“Buenos Aires fue un descubrimiento. Es muy inspirador e ilustrativo ver cómo quieren su música”, afirma José Rafael Torres, bajista de Los Amigos Invisibles, al otro lado del teléfono desde Ciudad de México, actual búnker de la banda caraqueña. “Si bien es un lugar donde nos gustaría crecer, es incierto para nosotros debido al estereotipo que tienen sobre los venezolanos. Por suerte, nos fue bien. Y mientras eso siga sucediendo, seguiremos yendo”. La agrupación, cultora de la dialéctica entre el funk y la música disco con los ritmos afrocaribeños, regresa a la Capital para presentar –mañana a las 21 en Niceto Club, Niceto Vega 5510– su nuevo álbum, El Paradise. El título del trabajo alude a una discoteca quimérica erigida a la imagen y semejanza de la idiosincrasia festiva y lujuriosa de la banda. “Nos imaginamos un club surrealista en el futuro”, describe El Catire (su sobrenombre significa rubio en el argot venezolano). “Aunque, más que la necesidad de mostrar que nunca dejamos de lado el tema del concepto, quisimos volver a lo que fuimos o recordar de dónde venimos. Somos los mismos de siempre”.
–El Paradise es su primer disco de canciones propias, tras la salida de dos de los integrantes fundadores del grupo. Ante ese sacudón, ¿cómo fue en esta ocasión el proceso de elaboración del disco?
–Es un disco que nos llena de satisfacción y eso es muy importante. Pero estábamos conscientes de que hay una gran cantidad de fans que iba a estar expectante por este nuevo paso. Lo principal era que nos gustara, con las mejores canciones que pudiéramos hacer. Si bien nos encantaría que sea del agrado del público que esperaba que mantuviéramos nuestro sonido característico, no podemos complacer a todos. Acaba de salir, así que estamos viviendo el reto.
–Cuando compusieron las canciones, ¿lo hicieron pensando en reinventarse o temieron salir de su estilo clásico?
–Fue una mezcla de ambas. Por un lado, el centro gravitatorio sobre el cual la banda da vueltas es esa cosa funky y caribeña, a veces con un toque pop y en otras ocasiones con un dejo psicodélico experimental. Sabíamos que teníamos que partir de ahí. Lo segundo es que, líricamente, quisimos conservar el cachondeo y el romanticismo. Quizá perdimos el doble sentido, pero no fue ahora sino hace rato. También nos planteamos un disco estrictamente bailable, analizando las cualidades por las que la gente busca al grupo. Una vez que pensamos en esto, entramos en el estudio a grabar.
–Los temas funk del disco evocan la impronta setentista del álbum Superpop Venezuela (2005). ¿Esta vez pensaron el género desde ese lugar?
–Honestamente, no hubo una necesidad de tratar de imitarnos a nosotros mismos. Lo que sí hicimos fue explorar, y de eso da fe el single “Aquí nadie está sano”, aunque reconozco que un tema como “Espérame” puede sonar a Superpop Venezuela, pues en éste participó el ingeniero de post producción de ese trabajo. Me di cuenta cuando vi el resultado. Más que buscar un sonido de los ‘70, partimos de lo que ya hicimos.
–Los Amigos Invisibles se caracterizaron más por la elección de productores que por invitar artistas. Luego de que introdujeran esa modalidad en Commercial (2009), en esta ocasión contaron con la participación de Los Auténticos Decadentes, Kinky y el salsero Oscar D’ León. ¿De qué depende que tengan o no invitados?
–Cuando la banda se reestructuró, lo primero que hicimos fue buscar a un manager que nos ayudara en ese proceso, que nos reafirmara en México, que es el país donde mejor nos fue en los últimos tiempos, y que permitiera que tuviéramos un disco eficiente en cuanto a alcance de público. Así que nos sugirió que hiciéramos colaboraciones. Si en Commercial fue espontáneo, esta vez fue adrede. Nosotros sentimos que podemos llevar la canción hasta un nivel, pero una vez que otro artista interviene, el tema se crece.
–El single “Aquí nadie está sano”, ¿lo grabaron en Buenos Aires con los Decadentes?
–Grabamos el demo en Miami, se los mandamos y les gustó. Cuando estuvimos en Buenos Aires el año pasado, Los Auténticos Decadentes nos prestaron su estudio y terminamos de hacerlo allá. Durante ese proceso, vinieron a la salsa, fumamos porro y lo pasamos súper.
–De todas las colaboraciones, la más interesante es la de “Sabrina” porque, en vez de caer en la obviedad, sacaron a Oscar D’ León de su lugar de confort y lo llevaron hacia otro registro musical ¿De quién fue la idea?
–Para nosotros, la salsa de los 70 es nuestro funk, mientras que la de ahora es lo más próximo al R&B. Sin embargo, al género no lo pensamos de la manera tradicional, sino que extraemos sus raíces. Cuando nos acercamos a Oscar D’ León, teníamos una salsa. Si bien le gustó, nos dijo que quería aprovechar la invitación para hacer algo que nunca hizo, así que le mostramos los demos y él mismo eligió el tema.
–¿“Dame el mambo” es un guiño a Locomía?
–Me causa gracia que la gente lo relacione con Locomía. Aunque me parece una referencia divertida, y no es ajena a nuestra locura, el propósito de esa canción era un acercamiento urbano, desde el punto de vista africano, junto a un poco de funk y unos samples divertidos. Locomía no estaba ni remotamente en nuestro radar cuando lo compusimos.
–El año próximo se cumplen dos décadas de la aparición de su segundo álbum, The New Sound of the Venezuelan Gozadera, que, además de ser considerado su mejor disco, significó la internacionalización de la banda. ¿Qué sensación le produce cuando lo escucha?
–Es uno de los discos más trascendentes de Los Amigos Invisibles porque, a partir de él comenzamos a ser profesionales. El sello que lo sacó, Luaka Bop, lo reeditó en vinilo. Fue un aporte cultural a la música latinoamericana. O al menos es lo que piensan los melómanos. Aunque no sé si para nuestro público más joven es relevante. Igualmente, me gustaría creer que dejó una marca en el contexto que vivía Venezuela.
–A partir de la aparición de ese disco, decidieron establecerse fuera de Venezuela. Después de todos estos años en el norte del continente, ¿se siguen sintiendo una banda venezolana?
–Llevamos la arepa en la frente, por más que vivimos afuera desde hace varios años. Con todos los problemas que hay allá, viví un camino de reconciliación. Cada vez que vuelvo a Venezuela, siento a qué lugar pertenezco.