Los que le contaban las carteras, los que le criticaban el maquillaje, los que la diagnosticaban por tevé, los que repetían “dos PBI”. Los que hace ya muchos años empezaron a hablar de doble comando con Néstor, porque a una mujer alguien tenía que estar diciéndole qué hacer. Los que la acusaron de chorra, de hybris, de bipolaridad, de traición a la patria.
Esos la acusaron a ella y al ex canciller Héctor Timerman, cuya muerte quedó a cuenta del lawfare, que es una palabra difícil pero una práctica frenética con la que hoy baten parches los jueces y fiscales que ha cometido tantos delitos que da vergüenza que sigan en sus cargos. Y los tiempos se aceleran.
Los que idearon y materializaron ese circo que fue precedido y seguido por más circos delirantes. Los que marcharon el 18F acusándola de haber matado a Nisman. Los que escribieron y leyeron y creyeron esa narrativa barata que incluyó comandos multiculturales. Los que acompañaron en el sentimiento a la ex jueza Sandra Arroyo Salgado. Los fiscales y jueces de Comodoro Py que delante de nuestras narices trabajan en equipo con los grandes diarios, cumpliéndoles todas las primicias vinculadas a la persecución de peronistas.
Los que en sus casas vieron durante meses cómo el Poder Judicial gastaba enormes recursos en hacer perforaciones en la Patagonia con retroexcavadoras, no para buscar petróleo sino cajas de metal conteniendo dólar billete: los que les ofrecían el espectáculo saben cómo fugar divisas y tener cuentas secretas, pero a la chusma le hicieron creer que los ladrones peronistas levantan el parquet siempre, esta vez para dejar plata enterrada. Lo hicieron mientras desaparecían 44.000 millones de dólares que obtuvieron del FMI.
Los que afirmaban que como se había robado todo, tenía plata enterrada pero también hacía escalas secretas en Seychelles para depositar lo que decían que equivalía a sacarle la comida de la boca a los niños argentinos. Esos mismos asistían con total indiferencia al desmantelamiento educativo, científico, sanitario. Miraron con indiferencia cómo los acusadores golpeaban con una maza, hasta casi deshacerlo, todo lo construido hasta entonces, que era mucho más que lo construido en décadas.
Los que creyeron que Milagro Sala también se robaba todo, con la razón nublada por el odio que no les permitía ver cómo, con la misma lógica con la que se podía mirar el país, lo que se hacía con los recursos estaba delante de sus ojos, era material y concreto. La odiaban porque hacía rendir esos recursos y porque era mal ejemplo porque demostraba que los pobres podían tener su casa si tenían organización. Los que además de meterla presa con causas inventadas, después o bien destruyeron el esfuerzo de miles de humildes durante veinte años, o bien usufructuaron para su propio beneficio político parte de su obra. El mismo hombre que la detuvo en 2016, ilegalmente, siendo funcionario del Ejecutivo provincial, hoy integra el Superior Tribunal de la provincia.
Los que empezaron a decir que Alberto era un títere de Cristina, y cuando vieron que tanto él como ella están preparados para que incluso desde adentro se petardee la unidad, buscan otras estrategias. Los que repiten como loros todas las mentiras que sistemáticamente les proveen los medios que ellos saben que mienten pero les dicen lo que necesitan escuchar.
Los que a lo largo del tiempo anidaron un odio profundo, visceral, salvaje. Los que no saben lo que quieren pero saben a quiénes quieren sacarse de encima, arrancarlos de la argentinidad, manchar irrevocablemente una manera de pensar este país. Los que se convierten en idiotas haciéndole de claque a un puñado de vivos.
Los que durante el tremendo año que recién terminó obstruyeron los cuidados colectivos, los que instigan desde los medios a que se rompan las reglan, los que las rompen. Los que han revivido algo emparentado con la viveza criolla pero esta vez pone en riesgo la vida de los demás.
Los que intoxican y los intoxicados. Los que dicen que la vacuna Sputnik alterará nuestro ADN, que la pandemia es una forma de control de la natalidad, y que por eso Soros invirtió mucho dinero en crear los feminismos argentinos. Los negadores y los negacionistas.
Los que se sintieron agredidos por una ley que no obliga a nada. Los que luchan por obligarnos a todos a vivir de acuerdo a lo que piensan ellos. Los que siguen inventando noticias y los que las escriben y las editan. Los que atentan contra la salud colectiva porque lo único que quieren es desgastar a un gobierno al que le temen porque no fueron ellos los que lo diseñaron. Los que operan para provocar la rispidez necesaria para partir el FdT y rediseñarlo ellos.
Los que sabotean el ánimo general escondiendo lo alentador. Los que si Cristina no estuviera pero sí sus políticas, intentarían destruir al que las quisiera llevar adelante. Los que privan de la libertad a ex funcionarios que ayudaron a dar pasos de equidad como pocos. Los que creen que el amor a la patria, que la lealtad y el compañerismo son excusas para robar. Lo hacen para tapar la estatura ética que han tenido tantos hombres y mujeres estos años, soportado la cárcel pero negándose a declarar mentiras.
Los que se opusieron y se oponen a la felicidad del pueblo combaten a quienes pueden hacerlo feliz o lo han hecho. Siempre y en todas partes la felicidad popular es reprimida y abortada con violencia. El establishment no la tolera porque siempre ha creído que todo lo que va para el pobre es algo que les sacan a ellos.
Los que respiran desprecio y subestimación. Los que quieren judicializar la política porque la Justicia todavía está bajo su mando. Los que insisten en que dos niños vuelvan a separarse de su padre, encarcelado por una causa inventada y llena de testimonios falsos. Los que se alegran de eso. Los que en el camino perdieron uno por uno cada escrúpulo y hoy desesperan porque dejaron marcas de dedos en todas partes.
Todos esos, los que concentran el odio para seguir concentrando el dinero, son irreductibles. No salen de la nada sino de una línea histórica que produjo las desgracias más hondas. Nadie los convencerá de nada. Todos esos son los mismos y como siempre están dispuestos a todo. Si no se comprende lo inevitable de algunas peleas, se puede perder esta enorme oportunidad popular para restaurar el amor y la igualdad.