A pocos días de que el director de cine Peter Jackson compartiera un adelanto del documental The Beatles: Get Back, que se estrenará en este 2021 y donde sintetiza 150 horas de imágenes inéditas de las grabaciones de los dos últimos, Paul McCartney volvió a ser número uno en su país luego de 31 años. Lo hizo nada menos que con un álbum que comenzó a componer apenas se estableció el confinamiento al que obligó la pandemia, McCartney III: “No estaba previsto, pero es fruto del juego. Una canción me llevó a la otra”, dijo Macca. La noticia se produjo casi en simultáneo con el lanzamiento, a propósito de las Navidades, del nuevo single de su amigo y excompañero de grupo Ringo Starr. “Here's to the Night” es el primer adelanto de Zoom In, EP del baterista que verá la luz este mes, en el que colaboran Eric Burdon, Ben Harper, Robbie Krieger y Lenny Kravitz. “Quería que saliera a tiempo para Año Nuevo porque sienta bien sacar una buena canción al final de un año tan duro”, justificó el artista.
Si ambos músicos llegaron a suponer alguna vez que lo habían experimentado todo en la vida, seguramente ni en sus pensamientos más pesimistas supusieron que un virus pondría en jaque al mundo y en especial a la música que ellos representan. Aunque el rock en los últimos tiempos se encontraba con la autoestima golpeada, a partir del patadón que le propiciaron el hip hop y sus derivados al instalarse como los nuevos géneros de consumo masivo (y en especial por la vulnerabilidad al que quedó expuesto tras ese 2016 fatídico que se llevó a algunos de sus mayores iconos), en 2020 experimentó un definitivo punto de inflexión. Y es que ya no volverá a entenderse igual después de que sus pioneros sobrevivientes fallecieran a causa del coronavirus, de enfermedades que venían arrastrando o simplemente de vejez. La víctima más reciente fue el cantante de rockabilly Carl Mann, una de las últimas figuras del sello Sun Records (el mismo que reveló a Elvis Presley, Roy Orbison y Johnny Cash), quien falleció a mediados de diciembre, a los 78 años.
Pero fue la muerte de Little Richard, en mayo pasado, la que advirtió que una época estaba por acabar. Ahora, luego del deceso del creador de “Tutti Frutti” a los 87 años, Jerry Lee Lewis se convirtió en el único superviviente de la era dorada del rock and roll de los años '50. El otro golpe bajo que recibió el rock fue la defunción de Eddie Van Halen, integrante de la popular banda de hard rock Van Halen y considerado uno de los mejores guitarristas de la historia, quien falleció a comienzos de octubre como consecuencia de un cáncer de garganta con el que había batallado desde 2015. Luego llegó la pérdida de Leslie West, frontman del grupo Mountain. Las notas necrológicas, una constante en estos meses, las protagonizaron antes músicos notables del calibre de los africanos Manu Dibango (autor del himno panafricano “Soul Makossa”) y Tony Allen (pionero del afrobeat), el precursor del reggae Toots Hibbert, las leyendas del country Kenny Rogers, John Prine y Charley Pride, el fabuloso Ennio Morricone, y Florian Schneider, emblema de la música electrónica yca cofundador de la banda Kraftwerk.
Otro cofundador célebre que partió hacia la trascendencia en 2020 fue Ronald Bell, artífice de Kool & the Gang, una de las bandas que mejor definió la música disco, el R&B y el soul. Estos dos últimos estilos musicales perdieron asimismo a Betty Wright y a Bill Withers, cuyo clásico “Lean on Me” se tornó en un himno espontáneo y solidario no sólo de la pandemia sino de las protestas que sacaron a relucir al movimiento Black Lives Matter. De estas no pudo participar el rapero afrodescendiente británico Ben Chijioke (más conocido por su álter ego Ty), debido a que falleció por complicaciones derivadas por el coronaviurs. Mientras tanto, en la Argentina, las muertes de Gabo Ferro y de Rosario Bléfari significaron sorpresivos y duros golpes para la escena independiente tanto de la canción como del rock local. Además de la pieza audiovisual “Un silencio para tratar de escuchar” y del libro Diario del dinero, la artista multidisciplinaria dejó un legado post mortem junto al grupo que la dio a conocer y que bien supo comandar: Suárez. Se trata del EP Por última vez, lanzado octubre.
