¿Cómo andan en estas fechas? ¿Todo bien o más nerviosos que Papá Noel leyendo los millones de cartas de niñes pidiendo que envíe los regalos con la aplicación de Glovo? Hoy quiero hablar de esta hermosa fiesta que se acerca y que, más allá de las creencias que tengamos en materia religiosa, igualmente ablanda los corazones y nos pone en modo “sensible”. 

Por estos días prácticamente todos los programas de televisión reúnen a una caravana de expertos para hablar de la Navidad desde todos sus ángulos. Están los economistas que te aconsejan cómo ahorrar dinero con la comida, la bebida, y la mesa de dulces. Algunos sugieren, desde el más obvio sentido común, que calculemos bien lo que vamos a comprar en función de la gente que viene esa noche, y no en función a la gente que pasó y pasará por nuestras vidas. Porque, ¿vieron que a veces se exagera? De golpe estás vos sola sentada a la mesa, ya la mitad de la gente se fue y casi la otra mitad está medio mamada, ya fuera de juego, y te encontrás con medio pan dulce, tres turrones, un bol lleno de garrapiñadas, otro de nueces y algún que otro mantecol... ¡qué manera de sobrar cosas! Y vos igual le seguís entrando como si la cena recién empezara. Yo propongo que el día después se haga con todo lo que sobra una especie de venta de garaje o de feria americana, para amortizar un poco tanto cálculo errado. 

Después tenés esos especialistas en dar tips para quedar mal con todo el mundo: que compres segundas o terceras marcas, que no le pongas sal a la comida porque eso le da sed a los invitados, que mandes a los chicos a saludar a sus amigos para que vayan picando algo, que pases por al lado del que ves que come mucho y lo llames a la reflexión, que no invites al tío Pancho, mundialmente conocido por su capacidad para engullir, faena que solo es interrumpida por la llegada de la ambulancia. También están los expertos en pirotecnia, que te explican que durante la Nochebuena no hay que hacer todo lo que terminan haciendo tus primos (con esto, fuera de broma, espero que este año no se utilice). Y claro, no pueden faltar los infatigables nutricionistas, mostrando platos en cámara y diciéndote que, si comés un poco de vitel toné, una porción de ensalada rusa, un cachito de pan dulce y una garrapiñada, pasado mañana el pantalón que te entraba justo se te trabará ni bien le intentes poner el pie adentro. Hummm... creo que esta prédica se encuentra entre el top 5 de cosas que se sabe no debemos hacer e igual terminamos haciendo. Tranquila gente, que el símbolo de la Navidad es Papá Noel (el símbolo costumbrista, no el religioso, lo digo antes que alguien se enoje), quien no es precisamente un flaco fibroso con los abdominales marcados...

De todos modos, más allá del humor, lo importante es que cada familia tenga su mesa navideña, en la medida de sus posibilidades, para poder festejar y darse ese momento de amor y de ternura que todos necesitamos para vivir y sobre todo después de un año tan difícil. Ese es mi deseo para todes mis lectores de Página 12: que tengan una navidad llena de amor del bueno, de ese que está para apoyar cuando otras cosas no están bien, de ese que está para disfrutar cuando las cosas están mejor. De ese que tiene que estar siempre, porque si falta, falta todo, aunque parezca que haya mucho. ¡Feliz navidad para todes!