Mientras escuchaba las largas horas de debate en el Senado empecé a hacer una lista de las preguntas lanzadas al aire, a la presidenta del cuerpo, a los senadores, a la Iglesia; esos interrogantes que nos hablan de dónde venimos y empujaron en este último tramo de la gesta por el aborto legal. Sin repetir y sin soplar, acá van algunos:
¿Con qué cara pueden obligar a parir a una mujer cuando no lo desea?
¿No sabemos acaso que el aborto clandestino es un gran negocio?
¿Vamos a seguir siendo cómplices?
¿Qué nos quiere decir, que los que estamos a favor de este proyecto somos asesinos?
¿Quién carga sobre sus hombros la muerte de esas mujeres después de haber tenido la oportunidad de haberles dado un aborto legal, seguro y gratuito?
¿Cómo pueden sentir el derecho a decidir sobre el proyecto de vida de otra persona?
¿Cómo pueden permitir que una niña violada sea madre a los 11 años?
¿Hasta cuándo nos van a cosificar?
¿Hasta cuándo vamos a tener que enfrentarnos a ese mandato patriarcal de ser madres o no estar realizadas como mujeres?
¿Hasta cuándo nos van a condenar a la clandestinidad, a la muerte y a la cárcel?
¿Todas somos Belén?
¿Vamos a condenar a estas niñas a ser madres por no resolver este tema que ha tenido resolución en gran parte de los países del mundo?
¿Qué vamos a hacer mañana: vamos a mandar a la policía o vamos a brindar atención?
¿De qué lado de la historia querrán ser recordados?
¿Ustedes creen que un cristiano condena a las mujeres que deciden interrumpir un embarazo?
¿No será hora de que hagamos una autocrítica?
¿No será hora de preguntarnos por qué tardamos tanto en entender la importancia de la educación sexual integral?
¿No les parece que es momento de dejarnos coger en paz?
La lista es más extensa, pero me detengo acá porque hoy amanecimos mejores. Solo agrego algo más. Hubo otra pregunta que flotó en el aire acerca del rol de los varones en este asunto.
En su libro Psicoanálisis para todxs, Débora Tajer se refiere en un momento a los escraches surgidos en colegios secundarios hace un par de años. Señala que se ha visto solo el aspecto negativo sobre los varones escrachados, sin reconocer lo que históricamente han padecido las mujeres y sin considerar que los escraches se dieron en contextos de impunidad, de falta de respuesta. En ese sentido rescata a una alumna que le dice “a vos te llamaron de los colegios cuando empezaron a sufrir los varones”. “Hay una verdad muy potente en el planteo de esta alumna cuando alude a que las instituciones, y la sociedad que contiene y crea a esas instituciones, suelen ‘prender’ recién sus alarmas cuando sufren quienes más ‘importan’”, dice Tajer, retomando a Judith Butler.
Esa idea está muy bien condensada en “Mujeres desesperadas”, de la escritora Samanta Schweblin, una historia en la que las mujeres son abandonadas en la ruta por sus parejas cuando ellas deciden ir al baño. Simplemente, los hombres arrancan el auto y se van. Aquí la pregunta retórica es ¿saben por qué la dejaron en la ruta? No es una pregunta que espere respuesta. Todas saben por qué, aunque sigan buscando explicaciones. En el final, el cuento da un giro: abandonan a un hombre. Las protagonistas se escapan en el auto de la mujer que lo dejó. En el camino ven que los autos vuelven. Una de ellas se ilusiona, vienen a buscarlas, piensa. Pero la más experimentada le aclara:
--No, vuelven por él.
Hasta hoy ha sido así. La sociedad se ha movilizado por los que más importan. Los hombres han vuelto a salvar a otros hombres, siempre.
Me ilusiona pensar que con esta ley estamos dando vuelta esa página de la historia. Después de un siglo de lucha, gracias a la militancia de los feminismos y al impulso de la política de un gobierno popular, lo conseguimos. Porque esta ley no se conquistó ayer en el ámbito de la rosca política --aunque sin eso no hubiera sido posible--, se viene cociendo a fuego lento hace décadas, como se recordó en muchos discursos del Congreso, por los feminismos, por la Campaña por el Aborto Legal, por las pioneras y más acá por las hijas del #Niunamenos y la ola verde.
A esta ley la hicimos las mujeres, por nosotras. Volvimos a buscarnos y nos subimos a la ruta hacia un futuro más ancho para todas. Un camino en que irán surgiendo nuevas preguntas, pero ya no serán las mismas que nos condenaron durante siglos.