Nunca había pasado algo así en los 60 años de historia que lleva la Copa Libertadores: que dos equipos del mismo país, como River y Boca, ejerzan una hegemonía tan marcada sobre los del resto de Sudamérica. Los dos gigantes del fútbol argentino han llegado juntos a semifinales por tercer año consecutivo y nadie descarta que vayan a protagonizar una nueva superfinal el próximo 30 de enero en el estadio Maracaná de Río de Janeiro.
En las seis décadas de recorrido que lleva el máximo torneo continental, se han registrado fuertes predominios de un solo club. Pero jamás de dos como en este caso. Y mucho más en una época en la que resulta muy difícil sostener buenos equipos en el tiempo. De hecho, Boca fue el último bicampeón luego de haber ganado por tiros desde el punto penal las ediciones de 2000 y 2001. Después, en lo que va del siglo 21 ningún club pudo alzar dos copas seguidas. Luego de haber derrotado a Boca en la imborrable final de Madrid en 2018, River estuvo cerca de hacerlo en 2019. Pero la chance se le escurrió de las manos tras perder la definición ante Flamengo en Lima en los últimos cuatro minutos de un dramático partido.
No es casual este fenómeno ni se trata de una apabullante muestra de poderío económico: River y Boca han apostado a fondo por la Copa Libertadores y la han transformado en la medida de todas sus cosas. Y esa apuesta deportiva y económica es mas fuerte que ninguna otra en Sudamérica. Ganar la Copa es el principal objetivo de cada temporada y todas las energías se enfocan en esa dirección casi excluyente. River la viene jugando ininterrumpidamente desde 2015 y salvo 2016, cuando Independiente del Valle de Ecuador lo eliminó en octavos de final, siempre ha tenido un rol protagónico: fue campeón en 2015 y 2018, finalista en 2019 y semifinalista en 2017 y 2020. Boca fue finalista en 2018 y semifinalista en 2016, 2019 y 2020, Ningún otro equipo sudamericano puede mostrar la trayectoria copera de River y Boca en el último lustro de la Libertadores. Ninguno ha dado semejante muestra de competitividad a nivel continental.
De todos modos, hay diferencias en la forma que los dos la han encarado: River sostuvo a Marcelo Gallardo aún después de aquellas eliminaciones a manos de los ecuatorianos en 2016 y de Lanús en 2017, cuando dilapidó una ventaja de tres goles en la llave de semifinales. En cambio, Boca, luego de cada frustración a manos de River, hizo volar todo por el aire: sin ir más lejos, Guillermo Barros Schelotto en 2018 y Gustavo Alfaro en 2019, debieron dejar sus cargos por haberse quedado afuera frente al tradicional adversario.
Convertida en los últimos años en un virtual mano a mano entre los equipos argentinos y brasileños, la Copa Libertadores se ha transformado en el máximo escenario de la rivalidad entre River y Boca. Los títulos locales parecen tener gusto a poco para los dos gigantes. De un tiempo a esta parte, su gran desafío es llegar a ser campeones de América. Si es dejando en el camino al rival de toda la vida, mucho mejor.