Meses antes, en marzo, Alan Merrill volvía a estar en boca de todos, a 35 años del lanzamiento de su gran hit: “I Love Rock ‘N’ Roll” (popularizado en 1982 por Joan Jett), aunque esta vez por convertirse en uno de los primeros músicos de rock cuya vida se la cobró la covid-19. En ese mes, las salas de recitales de todo el mundo cerraron sus puertas a razón de la cuarentena. Los festivales musicales del verano estadounidense y europeo confiaban en que la pandemia sería controlada a tiempo, pero con el paso de los días, el número de víctimas creció descomunalmente. Entonces vino el terror. Muchos eventos masivos anuales, seguidos bien de cerca por pares sudamericanos como el Lollapalooza Argentina, veían que la solución estaba lejos, y cancelaron sus actividades. Esto sucedió en simultáneo con la decisión de los artistas de dar de baja a sus giras. Otros festivales se resistieron a la idea de reprogramar, y, una vez que lo hicieron, no tuvieron más remedio que pensar en el 2021 y apelar por las ayudas de los gobiernos nacionales o provinciales para poder mermar las pérdidas económicas.
Entonces apareció el streaming. La realidad es que hace rato que estaba, pero el público directamente lo vinculaba con Netflix y demás plataformas de películas online, YouTube o Spotify. Hasta que todo volviera a la normalidad, era la opción para entretener a la gente y para no morirse de aburrimiento en el encierro. Tanto fueron los músicos que apelaron por el Instagram Live y el Facebook Live, que el ancho de banda se saturó y colapsó. Estéticamente y sonoramente se pixelaba y también se colgaba. Por eso, al menos en la Argentina, Fito Páez, quien debió postergar la presentación de su disco La conquista del espacio, tomó eso en consideración y el Canal Público de la Provincia de Santa Fe, 5RTV, le proveyó de un satélite y de un camión para que la transmisión en sus redes sociales de un show en casa. La consigna era #quedateencasa. Estuvo lindo y pudo interactuar con sus fans de América latina y España. Justo un mes más tarde, músicos y productores de conciertos comenzaron a entender el lenguaje digital y a perfeccionar las emisiones.
One World: Together at Home, organizado por los productores del Global Citizen Fest y la Organización Mundial de la Salud, reunió a grupos y solistas de la envergadura de Paul McCartney, Stevie Wonder, Billie Eilish y Elton John. Aunque lo más memorable fue el cierre del maratónico festival, curado por Lady Gaga, en el que se le vio a Charlie Watts haciendo air drumming durante la performance de los Rolling Stones. Sin embargo, además de su carácter benéfico, el precedente que sentó el evento fue el haber respetado la distancia social y el apelar por el falso vivo, lo que luego fue una constante en las transmisiones de música por streaming (incluso en la Argentina). Después de que en mayo Santa Fe se convirtiera en la primera provincia en tener un protocolo propio para la realización de recitales por streaming, Buenos Aires se sumó en junio. No sólo eso: también comenzó a monetizarlo, lo que dividió las aguas. Lo que antiguamente era una herramienta promocional, pasó a ser una manera de subsistencia para muchos artistas. Pero no todos lo entendieron con las mismas intenciones.
Cuando intentó hacerlo la fiesta Bresh, que se convirtió en todo un hito en la pandemia con su versión virtual (Bresh en Casita alcanzó en su mejor sábado 850 mil visualizaciones, con un pico de 83 mil vistas en simultáneo), público e influencers saltaron a repudiar el cobro de una entrada que era accesible. Básicamente, porque nada de esto se monetizaba hasta ahora. Así que era todo un tema cultural, a diferencia de otras latitudes, donde el pago del streaming es una opción que convive con los shows presenciales. Pero esa dialéctica entre lo digital y lo físico vino para quedarse en la nueva normalidad. Lo demostró el periodismo, que se adaptó a la cobertura de recitales online. A propósito de esto último, a lo largo de estos meses los músicos se ataviaron de periodistas e hicieron IG Live o transmisiones por otras redes sociales en las que entrevistaban a colegas. En la Argentina, el que más constancia tuvo fue Tweety González y en Inglaterra destaca el caso de Tim Burgess, que revisita con los artistas sus discos icónicos en su cuenta de Twitter.wo
Mientras Estados Unidos se volcó nuevamente hacia la lucha por los derechos civiles de la población afrodescendiente y a una reñida campaña presidencial, Europa estaba concentrada en probar formatos de recitales presenciales durante su verano. Pero el experimento no sólo no resultó sino que los casos de coronavirus se elevaron. Por eso, muchas salas anunciaron su cierre o su pronta desaparición, y desatendieron el desarrollo del streaming en su tozudez de aferrarse a la vieja normalidad. Eso invitó a poner sus ojos en esta orilla del Atlántico. Y sí: la Argentina se transformó en un paradigma de los shows online en todo el mundo. Los streamings fueron llevados adelante por los propios músicos, ticketeras (instalaron el término on demand para los espectáculos que quedan colgados varios días), en muy contados casos por los festivales (destacan el Cosquín Rock, que tuvo versión física y digital, el Buena Vibra devenido en ciclo o el mendocino Aurora Fest), y por algunas venues de ciudades como Rosario (Distrito 7 es un claro ejemplo) y Buenos Aires.
