El 29 de diciembre, los ciudadanes que luchamos por una sociedad sincera, sin dobles morales y sin hipocresías, apoyaremos para que sea ley esto tan esperado: “La Ley de Interrupción al embarazo”.
Sabemos los enormes intereses de la Iglesia católica por coartar la decisión ciudadana de legislar una práctica constante y clandestina que condena a miles de mujeres a la muerte y a la ilegalidad. El comercio del aborto no es condenable por estos grupos, lo que se condena es su legalización.
Durante los debates, senadores y diputados “Pro- Vida” levantan las banderas de la discapacidad para manipular desde lo sensiblero y desde la moralina de plastilina, las conciencias sociales. Perpetuar el estado presente de ilegalidad y comercio. Un falso golpe de pecho de padres que ostentan querer a sus hijos/ hijas (sabemos detestan el lenguaje inclusivo) “pese a ser parapléjicos, tener síndrome de down u otra característica” que según ellos, los hace discapacitados. Son tan buenas personas, que así mismo dicen: “hijito/ hijita, papá igual te quiere”. Me gustaría decirles a estas personas que como madre de un hijo con autismo de 22 años, me parece una declaración obscena y de una bajeza moral alarmante, decir “viniste fallado/ a pero te quiero igual”. Sería hermoso que esas personas a las que ellos deciden representar, pudieran contestar “metéte el amor a dónde más te quepa”. Eso no es amor, es lástima y soberbia.
La maternidad será deseada o no será no es una frase, es un principio de vida que se sostiene. Un compromiso con ese ser al que se ha decidido acompañar en el trayecto de esta vida para que pueda desarrollar sus plenitudes, más allá de las presiones y las convenciones de este sistema que impone para ser considerado “normal”. Es inmoral usar a este grupo humano para manipular la decisión autónoma de las mujeres sobre sus cuerpos.
No estamos a favor del aborto para “descartar a los que vienen defectuosos”.
Eso es lo que piensan los mezquinos, que solamente entienden la vida desde la productividad y la ganancia. Estamos luchando para que se termine la ilegalidad de una práctica riesgosa con la que se lucra y se somete a la oscuridad a las mujeres que por razones personales, que no tienen que explicar a nadie, deciden no ser madres.
“Dios te lo dio porque sabe que vos vas a poder cuidarlo”. ¡Mentira! Ni Dios ni los padres tenemos la menor idea de qué es criar a una persona diferente. Es desesperante al principio, se te rompe la vida, la pasás de terror porque tampoco la sociedad está preparada. La respuesta inmediata que se recibe es la indiferencia social, el aislamiento y la lástima.
Lleva mucho tiempo armarse, hacerse fuerte y encontrar los valores morales que te sostengan para acompañar al hijo/ a, a vivir una vida plena, lejos del resentimiento. Es una lucha de derechos y es conciencia social. Es maternidad deseada.
Levantar las banderas de que vivan solamente los que “no vienen fallados”, es una consigna fascista y eso es lo que usan los Pro-Vida para manipular a la población y querer convencer a los ciudadanos que estar a favor de la legalidad del aborto es querer asesinar a los que nos son “normales”.
Llega el 29 de diciembre y sabemos que deberemos escuchar una caterva de moralidades basadas en los preceptos del catolicismo y la doble moral para parar la legislación de una ley que se hace necesaria e imprescindible por derecho a la salud y la autonomía de los cuerpos.
Miles de veces hemos dicho “la ley de interrupción del embarazo” no es obligatoria. Cada mujer tiene autonomía para decidir sobre algo tan importante y vital como es dar vida.
Como madre de un hombre con autismo, me siento en la necesidad de expresar esta mirada porque me parece una falta de respeto y una distorsión maliciosa usar a la discapacidad para manipular la opinión pública. Para que se siga ejerciendo la inmoral práctica de los abortos clandestinos poniendo en riesgo miles de vida, enriqueciendo las arcas de clínicas privadas y médicos , mientras los que no pueden pagar arriesgan sus vidas o pierden su existencia dejando huérfanos a sus hijos.
"Quiero a mi hijo aunque vino fallado y no lo abortaría", dicen los Pro- Vida haciendo alarde de ser buenas personas. No hay seres humanos fallados. El amor no se mide en productividad. A los hijos/as se los quiere y no se hace alarde del cuidado y de la abnegación con que se los cuida más allá de cualesquiera que sea la condición de vida.
Es necesario desenmascarar esta manipulación. No usen la discapacidad para distorsionar una ley que busca la salud y la protección de las mujeres sobre la autodeterminación de sus cuerpos.
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