Emilia 7 puntos
Argentina, 2020
Dirección y guion: César Sodero.
Duración: 97 minutos.
Intérpretes: Sofía Palomino, Claudia Cantero, Ezequiel Díaz, Camila Peralta, Nina Dziembrowski, Jorge Sesán
Estreno en la plataforma CineAr Play.
La vuelta al pago, tránsito geográfico que el cine ha sabido utilizar como punto de partida (y metáfora) de infinitas variaciones de los cambios personales más íntimos. La hipótesis podría afirmar que se trata de la contracara de las road movies: en las películas cuyos protagonistas regresan a su lugar de origen es lo estático de la situación lo que alienta las transformaciones y nunca el movimiento en el espacio. Los choques emocionales y las nuevas visiones sobre el mundo no están pautadas por encuentros en lugares desconocidos sino, por el contrario, gracias al regreso de esos rostros familiares que habían desaparecido del entorno inmediato. La opera prima del realizador rionegrino César Sodero –rodada en su lugar de nacimiento, la ciudad de Sierra Grande– forma parte de esa gran familia cinematográfica y su heroína, una chica veinteañera que vuelve a su pueblo natal en la Patagonia, es una nueva adición a una raza de personajes que debe enfrentar el pasado antes de plantarse ante el presente y el futuro.
Nuevamente, serán los cambios exteriores, esos viejos paisajes y figuras ahora vistos con nuevos ojos, los que permitirán que el fuero íntimo se trastoque y, quizás, transmute. El dilatado plano que abre Emilia es un ejemplo perfecto de síntesis narrativa. En una calle típica de un pueblo de provincia las luces iluminan el asfalto y algunos locales. Llega un auto, pone balizas. Un hombre abre un comercio justo antes de que llegue el micro, en lo que parece ser su última parada. Sólo bajan el chofer y tres personas más: un habitante, un joven viajero y Emilia, que dejó de ser “de ahí” cuando se fue a vivir a la gran ciudad, pero que ahora regresa. Tal vez de manera transitoria, tal vez para siempre. ¿Qué le pasó a Emilia? ¿Por qué volvió? ¿Qué piensa hacer? Son preguntas que se hace (y le hace) su madre luego del protocolo de bienvenida, pero Emilia no sabe/no contesta. Y si lo hace, no puede evitar los rodeos. O se enoja. O se hace la enojada.
Hay algo en ella (una precisa y contenida Sofía Palomino) que la empuja a ponerse a la defensiva, a apretar los dientes y decir poco y nada, a escaparse del nudo de cualquier cuestión. Pero también a tomar decisiones a partir de sus impulsos y deseos, incluso con el riesgo de herir a los demás y/o a ella misma. Emilia consigue rápidamente trabajo en la escuela secundaria como profesora de gimnasia y ya durante las primeras clases una de las alumnas de quinto año convoca su mirada e interés. Fuera del trabajo y lejos de los oídos ajenos, los llamados incesantes a una chica que quedó allá, en la ciudad, dejan en claro que Emilia decidió dar un paso atrás ante una posible relación de pareja estable. “Tuve miedo”, le dice a la voz del otro lado, admitiendo algo que no es capaz de nombrar frente a ninguna otra persona. Ni siquiera ante Lorena, su mejor amiga, casada y con hijos.
Probablemente para intentar olvidar aquello que se abandonó, Emilia seduce y se deja seducir por un compañero de trabajo. También vuelve a compartir lecho y asiento del auto con un ex del pasado remoto, la pareja de Lorena. Emilia sabe que eso puede traer consecuencias desafortunadas para todos los involucrados, pero se manda igual, de manera instintiva. ¿Autodestructiva? Todo depende de la mirada y Sodero sostiene el punto de vista de la protagonista de principio a fin. Un punto de vista particular, que revela tanto como oculta: la mirada de Emilia es opaca y sólo muy cerca del final se hace más transparente, cuando (ahora sí) el encuentro cercano con alguien nuevo en su vida permite avizorar un empujón definitivo para el comienzo de otra etapa. El pueblo y sus habitantes son los mismos. Los miedos siguen teniendo el mismo nombre. La que cambio es Emilia.