En la Costanera Sur, con una lámpara y una linterna, un personaje espectral envuelto en diarios lee las noticias de un periódico. Luego, se sumerge en el Río de la Plata: esas noticias –inscriptas en el cuerpo– se disuelven en el agua. Marta Minujín hizo esta performance llamada Leyendo las noticias, en 1965, cuando los periodistas la llamaban día y noche. Ya había ganado el Premio Di Tella en 1964, trabajaba en La Menensunda. “Me habían ahogado las noticias”, recuerda la artista en diálogo con Radar.

Esta es una de las obras que integran Crear mundos, deslumbrante e imperdible exhibición con la que Proa abre sus puertas en período de distanciamiento social, preventivo y obligatorio. Con la asesoría académica de María Laura Rosa y la curaduría de Cecilia Jaime y Manuela Otero, la exhibición reúne 64 obras de artistas mujeres que en los 24 años de historia de Proa expusieron en la institución. Algunas piezas son las que se vieron antes en sala; otras son diferentes. La exhibición se completará en Proa21 con un grupo de curadoras invitadas que participaron del programa Espacio Contemporáneo; audioguías en Spotify; un ciclo de danza coordinado por Andrea Servera; una instalación de sitio específico de Gabriela Golder y Mariela Yeregui, y proyecciones.

Imposible escapar a la crudeza que esas imágenes dramática de Leyendo las noticias provocan hoy por motivos absolutamente diferentes a los que llevaron a Minujín a realizar esta performance, influenciada por las teorías de Marshall McLuhan. “El tema era cómo el arte se disuelve en las noticias, se disuelve en el mass media”, comentó la artista en una entrevista con Javier Villa para la biografía del catálogo de Marta Minujín, obras 1959-1989, en el Malba, en 2010. Después de Leyendo las noticias continuó su investigación sobre los medios con Invasión instantánea y Simultaneidad en simultaneidad, ambas propuestas cobran absoluta actualidad con la híper conectividad pandémica.

Cuando en 1965 la joven Minujín trabajaba en La Menensunda desplegó estrategias sobre su propio cuerpo. “Yo era una especie de embestida brutal. Siempre me llevé todo por delante: nunca pensé en si era hombre o mujer porque para mí el arte no tiene sexo –señala la artista–. Me casé, me fui a París, tuve un hijo, lo dejé, me fui, volví. Estaba decidida a vivir del arte y tenía claro que el arte era mi eje rector”. Hoy podría pensarse que se trató de una especie de atuendo de supervivencia: “Me empecé a vestir con esos overoles de trabajo para que los hombres no se me tiraran encima: no mostraba las piernas, era como una armadura –dice la artista–. Por suerte nunca nadie me segregó por ser mujer, sí por ser latinoamericana”.

 

En un contexto de reivindicación del rol de las mujeres en distintos ámbitos de la cultura en nuestro país, Proa revisó su propio archivo, un corpus de obras pertenecientes a 250 artistas mujeres. En el Malba, Gabriela Rangel, directora desde septiembre de 2019, en la nueva lectura curatorial de la exposición permanente incluyó obras de artistas mujeres que podrían constituir núcleos de la colección en el futuro.

Bajo la premisa conceptual de la filósofa Donna Haraway, Crear mundos está organizada en cuatro ejes temáticos –que no son estancos, sino que permiten cruces ricos entre obras de distintas salas–. Haraway, especialista en estudios feministas de la ciencia, “considera los desafíos que implican ensayar nuevas aproximaciones hacia los materiales con los que trabajamos en nuestro quehacer cotidiano para crear otras realidades y sociabilidades diferentes de las existentes”, señala Rosa en el texto del catálogo.

La primera sala aborda la cuestión de la materialidad con eje en las desjerarquizaciones que propiciaron las artistas a través del arte textil, los cruces entre arte y diseño, y artes populares. Globo, de la artista palestino-británica Mona Hatoum es una escultura en acero con forma de un globo terráqueo que al tiempo opera como una jaula que puede contener a un hombre. Hay también obras de Mini Zuccheri, Mónica Millán, Dalila Puzzovio, Mónica Giron, Mariela Scafati, Nicola Costantino (con sus carteras Hermès de tetillas masculinas de la serie Peletería humana) y un conjunto de joyas del atuendo femenino mapuche. De Alicia Herrero, se exhibe Estimate U$S 5.000.000.- Quianlang Vase (1998), en la con un patrón que vincula dólares y centímetros, problematiza la cuestión del valor de la obra de arte.

Nin, Mariela Scafati, 2015, sweater y soga

De Delia Cancela –quien se propuso cuestionar desde la vestimenta los límites impuestos por géneros en los años setenta–, apenas uno entra en la sala captura su Homenaje a Mujeres Artistas, donde en el delantal de un maniquí sin rostro incluye retratos de Raquel Forner, Victoria Santa Cruz, Sonia Delaunay y Natalia Gontcharova, entre otras creadoras potentes.

El segundo núcleo hace foco en diversas interpretaciones referidas al espacio desde los afectos con los dibujos de la Laguna de Zempoala de Ana Gallardo y trabajos de Agnes Denes, Adriana Lestido, Marina de Caro, Jenny Holzer, Gachi Hasper, Rosa Barba, Marcela Sinclair, y Cecilia Szalkowicz. Sin título (Sombras), 1969/2020, es una obra efímera y cambiante de Liliana Porter que se completa con las sombras proyectadas del espectador. Las siluetas de esta obra tienen un vínculo poético con la figura espectral de Leyendo las noticias, la performance de Minujín que se encuentra en la sala 3, junto con obras de Sarah Grilo, Margarita Paksa, Leticia Obeid, Julia Masvernat, Inés Drangosch, Mirtha Dermisache, Alejandra Seeber.

