Los argumentos a favor y en contra del proyecto de interrupción voluntaria del embarazo que se oyeron en el Senado no presentaron grandes sorpresas. Horas y horas de discursos fueron un déjà vu permanente que llevó al debate de Diputados dos semanas atrás y, por supuesto, al de 2018. Sin embargo, la “manija” de la calle se coló en el Congreso. La emoción desbordó las palabras de varias senadoras verdes mientras hablaban de la urgencia de lograr este derecho para las mujeres y, del lado de los celestes, algunos discursos retrógrados elevaron el tono: esta ley “no da ninguna otra opción que el basurero para los niños por nacer”, dijo un senador.
La emoción, la adrenalina, los nervios de sentirse a un paso de cambiar la historia de muchas mujeres en un país donde el aborto clandestino está naturalizado, hicieron que muchas senadoras argumentaran porque saben, porque militan, porque creen en la necesidad de una política pública que evite muertes evitables, pero que también hablaran con la voz contenida hasta que al nombrar a las nietas o a las hijas o aquellas que ya no están les sobreviniera la emoción. La apertura de la senadora Norma Durango dio el puntapié. “Hoy es un día de esperanza”, comenzó. No solo por este proyecto sino porque se comenzó a vacunar y también se votará el Programa de los Mil Días, para acompañar a mujeres embarazadas. Y finalizó diciendo que tiene que ser ley: “por nuestras madres, por nuestras hijas, por nuestras nietas. Por todas las mujeres de nuestro país”. También trajo al recinto el lugar de los varones, dijo que si este fuera un tema de ellos hace décadas sería ley, pero, planteó: “La responsabilidad es unilateral. La mujer no puede elegir estar o no estar, tiene que maternar aunque no quiera. Basta de esta lógica patriarcal. Dejemos de ser hipócritas. Este proyecto reivindica la maternidad como un derecho, no como una obligación”. Oscar Parrilli también hizo un aporte en ese sentido. “Aquí somos 72, 44 hombres y 28 mujeres. La mayoría de los hombres vota en contra, la mayoría de las mujeres vota a favor. Solo describo, cuento la historia y la realidad de lo que está ocurriendo” planteó y terminó diciendo que “seguramente las mujeres senadoras van a explicar muchísimo mejor que yo por qué tiene que ser ley”.
Tal vez Nancy González fue una de las que más conmovió. La senadora de Chubut se preguntó “¿Quién carga sobre sus hombros la muerte de esas mujeres después de haber tenido la oportunidad de haberles dados un aborto legal, seguro y gratuito?”. “En 2018 era tarde, hoy es más tarde porque la vida de esas mujeres no las recuperamos más. A los diez días de que rechazamos el proyecto, murieron dos mujeres y quedaron huérfanos seis niños por dos abortos clandestinos”, dijo. Explicó también que presentó un proyecto de reparación para niños huérfanos de aborto y no lo quisieron tratar. “Me pregunto, señores senadores, ¿con qué cara pueden obligar a parir a una mujer cuando esa mujer no lo desea?”. Finalmente, emocionada, adelantó su voto positivo. “Por mi hija, por mi nieta”, planteó y también “para que no volvamos nunca más al perejil, a las perchas, a los garajes clandestinos, para que no volvamos nunca más a que haya mujeres muertas por aborto clandestino”.
El voto de Silvina García Larraburu, del Frente de Todos de Río Negro, era esperado con expectativa porque en 2018 había votado en contra. Comenzó contando la historia de Marina, una mujer que quedó embarazada y “sus creencias, valores, su fe chocaron de frente con el futuro que había previsto para su vida”. Contó que Marina se hizo un aborto pero "sigue con su fe intacta y no se atreve a juzgar a nadie. Marina cree en Dios, en un Dios verdaderamente misericordioso”. También habló de su propio cambio. Aprendió mucho en estos dos años: “Ahora también sabemos que ese proceso reflexivo se llama deconstrucción. No es fácil deconstruirse, tambalean las estructuras”. Reconoció el cambio de paradigma promovido por los feminismos y las luchas ambientales y adelantó su voto “por una mujer libre”.
