Adriana Toporovskaja vive aterrada. Ella y sus trillizas, de 11 años. Desde que a fines de marzo decidió cortar la relación con Gustavo Melnek, camina por las calles con un botón antipánico en una mano y dos celulares marcando el 911 en la otra. “Miro a la gente una a una. Busco su rostro. Temo por nuestras vidas”, dice a PáginaI12, con la esperanza de que volver a darle visibilidad a su historia les brinde mayor seguridad. Seis meses después de que este diario diera a conocer su calvario son más de treinta las denuncias contra su ex por amenazas y desobediencia, porque incumple la restricción de contacto que rige desde el 4 de abril, dictada por el juzgado de Familia N° 9 de Morón, luego de que lo denunciara por violencia de género, cuando una noche la agarró del cuello, la zamarreó y la amenazó de muerte. Fue la última cena que compartieron en familia.
Adriana hizo en total más de 45 denuncias contra Melnek. En el caso actúa la Unidad Fiscal de Instrucción y Juicio (UFIJ) N° 10, de Morón, que lleva adelante la investigación penal preparatoria 10-00-012786-16. Melnek está imputado por los delitos de desobediencia (en 45 oportunidades) y amenazas. La causa avanza con los tiempos previstos por la justicia, pero a Adriana y a sus tres hijas no le alcanza. Y Melnek sigue violando la restricción, casi a diario: ya sea con mensajes de texto, llamadas a su celular o a su casa, o directamente presentándose en el comercio que ella tiene y atiende al público en Morón. El pedido de ayuda desesperado de Adriana refleja los límites de la respuesta judicial, cuando una mujer sufre el acoso y hostigamiento de una ex pareja, que no frena una orden judicial de impedimento de contacto.
Cuenta Adriana que hasta cubrió los vidrios de las ventanas de su casa con plástico opaco para evitar que se puedan percibir desde afuera sus movimientos. “Vivimos como en una cárcel. No podemos ver el sol”, dice la mujer, de 54 años. El hombre se desempeñaba como chofer de la Empresa de Transportes Unidos de Merlo.
Adriana y Melnek estuvieron en pareja alrededor de dos años, sin convivir bajo el mismo techo. “Era una relación estable, éramos compañeros, aunque siempre fue muy celoso. Tengo un sex shop. Y si no me veía en el local cuando pasaba con el colectivo, en su recorrido, bajaba a buscarme. Suponía que yo podía usar los elementos que vendo con algún cliente. Me mandaba mensajes en los que me decía que seguro me había ido con algún cliente. Yo no le contestaba. Los tomaba como un juego”, cuenta ella. Decidió cortar la relación después de que en la noche del 24 de marzo, él “me hizo una escena de celos y me agarró del cuello, delante de las nenas. ‘Mamá es una puta’, les dijo. Fuimos al palier. Me dijo: ‘te voy a matar. Tengo un cuchillo en la mochila’. Empecé a gritar, a pedir auxilio. Solo las nenas me escucharon. Una bajó con un cuchillo de la cocina. Le dije que se fuera. No había sido antes violento. Era celoso”, dice Adriana, sin poder identificar los celos como una forma de control y violencia machista.
La última denuncia contra Melnek la presentó el lunes 24. Una vez más se presentó en la UFIJ N° 10, a cargo de la agente fiscal Paola Pauluk. Declaró que recibió una llamada por número privado y cuando atendió, Melnek le dijo: “Hola, levantá las denuncias, dame una segunda oportunidad, lo nuestro es aparte”. Cortó. Y otra vez la volvió a llamar. “Levantá las denuncias, te voy a matar. Todavía vive Rajel”, le volvió a decir. Rajel es una de las hijas de Adriana, de una relación anterior. Según contó la madre, la niña tiene una afección en el corazón.
El 6 de octubre, según consta en otra denuncia, Melnek se presentó personalmente en su local, ubicado en Morón y le dijo de forma agresiva: “No me metas más denuncias, no me metas más denuncias”. Ella le gritó que se fuera. “Había una pareja viendo la vidriera y se fue. Apreté el botón antipánico y se presentó rápidamente personal policial, que me acompañó a realizar la denuncia”. Dos días antes, el 4 de octubre, Adriana volvió a denunciarlo por violar la restricción de contacto. Dice que el 2 de octubre llamó a su casa: “Quiero volver, yo te amo. Dejame hablar con las nenas”. Ella le cortó. El la llamó al celular y le dijo: “Te amo. Quiero hablar”.
Este diario publicó la historia de Adriana en su edición del 16 de mayo, en una nota de Horacio Cecchi.
“Vivimos aterradas. Las ventanas están cubiertas. Mis niñas y yo vivimos pensando que nos va a matar. Estamos amenazadas de muerte y nos sentimos muy solas”, dice Adriana, que es jefa de hogar y cuyo ex no ve a sus hijas hace varios años. “Mis pruebas de las sucesivas desobediencias en las que incurre Melnek y sus amenazas incluyen audios, mensajes de texto y filmaciones visuales. Así y todo estamos aterradas. Por esta razón pido ayuda. Los medios de comunicación pueden devolvernos la posibilidad de vivir”, se ilusiona la mujer. Al principio, cuando empezó a sufrir las amenazas, llegó a contratar un custodio privado. Pero, dice, no pudo seguir pagándolo. “Lo que quiero es que vaya preso. Así recién vamos a estar tranquilas”, dice.