Una ovación acompañó el regreso de Cristina Fernández de Kirchner a la presidencia del Senado a la hora de los discursos de cierre en el debate del proyecto de Interrupción Voluntaria del Embarazo. La alegría de las pibas por ver a la vicepresidenta se repitió en las más de cien plazas de todo el país. Una vez más, su figura está unida a la historia de la ampliación de derechos en el país. Su mirada atenta y amorosa durante el discurso de Anabel Fernández Sagasti, una de las pacientes orfebres del triunfo del miércoles por la madrugada, fue el gesto más ostensible –pero no la acción más definitoria-- de la mujer que en 2018, como senadora, había augurado que la ley no iba a salir esa noche, pero era indefectible que se aprobara en uno o dos años. Aquella promesa fue tomada por las pibas, que volvieron a las calles a reclamar lo suyo. Muchas llevan su pañuelo verde como signo de una continuidad histórica en la que Cristina es figura fundamental.

Una alquimia que la misma Cristina se encargó de alimentar en aquel discurso en el que recordó que al movimiento nacional, popular, democrático es necesario incorporarle feminista. Sin embargo, porque los procesos políticos de transformación son complejos y plurales, hay que decir también que la legitimidad de la ley de IVE está dado por su transversalidad, porque los bloques votaron divididos y el discurso de cierre fue de José Mayans, también del Frente de Todos, que parecía llegado desde el medioevo para tutelar a las mujeres y personas con capacidad de gestar. Paradojas históricas del peronismo: en su seno están los más fervientes antiderechos y muchas de las militantes que amplían horizontes.

Algunas transmisiones televisivas mostraron las caras de fastidio de Cristina ante las palabras de Mayans, y ese gesto también sumó al entusiasmo de muchas pibas, que ya estaban al tanto de la tendencia favorable –todos los canales de televisión lo venían diciendo, el desarrollo de la sesión había encendido la esperanza—pero necesitaban escuchar el resultado para estrecharse en abrazos contenidos durante años, por lo menos dos, en el caso de las más jóvenes y hasta 40, si se piensa en las que empezaron esta lucha allá por los albores de la democracia, cuando la palabra aborto no figuraba en ninguna agenda pública. Aquella primera Comisión por el Derecho al Aborto que en la década del 80 empezó una discusión en soledad. Es allí donde hay que encontrar las raíces, el linaje de pañuelos que hoy las pibas ven con naturalidad. Laura Bonaparte, Madre de Plaza de Mayo, fue una de las integrantes de aquella avanzada que llega hasta hoy en la forma de un derecho conquistado. 

Todo nombre puede contener la injusticia de otra omisión, porque este fue un entramado colectivo tejido en base a acuerdos y también a la tolerancia a los desacuerdos, y sin embargo aparece el recuerdo de Dora Coledesky si se piensa en el largo camino de esta ley. Recordarla con sus cabellos grises, en 2005, iluminando a las pibas que se acercaban a escucharla el día que se creó la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito, en Córdoba, el 14 de mayo, pocos días antes de su lanzamiento oficial. Esta columna, sin embargo, se trata de Cristina, la ex presidenta, la que sin estridencias presidió la sesión del martes, una pieza clave en el devenir legislativo del derecho al aborto.

Durante los días previos, había circulado la fantasía popular de un desempate épico. Algunas pibas, incluso, escribieron por twitter una escena de película: Cristina llegaba al Senado vestida de verde y desempataba, mientras se desataba una lluvia de glitter.
No necesitó ponerse una prenda verde. No usó pañuelo, no sobreactuó. Pero sí que fue clave para que fuera ley. Decidió que la comisión cabecera del debate fuera la Banca de la Mujer, lo que colocó a la senadora pampeana Norma Durango como conductora de los debates del plenario y ayer como primera miembra informante. Si todo eso fuera poco, en el Frente de Todos fueron dos de sus senadoras más cercanas las que salieron a sumar voluntades: Fernández Sagasti y María de los Ángeles Sacnun.

Que Fernández Sagasti comenzara su discurso de cierre diciéndole a Cristina sobre su emoción, y lo subrayara con “usted lo sabe, presidenta” fue otro guiño. No para arrogarle a Cristina un triunfo indudablemente colectivo y plural, pero sí para reconocer que una vez más su aporte es sustancial.

Hay que pensar, apenas, en la hostilidad que sufrieron las militantes por el derecho al aborto legal, seguro y gratuito en 2018, por parte de quien era entonces presidenta del Senado, Gabriela Michetti, para saber que no fue magia el resultado de una votación que (casi) nadie imaginó tan holgada. Sólo queda recordar que en aquel debate, Pino Solanas usó un tiempo de su memorable discurso para reclamar que no le habían permitido el ingreso a Nora de Cortiñas al recinto. Pandemia mediante, en la madrugada del viernes se pudo ver a Nelly Minyersky y a Dora Barrancos en los palcos, dos de las pioneras.

