Santiago Barrionuevo lo pasaba a buscar cuando recién arrancaba con El Mató a un Polícia Motorizado para versiones espaciales de sus respectivas bandas mientras el sol platense caía sobre un fondo de monoblocks y horizonte krautrockero. "Éramos felices. Nos importaba nada más que la música y los pequeños sucesos alrededor de una amistad" dice Chango. En tanto que Shaman Herrera, coterráneo de Comodoro Rivadavia y compañero suyo en grupos que marcaron el indie platense como La Patrulla Espacial y Los Hombres en Llamas, no duda en definirlo como "el tipo que manejaba el lenguaje de rock como ninguno de nosotros podía hacerlo. Un fan de los Stones y de los Ratones que podía llevar esa fascinación a otro nivel y a la vez enseñarte sobre The Beta Band".
Maxi Prietto, con quien compartió tugurios y empanadas de vigilia, lo describe como “un ser de sensibilidad y buen gusto que le sabe sacar un sonido único a su instrumento". Una fascinación que también se percibe en Tom Quintans de Bestia Bebé, que hace no tanto, cuando se quedaron sin segunda guitarra, lo reclutó para la banda. Y el estilo y la clase de Tomás "Boui" Vilche --de él hablamos, claro-- resultaron la solución ideal. "Yo siempre digo que es como un Riquelme de la guitarra", cuenta Tom. Y cuando Boui lo escucha, sonríe. "Siempre me gustó hacer mi música, mis propios temas. Pero también sumarme a la música de otros", asegura luego de años de integrar bandas de todo tipo y de finalmente sacar un disco solista, La luna durmiendo, en el que logró plasmar mejor que nunca antes su reconocido groove rockero. Ese stonaje de alma criado a base de cassettes de Los Ratones pero también del trip flashero de los Stone Roses o Primal Scream que conoció ya de muy chico, en los 90, cuando descargaba música por internet.
"Era la época del Napster, del Audiogalaxy. Como mucho podías bajarte uno o dos temas por día. Para tener el disco entero tenías que esperar una semana", remarca Boui que sacaba la información y recomendaciones de Pink Moon, un fanzine digital que derribaba con malicia e irreverencia varios popes y tótems del rock nacional (y no pocos del under). "Me encantaban, me hacían reír mucho. Y me enseñaban. Un día inicié con ellos un intercambio de mails y me mandaron a Comodoro un cd-rom con todas bandas y discos que para ellos era de cabecera como The Magnetic Fields, Paoletti, Seremos amigos de Los Gatos, los galeses Gorky's Zygotic Mynci o Spectrum", cuenta Boui, que para retribuirles les mandó él también un cd, incluyendo los mp3 de El Tio Pastaflora y sus Hnos Vicario, su banda.
"Eran unas grabaciones súper under y low-fi, y a los locos les encantó", cuenta sobre el dúo que compartía con Werner Schneider (luego bajista en La Patrulla Espacial) que nació a partir de pasarse horas improvisando música, después del colegio, con una criolla, una eléctrica, un tecladito y percusiones ad-hoc. "Las letras eran como balbuceos de un inglés inventado", sonríe Vilche que después armaba las tapitas y subía los temas a Mandarinas Records, un sitio de libre descarga creado por él mismo --siguiendo el ejemplo de los Pink Moon con Ventolín Records-- que con el tiempo se convirtió en uno de los muestrarios más genuinos de la movida independiente de los dos mil.
Entre el 2002 y el 2005 Tío Pastaflora publicó seis discos que aún hoy suenan frescos y creativos, y que les permitieron entrar en la ya efervescente escena universitaria de La Plata una vez terminaron el secundario y se mudaron a esa ciudad. "Empezamos a tocar seguido. Conocimos a Bicho Bolita, Sr. Tomate, Reimon, los chicos de El Mató", relata quien formó en 2006, con la incorporación de Lucas Borthiry en guitarra y Tulio Simeoni en batería (más Werner en bajo y Boui en guitarra y voz), La Patrulla Espacial. "Nos agarraron unas ganas bárbaras de tocar rock clásico. Me acuerdo de decirle a los pibes: 'Bueno, en este grupo no le tengamos miedo a la estructura de cuatro vueltas y un solo'. Porque hasta ese momento, cuando nos salía eso, decíamos: 'Uy, no. Esto es re cabezón'", sonríe. La prensa de entonces los definió como "Pappo de pepa" y sus fechas se convirtieron en clásicos del under. "Siempre se armaba fiesta", recuerda.
Pero esa fiesta no se prolongó. Lo que venía siendo un proyecto conjunto, con aportes de los cuatro más allá de la autoría original, terminó derivando hacia algo más individual y frío; con el rol del Boui cada vez más relegado y sin espacio para sus aportes. Vilche dejó de cantar en La Patrulla Espacial y el cielo por un momento se oscureció. "Ahí fue muy importante María, mi mujer, porque al ver que la estaba pasando mal me alentó a que terminara los bocetos que tenía en casa, aportándome ideas de producción y hasta de composición, melodías y letras que faltaban, que derivó en toda una nueva música que tomó forma bajo el nombre de Los Bluyines y del cual ella sigue siendo la mitad de su fuerza creativa".
Los Bluyines, un grupo más relajado y desde lo visual con aires de pub-rock, reveló al mismo tiempo una faceta que siempre había deseado: "Una banda que reivindique esa cosa que yo tenia de chico de Ratones Paranoicos pero también ese gusto por la psicodelia y la experimentación". Con Primal Scream como faro, Los Bluyines sacaron discos, covers y remezclas de canciones para los cuales llamaron a gente que admiraban. Uno de ellos, Daniel Melero, mantuvo el interés por su música a través del tiempo y cuando se enteró que iba a sacar su disco solista se copó al instante. "Me llamaba, me daba sugerencias. Hizo un laburo de pre producción sin que se lo pidiera y terminó masterizando el álbum, dándole la última pincelada. El otro día, de la nada, me mandó un mail contándome que había estado escuchando el disco y escribiéndome todas cosas lindas. Me emocionó".
La luna durmiendo es para muchos (y tienen razón) lo mejor que Boui hizo en su vida. Y tal vez por eso, el último tiempo, cuando vuelve trabajo en bici (o de los ensayos con Bestia Bebé en tren), empezó a recordar cuando su padre lo llevaba a escondidas a comprar discos. "Ya se había divorciado de mi mamá. Y como no éramos una famila muy pudiente ella lo retaba cuando me llevaba a una disquería en vez de comprarme zapatillas o cosas para el colegio". Tantos años después, esas escapadas tuvieron su fruto.