis marca registrada –ya que se cansaron de la etiqueta “eclécticos” está de punta a punta.
-¿Por qué siguen apostando al formato físico?
Acho Estol: -Primero por el fetichismo, el nuestro sobre todo. Tener un objeto en la mano... es como un libro de arte. Es prescindible, pero yo no quiero ver el techo de la Capilla Sixtina en una pantalla. El CD viene con una estética, su librito. Y hay otra cosa linda, que es darle valor al lanzamiento: que durante un tiempo sólo lo escuche quien se ocupó de conseguirlo. Después cuando lo subís a las redes lo tiene todo el mundo en el bolsillo y es una cosa más tratando de hacerse notar.
Dolores Solá: -Nuestra infancia estuvo marcada por ese encuentro con el disco. Íbamos al Centro Cultural del Disco y lo poníamos en sus cabinas, lo escuchabas y lo tenías en las manos. Ese fetichismo lo tenemos generacionalmente y no podemos ni queremos desprendernos de eso. En el caso de La Chicana, además, las gráficas que hace Acho son muy barrocas. Hay guiños, homenajes, cosas muy hermosas que son un viaje mirarlas. Completan la propuesta musical.
-Desde lo temático revisitan lugares frecuentes, pero también hay un tono más arriba que de costumbre, ¿cómo fue la búsqueda?
A. E.: -El tono es apocalíptico, algo que ya venía de antes de la pandemia y fue una coincidencia. Los 15 temas tienen una unidad entre su encierro, su paranoía y su esperanza. Pero sí es cierto que la energía es medio desenfrenada. Y quizás que nada de lo que se escucha salió de un estudio profesional le da cierta cosa de desahogo, porque ni estás en un estudio que pagás con un técnico para hacer las cosas prolijamente. Cada nota que está ahí tenía que servir para nuestra salud mental.
D. S.: -Hay poco tango, que la gente percibe para abajo. Este disco tiene uno sólo y quizás por eso parece un disco más para arriba, por eso fue una tabla de salvación en estos meses. Sí hay un clima en estas letras de supervivencia. Es muy loco, Acho me decía “vamos a hacer un disco posnuclear”. Y esto fue antes de la pandemia, nunca imaginamos algo así.
-"Futuro vencido" suena a continuación de "Batallas", con su cosa de política cotidiana y -ahora- con un aire antimacrista. "Gatillo fácil" parece dedicada a Bullrich. ¿Es así?
A. E.: -No suelo ni puedo ser muy literal. En estas luchas, “Futuro vencido” empieza como una épica contra la autodestrucción. Empieza como un jipismo resignado, pero me gusta lo beligerante. Hay un “Guerra” en Demos y rarezas. Claramente estamos en guerra, esta poética viene del macrismo y lo que vivimos esos cuatro años. A mí lo que más me preocupó y me pareció grave fueron las cuestiones de clima de guerra social, gatillo fácil, conceptos oscuros que estuvieron presentes: represión, gente desaparecida misteriosamente, la invención de enemigos, sometimiento. Me pareció horrible. Eso influyó en las canciones de manera inconsciente. En ningún momento me planteé “voy a escribir algo sobre el macrismo”. Supongo que tienen una universalidad que si los escuchás podrían hablar de Lucrecia Borgia o de China dentro de 400 años. Pero aparece una moraleja violenta, porque esa guerra hay que darla, porque sino ganan ellos más rápido. Aunque tengamos todas las de perder, aunque sea desigual, porque es la lucha de clases, son versiones domésticas de una lucha filosófica, no ya política.
-Ustedes, además, sentaron posición públicamente en el último período, ¿cómo llevaron los últimos cuatro años? ¿Cómo ven la etapa actual?
D. S.: -Estos cuatro años que pasamos casi que nos salvó la militancia, uso la palabra con mucho respeto porque el militante se dedica las 24 horas del día. Pero poner el cuerpo, bajar línea desde el escenario, tocar gratis para muchas causas nos salvó bastante de la desesperación y la tristeza de que nuestro pueblo votara a Macri. Y directamente proporcional fue la alegría del año pasado, y ese 10 de diciembre en la plaza. Nos salvó esa forma de amor que también es la militancia, una forma muy hermosa porque es un amor en comunidad. El momento actual lo veo recontra jodido, no solamente porque hay que reconstruir un país en medio de una pandemia con el mundo quebrado, sino porque los años de Macri dejaron una derecha muy envalentonada. Aunque siempre tienen las armas, lo económico y los medios, pero ahora está desatada. Sumale los lentos del medio, que sostienen cosas que el ABC de la política te dice que son una estupidez. “Bueno, no hay que enfrentar, hay que estar todos de acuerdo con algunas cosas...” y no, no estamos de acuerdo con el país que queremos.
A. E.: -La llevamos como el orto. Pensábamos “¿Qué carajo está pasando?” “¿Cómo puede ser que se acepte esto, con las experiencias que tuvimos durante la dictadura militar, cómo se puede aceptar como sentido común las premisas más primitivas de ese neoliberalismo económico?” Hacía mucho que no nos tiraban gases lacrimógenos.
-Volviendo al disco, tienen mucha fuerza las historias que cuentan. Dolores, ¿cómo te hacés con esos personajes?
D. S.: -No me cuesta, en realidad. Contar una historia es siempre un desafío y una tarea maravillosa y si bien me pongo en la piel de cada personaje, no dejo de ser yo. No cambio la voz. Esas canciones me inspiran. Me cuesta mucho cantar letras poco carnosas. Ciertas letras del rock me son como blandas, por ejemplo.
-Acho, ¿por qué te interesa contar esas historias?
A. E.: -Creo que es lo más fácil porque para generar una emoción tenés que contar algo. Un cuadro que te emociona también te cuenta algo. Y las canciones son tan viejas como los relatos. Se usaban para recordar la historia, vos a través de métrica y rima te podés acordar la Ilíada o la Odisea. La canción ayuda a la memoria de los pueblos. Creo que cuando la música cuenta de forma abstracta, es misterioso. Pero si le agregás la palabra, amplificás, reforzás, podés llevarlo a un punto muy emotivo. Por eso me gusta narrar y sobre todo, narrar melodramáticamente, casi en los bordes de la cursilería, para tocar las emociones profundas.