Balance atípico el de 2020 para las artes escénicas de la Argentina y del mundo. Primera actividad en cerrar, y casi la última en reabrir, el teatro local sufre las consecuencias de una paralización que atraviesa a la comunidad artística y al conjunto de sus circuitos.
“Debut y despedida”. Así calificaba el empresario Carlos Rottemberg a la temporada teatral 2020 cuando a mediados de marzo se había decretado el comienzo del aislamiento social, preventivo y obligatorio, y la bajada de telón por tiempo indeterminado era ineludible. “El año está perdido”, opinó en esa ocasión el productor en un audio compartido con colegas que se viralizó de inmediato. Y lo que parecía un pronóstico pesimista terminó siendo un diagnóstico acertado de lo que finalmente ocurrió, porque el teatro pudo activar una progresiva reapertura, con programación y aforos reducidos, recién el 13 de noviembre.
“Reabrir las salas fue sobre todo un gesto de resistencia cultural, porque abrir con un aforo del 30 por ciento es oneroso y no se puede sostener. Nosotros abrimos una sola sala, donde estrenamos la obra El acompañamiento, de Carlos Gorostiza, y esa es la sala en la que más pérdida tuvimos”, comenta el productor teatral y miembro de la Asociación Argentina de Empresarios Teatrales y Musicales (AADET).
“Primavera define verano”, fue el lema que él mismo instaló para trazar el camino a seguir de cara al 2021. “Nosotros en octubre tendríamos que haber empezado a trabajar y así habríamos llegado mejor a una programación del verano, con más contratos de trabajo. Pero al reabrir en noviembre hubo más gente que se quedó fuera del circuito”, analiza Rottemberg, que ya prepara sus estrenos en las plazas de Buenos Aires y Mar del Plata en las que trabaja hace más de cuatro décadas, con algunos platos fuertes como Cartas de amor y el regreso de Brujas.
En este sentido, el valor simbólico de la reapertura sirvió de antesala para lo que se espera a partir de enero. “En marzo dije que esto iba a ser un proceso lento y que no iba a llevarnos menos de tres meses recuperar la confianza del público. Cada semana se va a vender un poquito más de entradas, porque se van a ir sumando más testigos, entre artistas, trabajadores y espectadores, que podrán ver que los teatros son lugares seguros. De hecho, hace más de un mes que se abrió y quedó demostrado que las salas que han abierto cuidando los protocolos no tuvieron problemas sanitarios”.
La cartelera veraniega promete un principio de revancha, pero las noticias de rebrotes en distintas partes del mundo provocan incertidumbre. “Nuestro teatro independiente está dado vuelta y los teatros públicos están más cerrados que abiertos. La situación es muy complicada. Y esto es mundial, porque el teatro en Nueva York seguirá cerrado como mínimo hasta el 30 de mayo, en Londres no abrirá hasta que allá sea verano, y en Montevideo acaban de cerrar el teatro El Galpón durante todo enero. Esto desnudó la situación de fragilidad de los artistas y de los músicos, porque la mayoría no tienen un trabajo en relación de dependencia”.
“Es el año más duro de los últimos 100 años, y todavía no podemos terminar de visibilizar cuál es el verdadero daño. Creo que habrá muchas más salas cerradas, y más gente que se dedicaba a la actividad artística que ya no va a poder dedicarse”, aporta por su lado Sebastián Blutrach, productor teatral y también integrante de AADET. La crisis puso a los teatristas ante la necesidad de reinventarse. Y el Teatro Picadero, del cual es dueño, fue uno de los espacios que llevó la delantera en ese proceso ofreciendo espectáculos por streaming y que pudo cerrar también el año con algunas funciones presenciales.