Dos senadoras jóvenes llegaron con discursos amorosos y cercanos. La primera fue Eugenia Dure, de Tierra del fuego. Dijo, como muchas antecesoras, que se trata de una cuestión de justicia social. “Queremos elegir nuestro proyecto de vida, queremos vivir en plena libertad como también lo hacen los hombres, queremos un estado presente”, aseguró. Luego contó que en 2018 estuvo en la calle, en la vigilia de la marea verde, y como si todavía pudiera sentir la agitación de aquella otra vigilia, dijo: "Sé lo que es estar ahí con ese amor que hoy nos rodea. Mañana estaremos también en las calles para hacer que se cumpla este derecho... Para nosotras, la patria es la otra”. La senadora más joven del recinto, Eugenia Catalfamo, mostró el libro Somos Belén, de Ana Correa. “No puedo entender cómo aún hoy en pleno siglo XXI tenemos que ceder a una sociedad que nos impone un estilo de vida”, dijo. Explicó que hace dos años no estuvo presente porque estaba embarazada de su primera hija. En ese momento, contó, “recibí miles de mensajes con los insultos más agraviantes que se les ocurra, incluso el pedido de que abortara a mi propia hija”. Hoy los mensajes le siguen llegando. Luego habló de la necesidad de que se incorporen más jóvenes a la política, ya que “cuando se dio la media sanción, los diputados millennial de la Cámara, de menos de 38 años, estuvieron en mayor parte a favor. Lo mismo pasa acá”. También citó a Pino Solanas: “Yo no quiero una juventud con pánico”. “Y como nos pidió Belén --cerró-- apretemos el botón verde para que sea ley”.
La senadora Ana Almirón, del Frente de Todos (Corrientes), se pronunció a favor del aborto porque “es un derecho de todas las mujeres”. “No pueden dejar que la clandestinidad sea cruel con las pobres porque son las que no pueden pagar", afirmó. “Esta ley es justicia social porque equipara en el acceso de la salud a las ricas y las pobres; porque protege a las niñas y jóvenes; porque equipara con empatía esa desigualdad de origen con un Estado presente preservando la salud de todas”, añadió.
Además, la legisladora correntina remarcó la necesidad de que este proyecto sea ley para terminar con la idea de “mujer incubadora”, y relató que en su provincia “las niñas de 10, 11 y 12 años son obligadas a parir”. “Cursar un embarazo completo cuando no es deseado es un acto de tortura”, aseguró. Y recordó que “las provincias del norte son las que tienen las tasas de fecundidad infantil más altas del país”.
Las posturas más retrógradas se escucharon de parte de senadores y senadoras de las provincias del norte. Mario Fiad, senador por Juntos por el Cambio, adelantó con sus argumentos lo que se repetiría a lo largo de la jornada. Empezó hablando de cuándo comienza la existencia: “Es insólito que sigamos enredándonos en cómo vamos a denominar esa vida”. Planteó que hacen “interpretaciones tendenciosas” para sostener su posición. También apeló a la estrategia ya develada de pararse por momentos más a la izquierda que quienes promueven este proyecto de ampliación de derechos. Dijo que “se nos dice que las niñas no deben maternar, sin dudas... las niñas no deben ser abusadas. El proyecto no resuelve los problemas, pasa a la clandestinidad el abuso, la violencia”. También cuestionó las exigencias de celeridad que plantea el proyecto para dar atención a una mujer que solicita una IVE porque “son tantas las necesidades de salud pero el aborto tiene que realizarse en diez días aunque estén en juego la vida no solo del niño por nacer sino de otras mujeres que están esperando por un tratamiento en el mismo hospital”.
Dalmacio Mera, de Catamarca, fue tal vez uno de los más arcaicos. Se remontó al año 1315, a la hambruna que aquejó a Europa y a un economista que le propuso al rey matar a la mitad de la población sin pensar que él podría estar entre los asesinados. Como ese economista, ahora, dijo Mera, no hay plan B. Todo esto para decir que este proyecto tampoco habla de la persona central: el niño por nacer. También se remontó en su discurso al año 500 antes de Cristo para decir que no se podía disponer de la vida ni de la muerte de los hijos. Luego dijo además que las dos leyes conjuntas (IVE y Mil Días) patentizan un “error conceptual: en una ley ‘formen fila los niños deseados’, en la otra ley ‘formen fila los niños no deseados’, el basurero. No da ninguna otra opción que el basurero para los niños por nacer”. Yéndose al otro extremo, afirmó que esta “ley no se anima a despenalizar a la mujer, la sigue dejando en el Código Penal”. También habló de un lobby internacional “extraordinario” al cual respondería esta ley para control del aumento de la población de los países periféricos.
Las creencias religiosas sobrevolaron toda la jornada. El extremo fue la senadora de la Unión Cívica Radical María Belén Tapia que pronosticó una maldición para Argentina en caso de legalizarse el aborto: “los ojos de Dios están mirando el corazón de cada uno de los senadores".