De Nueva York a Milán, y de allí nuevamente a la Gran Manzana. Publicada por primera vez en 2004, la novela Human Capital, escrita por Stephen Amidon, versaba sobre el enfrentamiento entre dos matrimonios neoyorquinos de distintas clases sociales unidos a raíz de una tragedia desencadenada por sus hijos. A falta de una, hubo dos adaptaciones al formato largometraje. La primera data de 2013 y estuvo a cargo del director italiano Paolo Virzì, quien trasladó la acción de Nueva York a los coquetos suburbios milaneses. La otra, guionada por Oren Moverman y con Marc Meyers en la silla ocupando la silla plegable, data de 2019 y marcó el regreso de la acción al punto de origen, estableciendo así una circularidad que dialoga directamente con los vericuetos del relato. Luego de su premiere mundial en el Festival de Toronto del año pasado, durante 2020 llegó a varios países a través de distintas plataformas de internet y formatos hogareños, para desembarcar finalmente en América Latina. ¿Cuándo? Este lunes a las 22 en TNT.
Parte del ciclo de estrenos de TNT Original y del sello cinematográfico Particular Crowd, Capital humano muestra una misma historia desde la perspectiva de cada protagonista. Uno de ellos es Drew (Liev Schreiber), un agente de bienes raíces con poco éxito y sin mucho dinero cuya hija adolescente, Shannon (Maya Hawke, hija de los actores Ethan Hawke y Uma Thurman), está en el último año de la secundaria y vivencia en carne propia las rugosidades del amor enfrascándose en una compleja relación con Ian (Alex Wolff). Ajenos a esa situación, los padres de él, Quint (Peter Sarsgaard) y Carrie (Marisa Tomei), viven literalmente en una burbuja, una casa vidriada desde donde él comanda movimientos financieros de cifras con una cantidad ingente de ceros. No pasará mucho tiempo para que Drew quiera invertir sus (pocos) ahorros a través de Quint, al tiempo que Shannon e Ian se enfrentan a una situación límite que involucra tanto a ellos como al resto de la parentela.
“Pude conocer al autor del libro en el estreno en el Festival de Toronto, y después de la proyección me dijo que Ian era exactamente igual a como él lo había imaginado mientras escribía”, contó el ascendente Alex Wolff durante la entrevista con medios latinoamericanos de la que participó Página/12. Junto al actor y cantante, que viene de protagonizar las nuevas entregas de Jumanji y el reputado film de terror Hereditary, estuvo el director Marc Meyers, quien si bien reconoció la influencia tanto del libro como de la película anterior en su versión, se ciñó a pies juntillas a las líneas del guion escrito por Oren Moverman: “Por lo general, las películas norteamericanas son tan económicas en sus diálogos que es muy difícil descubrir cómo es el personaje en cuestión, qué está pasando por su cabeza. El guion de Oren tenía muchísimos diálogos precisos que describen con profundidad las características de cada uno, lo que a su vez le daba muchas posibilidades a los actores para que exploren en su interior”.
-¿Se sintió distinto ver la película de 2013 sabiendo que luego filmarías la tuya?
Marc Meyers: -Fue raro, pero sabía que la mía sería muy diferente, situada en otro lugar y con un tono muy distinto. La vi una vez y en mi cabeza saqué cosas que no quería repetir o no me parecían relevantes si la historia transcurría en Estados Unidos. Sé que los actores también la vieron, pero después le dieron su propia impronta y trabajaron con su energía y personalidad. En este tipo de proyectos independientes, si todo el equipo tira hacia el mismo lado, más allá de las diferencias de enfoque, las cosas salen bien.
Alex Wolff: - Yo hice las dos cosas. Si bien ese material me resultó útil, acá sabía que la diferencia estaba dada por la manera de escribir de Oren. Además, no quería copiar al personaje del libro ni al de la película. Desde que leí el guion vengo pensando que sería interesante ver esta película hecha por directores y actores distintos, porque la historia es tan jugosa y poderosa que admite muchos enfoques posibles. Seguramente mi personaje sería totalmente diferente. Es un guion que incluso podría adaptarse para el teatro.
-Marc, vos también sos guionista, y hasta ahora habías dirigido solo películas escritas por vos. ¿Te involucraste en el guion?
M. M.: -Sí, me junté varias veces con Oren para proponerle algunas ideas que quería que estuvieran. Mientras buscaba locaciones, empecé a ver cómo sería llevar el texto a la realidad de un rodaje, y hubo algunas modificaciones y ajustes relacionados con eso. Me gustó esa manera de trabajar porque me permitió no preocuparme tanto por el guion y focalizarme íntegramente en la dirección.
-La historia arranca con un incidente que afecta a todos los protagonistas. ¿Creen que las personas deben pasar por una experiencia límite para mostrar su verdadera personalidad?
M. M.: -La película habla de cierta manera de la fractura de una comunidad, que es algo que puede verse muy claramente en este contexto de pandemia. Cuando hacía la película, había otra cosa dando vueltas en mi cabeza, que era que todos prefieren salvarse a sí mismos antes que pensar en el bienestar de todos.
M. M.: -Es que en cada personaje convive un lado bueno y otro malo. Todos tienen conflictos internos muy fuertes, incluso más allá de los que generan una situación puntual. Una de las cosas interesantes de la película es que trabaja la cuestión de la empatía, de ponerse en la piel del otro para saber qué le está pasando y por qué hace lo que hace.
A. W.: -Son personajes contradictorios envueltos en situaciones complejas que involucran dinero, mentiras y hasta una muerte. Pero soy un ferviente creyente de que las películas que funcionan en distintos niveles tienen personajes tridimensionales, con muchos matices. En ese sentido, no hay respuestas correctas o incorrectas sobre cómo proceder ante una determinada situación. Yo no sé si haría algo distinto a lo que hace la mayoría de los personajes, a todos los entiendo perfectamente. No depende de nosotros, los actores, volver a un personaje agradable, pero si uno los hace humanos los vuelve fáciles de entender. Y tratar de entenderlos para ver qué nos dicen ellos sobre nosotros es mucho mejor que juzgarlos.