“Abrimos para público en noviembre y ese fue el mes de mayor pérdida”, cuenta Blutrach. Y la paradoja viene dada por el elevado costo económico que implica acondicionar las salas a los protocolos exigidos. “Cuanto más trabajamos, más perdemos”, subraya el productor. “Yo tengo una estructura con la que necesito hacer doce funciones por semana y estoy haciendo cuatro, porque es muy difícil hacer doble función. Y eso nos da la idea de que 2021 también va a ser un año muy parecido a este, por más que haya vacuna”.
Con las expectativas puestas en el futuro inmediato de la actividad, analiza lo que aconteció en las últimas semanas. “Es muy importante resaltar que después de este tiempo con obras en vivo ningún elenco tuvo que suspender las funciones por la aparición de contagios. Eso nos da una luz de esperanza. Y si bien hubo alguna dificultad para convocar espectadores en este final de año, eso tuvo que ver con la falta de estrenos. Pero a medida que vayamos estrenando contenidos interesantes eso va a ir cambiando”.
Precisamente, en El Picadero subirá a escena una de las propuestas más esperadas del año, que iba a estrenarse a finales de marzo: Jauría, que -como ya es tradición en ese espacio- convivirá con reestrenos de clásicos del teatro independiente. “Creo que Jauría va a funcionar muy bien, porque va a generar una renovación en la cartelera que se va a sentir. Y esperamos que desde el Gobierno de la Ciudad puedan habilitarnos el 50 por ciento de aforo, porque eso va a indicar que la pandemia evoluciona bien. Sería muy terrible para la sociedad argentina que todo vuelva a cerrarse, por lo laboral y lo emocional. Quienes hacemos teatro no tenemos margen para que eso ocurra y estamos al límite del aguante. Por eso es fundamental que nos sigamos cuidando”.
Lo que sucedió al interior del circuito comercial se replicó en el oficial, con salas vacías y el desafío de seguir manteniendo viva la llama. Así lo hizo el Teatro Nacional Cervantes, en el año en el que el mismo Blutrach asumió la nueva conducción como asesor de contenidos, programación artística y producción. A la altura de las circunstancias, el Cervantes lanzó Nuestro Teatro, un concurso de obras cortas inéditas con el objetivo de estimular el trabajo de autoras y autores argentinos y a la vez producir nuevos contenidos. Como resultado, 21 obras se filmaron en la emblemática sala María Guerrero, y algunos títulos ya pueden verse en el canal de YouTube del teatro.
“Estoy muy satisfecho con este proyecto, porque me encontré con un equipo de gente muy valiosa que ama lo que hace y que mostró un gran nivel de compromiso profesional. Y por eso pudimos terminar el trabajo con un nivel de excelencia que estuvo por encima de mis expectativas”, sostiene el productor a un año de su gestión, al mismo tiempo que anticipa que algunas de esas obras podrán verse en vivo durante el verano en la Biblioteca Nacional.
En esa línea de trabajar con las nuevas tecnologías también incursionó el Complejo Teatral de Buenos Aires (CTBA), que llevó a cabo el ciclo Modos Híbridos, con el que se propuso producir un abordaje audiovisual de las obras que estaban programadas para la temporada 2020. “Creemos en lo esencial del espectáculo en vivo y de ese vínculo irrepetible e imprescindible que hay entre el artista y el público pero, frente a la dificultad de que eso sucediera, el diálogo con otros lenguajes nos dio nuevos resultados que no solamente sirvieron para que el Complejo Teatral siguiera presente, sino para que continuara con su trabajo de experimentación, que es una de las funciones del teatro público”, afirma Jorge Telerman, director general y artístico del CTBA que este año celebró 20 años a la par del 60º aniversario del Teatro San Martín.
“Estamos muy contentos con el resultado, y la devolución de la crítica y el público nos confirman que este es un trabajo que hay que seguir explorando. Por eso, más allá de que podamos volver con el cien por ciento del aforo para desplegar toda nuestra actividad, nuestra idea es mantener una línea de producción de contenidos con este lenguaje híbrido que no es teatro, ni es cine ni teatro filmado sino un lenguaje nuevo y muy interesante”, agrega.