Mucho se ha dicho sobre la posición contraria al aborto que sostuvo Cristina durante los ocho años que fue presidenta de la Nación. No habilitó el debate, incluso se la acusa de haberlo impedido, y dijo públicamente que se oponía a la ley. Quizás, donde lo haya hecho con mayor detalle es en la entrevista con Sandra Russo para el libro La Presidenta, publicado en 2011. Allí, al relatar la pérdida de un embarazo, ella dice con toda claridad: “Quizás esa experiencia mía tenga que ver con mi posición sobre el aborto, eso y haber sido hija de madre soltera. Uno va formando sus posiciones de acuerdo a las cosas que le pasan. El recuerdo de ese embarazo que perdí me moviliza mucho. Pero tampoco me pongo en una cruzada, hay que respetar las opiniones de todos. Yo no estoy de acuerdo con el aborto, pero no digo que tengo razón".

Imposible olvidar en estos momentos al obispo castrense Antonio Baseotto, que en febrero de 2005 dijo que Ginés González García merecía que “lo tiren al mar” por apoyar la despenalización del aborto.

Fue durante la presidencia de Cristina, aún con un ministro de Salud de reconocida militancia antiderechos como Juan Manzur, que se avanzó en el protocolo para la Interrupción Legal del Embarazo --la primera guía técnica de atención al Aborto No Punible se confeccionó en 2007, cuando Ginés González García era ministro y Néstor Kirchner presidente--. Con el nuevo nombre de ILE, el instrumento actualizado se publicó en 2015. Es cierto que fue mandato del fallo FAL, de 2012, y también que fue empujado por las activas militantes por los derechos sexuales y reproductivos que formaban parte del Ministerio, a contrapelo de su autoridad máxima.

No quiso Cristina propiciar el derecho al aborto cuando era presidenta. Faltaba la contundencia de la calle, o al menos así lo entendió –y lo escribió-- Juliana Di Tullio, entonces presidenta del bloque del Frente para la Victoria, en una nota para la revista Anfibia, en vísperas del debate de 2018. “Para debatir el aborto en aquel momento, me refiero a cuando fui Presidenta del bloque mayoritario del partido de Gobierno, hablé con la entonces Presidenta, Cristina Fernández de Kirchner. Todos y todas sabíamos cuál era su posición al respecto: estaba en contra del aborto. No fui a buscar esa respuesta. Le pregunté si de aprobarse el aborto legal, seguro y gratuito, usaría su facultad constitucional de vetar dicha ley. Su respuesta fue categórica: "No", relata la ex diputada nacional y sigue: “También dijo que tanto Néstor, su hijo Máximo y su hija Florencia estaban de acuerdo con una ley que permitiera a las mujeres y a otras personas gestantes a decidir sobre su propio cuerpo. Tenía dos respuestas alentadoras pero sabía lo difícil que sería, sin la ayuda del Poder Ejecutivo, dar la discusión hacia adentro de mi bloque. Más de la mitad estaba en contra”. Di Tullio se hace cargo. “Fue mi decisión no poner el proyecto en el recinto para no perder, no quería perder, no podíamos perder ESE tema en el recinto. Eso para mí hubiese significado un retroceso de 50 años. No tenía ni la mitad de los votos de mi bloque y al resto de los bloques les pasaba lo mismo. Además, faltaba lo que hoy sí existe: movilización en la calle y debate público instalado en los medios de comunicación”.

La historia encuentra sus vueltas y recovecos. En su discurso de 2018, en la desapacible madrugada del 9 de agosto, Cristina fue contundente. “Algunos dicen que fue mi hija, militante feminista, la que me hizo cambiar de opinión. No, no fue mi hija”, dijo en aquella intervención, que hoy se puede escuchar con otra perspectiva. “Si quieren saber quiénes me hicieron cambiar de opinión, fueron las miles y miles de chicas que se volcaron a la calle. Verlas abordar la cuestión feminista, verlas criticar, pero también describir la realidad de una sociedad patriarcal, nos debe colocar a todos en un lugar distinto”, dijo aquella vez.

Hay personas ligadas de una forma especial a la Historia, esa que se escribe colectivamente. Cristina Fernández de Kirchner será, para siempre, la presidenta del Senado el día que fue ley. La ley más esperada, militada, trabajada e impulsada por miles. La que primero fue marea.