La última sala está dedicada a problemáticas vinculadas con la corporalidad, con obras de la artista sudafricana Tracey Rose, integrante del movimiento black feminism, que sostiene que existen concepciones y experiencias vividas por las mujeres de color que son ajenas a las miradas del feminismo occidental blanco. De la reconocida artista alemana Rosemarie Trockel se proyecta el video Buffalo Milly + Billy, donde alude con acidez a la famosa performance Me gusta América y a América le gusto yo (1974) de Joseph Beuys.

Al entra en esa sala del segundo piso lo primero que se ve son tres obras que se potencian mutuamente: VB45, una de las fotografías que registra la performance realizada por Vanessa Beecroft en Kunsthalle, Viena; Silueta Series de Ana Mendieta y cuatro fotografías de la serie Liliana Maresca con su obra.

Sin título, Liliana Maresca, 1983

Los cuerpos femeninos de las performances de Vanessa Beecroft –el vínculo visual con la escultura de Elba Bairon es un hallazgo–son como maniquíes, siempre unificados, perfectos, despojados de imperfecciones humanas. La artista trabaja con cuerpos semidesnudos que llevan accesorios de Gucci, Helmut Lang o diseños Azzedine Alä, entre otros diseñadores. Las fotografías intervenidas digitalmente de Flavia Da Rin, artista con sello inconfundible que hace más de 20 años se pone en la piel de personajes hipnóticos, aluden también a la sumisión a los estereotipos de belleza femenina. Además, en la galería Ruth Benzacar, Da Rin presenta, en una muestra con Mariana Telleria montada en los dos nuevos espacios contiguos a la galería, una serie de imágenes ácidas y al tiempo cargadas de humor que hizo durante el aislamiento social obligatorio.

Tras un cristal y con luz tenue y escenográfica, se exhibe Pregnant Woman (Mujer embarazada) de Louise Bourgeois, una pequeña maravilla hecha con tela y acero inoxidable que remite a las venus paleolíticas, primeras representaciones del cuerpo femenino.

Pregnant Woman, Louise Bourgeois

En Facial Cosmetic Variations (1972), Ana Mendieta se cuestiona su identidad como mujer y migrante latina. Con pelucas, exceso de maquillaje y una media para deformar su rostro, la artista aborda la cuestión de la identidad y los cánones de belleza impuestos a las mujeres alterando su propia apariencia. La niña Mendieta y su hermana habían sido enviadas a EE.UU. por sus padres por medio de la Operación Peter Pan, un programa secreto dirigido por la Iglesia, con ayuda del Departamento de Estado, para sacar de contrabando a miles de chicos de Cuba al inicio del régimen castrista. Con tan sólo 12 años, estuvo en distintas casas de acogida en Florida y en Iowa, sin ver a su madre durante 5 años y a su padre por 18.

Tenía 36 años cuando cayó del piso 34 de un edificio de Nueva York. Se barajaron varias hipótesis: suicidio, accidente u homicidio cometido por su marido, el reconocido artista del minimalismo Carl Andre. Tras 3 años de proceso judicial, Andre, que consiguió que no hubiera jurado en el juicio, fue absuelto por falta de pruebas, aunque hubo vecinos que testificaron haber oído gritos antes de la caída y Andre tenía rasguños, quizá de una pelea.

Liliana Maresca con su obra (1983), la primera serie de fotoperformances de la artista, realizada con Marcos López, se encuentra a pasos de la fotoperformance Facial Cosmetic Variations (1972), de Ana Mendieta: la comunión entre las obras de ambas pioneras de la performances y la centralidad del cuerpo como herramienta de cuestionamiento político es intensa –no se conocieron y tampoco es probable que Maresca conociera la obra de Mendieta–. Como si fueran prótesis o elementos ortopédicos disfuncionales, Maresca incorpora a su cuerpo objetos encontrados y ensamblados recogidos en la basura. “Lo que me interesa particularmente de Maresca es cómo ella ve en el cuerpo un elemento de una carga política muy fuerte. Con los objetos que muestra en esta fotoperformance, el cuerpo aparece comprimido, oprimido. Maresca está problematizando cuestiones del cuerpo a la salida de la dictadura (esas obras son del 83) –explica Rosa. Por lo tanto, no podemos soslayar que las mujeres bajo dictadura sufrieron un tipo de tortura muy diferente que la de los varones: fueron violadas, fueron embarazadas, parieron en cautiverio. En las obras de Maresca aparece esa politización del cuerpo y del desnudo femenino, que deja de ser un desnudo para el deseo masculino”.

La exhibición ilumina la capacidad de estas grandes artistas para crear universos que parecían imposibles. Pusieron el cuerpo –literal y simbólico– en el centro de la escena: abrieron el camino para repensarnos e imaginar nuevas cosmovisiones. Dejaron obra que interpela con avidez abrumadora.

Carteras Hermès de tetillas masculinas, Mini Kelly, Kelly y Birkin, Serie

Crear mundos se puede ver en Fundación Proa: entrada con reserva a través de la web. Jueves a domingo de 11 a 18, Av. Pedro de Mendoza 1929 La Boca, Caminito