El fenómeno de las artes escénicas llevadas al campo virtual se expandió durante el aislamiento y parece haber llegado para quedarse. En ese marco, proliferaron desde obras filmadas hasta nuevas producciones realizadas en vivo para plataformas como Zoom, y la posibilidad de llegar a lugares y a públicos impensados compensó la ausencia de la ceremonia teatral. “Las artes escénicas son en vivo. Eso está fuera de discusión. Pero esto nos vino a recordar que la tecnología bien usada también facilita el derecho de acceso a la cultura que, por razones geográficas o económicas, no siempre se garantiza. Por eso el uso de nuevas herramientas no sustituye al arte en vivo, pero sí amplía derechos y permite llegar a todo el país y proyectar lo que se hace aquí a otras comunidades internacionales interesadas en nuestro teatro que es tan rico”.
El próximo será un año en el que Modos Híbridos estrenará nuevas producciones, pero también en el que el CTBA, según informa Telerman, buscará tender puentes para acompañar al sector de la cultura independiente que atraviesa una situación dramática. “Estamos evaluando las condiciones de las distintas salas (Regio, Sarmiento y De la Ribera), para ver cuáles son las pequeñas modificaciones que hay que hacer al sistema de ventilación para cumplir con el estricto protocolo. Porque vamos a tener mucha tarea en el verano con compañías independientes que puedan eventualmente usar alguna de nuestras salas en este tiempo”.
Reconocido por su diversidad de estéticas y formatos, el teatro independiente es el más golpeado. Desde que se habilitaron las funciones presenciales, apenas un puñado de espacios (Espacio Callejón, El Método Kairós y El Extranjero) pudo volver a “dar sala”. “Ya sabíamos que la mayoría no iba a poder reabrir porque hacer una actividad en vivo, y adaptar la sala a lo que pide el protocolo, es muy complicado. Por eso, y a pesar de que el Gobierno de la Ciudad intentó promocionar que volvía el teatro, nosotros nos acogimos a la consigna de que 'el teatro independiente no volvió'”, revela Liliana Weimer, Presidenta de la Asociación Argentina del Teatro Independiente (Artei) que representa a 111 espacios de la Ciudad.
Con una actividad en emergencia, desde marzo los artistas del off se concentraron en la difusión de obras filmadas con modalidad de gorra virtual y organizaron festivales virtuales para recaudar fondos. Pero en su casi totalidad no pudieron siquiera llevar a cabo funciones por streaming cuando el protocolo así lo habilitó. “Muy pocos pudieron hacerlo porque es un sistema caro y había que adaptarse a condiciones bastante difíciles de llevar a cabo”, comenta la actriz, quien asegura que han recibido ayuda por parte del Estado, aunque remarca diferencias entre las gestiones de cultura de Ciudad y Nación. “Hemos podido acceder a un diálogo con el Ministerio de Cultura nacional y el Instituto Nacional del Teatro (INT). Y en este momento ambos ya están pensando en acciones y estrategias para el primer semestre de 2021. En cambio, por parte de Ciudad hemos recibido una ayuda que hubo que pelear muchísimo para que saliera, pero luego argumentan que no hay más recursos y no nos dan respuestas a nuestros reclamos”.
El principal reclamo es, justamente, la declaración de Emergencia Cultural para un circuito en el que ya se contabilizan más de 20 espacios cerrados (entre centros culturales y salas teatrales) según el relevamiento realizado entre Artei, Movimiento de Espacios Culturales y Artísticos (Meca) y Espacios Escénicos Autónomos (Escena). “Eso es solo la punta del iceberg”, advierte Andy Vertone, presidenta de Escena, agrupación que este año cumplió 10 años y duplicó su número de representados llegando a 50 espacios. “La necesidad nos llevó a juntarnos. Y las asociaciones estamos haciendo el trabajo que debería hacer el Estado”, agrega.
