¿Alguien puede contradecir el tenor de este título? No hace falta realizar el recuento de pérdidas, postergaciones y demás frustraciones para saber el real significado del enunciado. Aunque la palabra que lo implica no siempre tuvo una connotación negativa en el imaginario social. Muy por el contrario, en otros tiempos fue sinónimo de alivio, esperanza y fortaleza.
Heródoto de Halicarnaso en su libro Costumbre y animales de Egipto, describe a una comunidad asentada en el sur de Etiopía, que consideraba a sus eses una gran fuente de alivio -algo lógico y natural- pero también origen de inspiración, puesto que al secarlas al sol, hacía las veces de barro, esculpiendo en esa materia a sus deidades.
También en América, los indios Ponny observaban un ritual de parecidas características, aunque era utilizado para la guerra. Al desaguar el desperdicio, procedían al untado mezclado con hierbas naturales del actual estado de Kentucky, y ante la primera luz del día estaban listos para el combate. Era de suponer, si al enemigo no lo mataban sus lanzas punta mellada, lo hacía el hedor de la lucha cuerpo a cuerpo.
Más acá en el tiempo los desperdicios fisiológicos fueron instrumentos para la práctica de la adivinación. En Barcelona, durante la Baja Edad Media, los comerciantes importantes recurrían a médicos encargados de leer la fortuna a través de las heces y sus formas. Cuenta Rodolfo Puiggrós en su estudio titulado La España que conquistó el Nuevo Mundo que la hez debía representar una especie de serpiente roscada para tener buena fortuna durante la transacción o el negocio.
También la supieron cantar los poetas. El mexicano Luis Felipe Fabre refiere que la poesía se origina en el ano: “La primera creación humana es la mierda: ahí va el niño después de cagar diciendo mirá, mirá, mamá”.
Si hasta en Rosario se han escrito versos como estos, y de gran estima por cierto: “Carne del nardo, fulge con tu flama desnuda/ En esta encrucijada de la sombra y la duda. / Tú sabes que de antiguo nos viene nuestra hez/ Y mudarla tan solo podrá la intrepidez.”
Al respecto, un amigo vasco conserva en la puerta de su baño un cartelito heredado que dice: Cagar da gusto/ oler da pena/ no seas cabrón/ y tirá la cadena. Y si de relaciones se trata, con esta nueva letrilla, podríamos continuarla: Puesto que son los deseos de muchos/ como se va la mierda, / fluvial, torrente, y hasta envolvente/ lo haga también el año veinte veinte.
Feliz 2021.