“El panorama es absolutamente desolador. El Gobierno Nacional ha lanzado algunas medidas extraordinarias y aceitadas. Y los artistas que sobrevivieron lo hicieron gracias a las ayudas del INT. Y el Ministerio de Cultura porteño lo único que hizo fue aumentar por única vez los subsidios regulares anuales de Proteatro. Pero ese dinero llegó sólo a los espacios que ya venían recibiendo ayudas, y en muchos casos se cobró tarde. Habitualmente se empieza a cobrar en abril y mayo, y se empezó a pagar en julio, agosto y septiembre. Y hay quienes todavía no cobraron”, detalla la actriz, en línea con la información proporcionada por Weimer.
La perspectiva para el futuro no es auspiciosa. El pasado 14 de diciembre, diversas agrupaciones de la cultura independiente -entre ellas Escena- alertaron que el presupuesto de 2021 contemplado para el área de cultura está 16,7 puntos por debajo de la inflación estimada para ese año que alcanza un 29%. Y que del porcentaje total de la partida presupuestaria, a la cultura independiente sólo se destinará el 1,98%.
“El presupuesto no alcanza”, aseguran. Desde la Nación, hasta el momento, llegaron ayudas extraordinarias como el Plan Podestá, Desarrollar, Sostener I y II, Fortalecer y Reactivar. Y también ayudas ordinarias que el INT garantiza desde hace tiempo. Pero la contención del Gobierno de la Ciudad también es clave para la continuidad de un sector que se ha ganado un lugar de referencia para el teatro del mundo por su alto nivel artístico.
“No hay una comprensión de nuestra problemática. El streaming nunca fue una solución para nosotros. Y los protocolos de reapertura tampoco ayudan, porque un aforo del 30 por ciento para una sala de 50 butacas implica ir a pérdida”, menciona Vertone, quien dirige El Piso - Cultura escénica, en el barrio de Caballito. “Muchas salas han buscado alternativas de funcionamiento. En nuestro caso, como la sala cuenta con un bar dentro de la habilitación, abrimos un delivery de comida vegetariana para poder subsistir. Y también damos clases por Zoom, porque casi todos los espacios de teatro independiente viven de las clases, además de las funciones”.
Por ese motivo, en abril nació la agrupación Profesorxs Independientes de Teatro (PIT), que con la consigna “todo empieza en las clases” buscó concientizar acerca de la función de la docencia en la creación de proyectos culturales. “Éramos un sector completamente invisibilizado, y es alucinante el trabajo que se generó porque pudimos trabajar en red”, dice Mariana Rodrigo, actriz, profesora e integrante de PIT donde confluyen docentes de todo el país.
Las clases de teatro también siguen sin volver. “La situación es crítica en todo el país. Los protocolos son impracticables, porque los aforos son sumamente reducidos, y eso hace que sea imposible dar las clases en espacios cerrados, y que sólo puedan trabajar los pocos lugares que cuentan con un espacio propio al aire libre. Por otro lado, tampoco es una opción trabajar en plazas o veredas porque la especificidad de nuestra tarea no puede convivir con otras actividades”, señala Rodrigo, quien brinda números que permiten dimensionar la gravedad de la crisis. “El 97% del sector no pudo ejercer, y en noviembre de 2020 la tarea docente tuvo un 47% de actividad en relación a noviembre de 2019”.
Por este motivo, PIT se suma al pedido de Emergencia Cultural a nivel nacional. “Reclamamos recursos y ayudas sin concurso ni contraprestación para paliar la crisis. Que se nos brinden espacios que cumplan con los protocolos que el gobierno impone, y subsidios para compensar la disminución tan drástica de la matrícula aun en el caso de les profes que pudieron modificar su propuesta pedagógica para dar clases online. Queremos que se nos reconozca como trabajadores y trabajadoras de la cultura”.