En la capital argentina, Movistar Arena y Niceto Club (organizó la delegación argentina para la versión online del mercado musical catalán Primavera Pro, en el que además estrenó el documental Indie & Fuertes, hecho en pandemia) fueron los que más generaron contenidos propios para el streaming monetizado. Si en algo coincidieron ambos aforos fue en alternar los live streaming con propuestas conceptuales que apuntaban al imaginario del musical. Y para esto último se prestaron desde Bandalos Chinos hasta Marton Marton, pasando por Isla Mujeres, Las Sombras, Mariana Michi y algunos artistas más del indie local. Sin embargo, uno de los primeros músicos en apostar por esta estética, aunque lo hizo por su cuenta, fue Nahuel Briones. Mientras que de las realizaciones más recientes sobresale Placer, de Paula Maffía en sociedad con el director Emiliano Romero. Cuando esto ya estaba andando, aparecieron los autoconciertos, formato que estrenó Coti en setiembre en San Isidro. Pese a que se acercaba a una versión más carnal del show en vivo, no dejaba de ser extraño aplaudir con la bocina.
Más allá de su rareza, 2020 será un año inolvidable para David Lebón. Finalmente, obtuvo el reconocimiento por parte de la industria musical al alzarse con el Gardel de Oro por su disco de dúos Lebón & Cía (2019), en una ceremonia expeditiva y adaptada a estos tiempos. Más flexible fue la de los Latin Grammy, efectuada en Miami, en la que algunos artistas no sólo actuaron sobre el escenario, sino que también subieron a recibir sus estatuillas. Si bien hubo una importante delegación argentina nominada, Fito Páez ganó y el rapero Wos propinó el batacazo al ser el músico más votado por el público en la transmisión televisiva. Lo que sí quedó en evidencia, y de eso da fe el venidero Grammy anglosajón, es que éste fue el gran año de la música en español en todo el mundo. A tal punto que Barack Obama, en su ya tradicional listado de canciones favoritas del año, incluyó a la colombiana Lido Pimienta y al reggaetonero y trapero boricua Bad Bunny, quien se hizo con uno de los álbumes que no faltaron en los recuentos internacionales del 2020: YHLQMDLG.
Además del tándem latino, el expresidente estadounidense sumó en su top 30 del 2020 algunas canciones incluidas en varios de los discos representativos que legó este año. Tal es el caso de Rough and Rowdy Ways, un viaje a la libido y espiritualidad del blues por cortesía de Bob Dylan. Al igual que Punisher, de la cantautora Phoebe Bridgers; Circles, el trabajo póstumo del rapero Mac Miller; Saint Cloud, quinto álbum del proyecto de indie rock Waxahatchee; y Future Nostalgia, lo nuevo de la novel diva del pop centennial: la británica Dua Lipa. Y si a eso se le suma la vuelta de Fiona Apple, con Fetch the Bolt Cutter, el notable Letter to You de Bruce Springsteen y lo más reciente de Yves Tumor (el Ziggy Stardust de piel negra), Heaven to a Tortured Mind, hay una digna muestra de lo que fue el panorama discográfico internacional. Mientras tanto, en la escena local también sucedió de todo y de paso bien variado. Y es que el encierro no les dejó otra opción a los artistas que producir música nueva, en esta Argentina cada vez más tropical y urbana, condensado en singleas o en álbumes.
Piel, el cuarto disco de Acorazado Potemkin, inauguró la temporada de lanzamientos discográficos nacionales a comienzos de año y el trío tuvo la chance de presentarlo en vivo en febrero (volvió a hacerlo ante la gente en noviembre). Los que se quedaron con las ganas de estrenar su álbum en directo fueron los cordobeses Telescopios, cuyo álbum homónimo se debe ese show. Más tarde, se pusieron en circulación discazos del tamaño de Oasis, de Daniel Melingo; Criptograma, de Lisandro Aristimuño; Savia roja, del proyecto psicodélico mendocino Las Luces Primeras; Wedding, de Fonso; y Paranoia pop, de Bandalos Chinos. Vera Spinetta finalmente debutó discográficamente con Terso, Barbi Recanati sacó el tremendo Ubicación en tiempo real, y Zoe Gotusso se estrenó en solitario con Mi primer día triste. Hasta hubo artistas revelación como el flamante héroe pop Guacho Bleu, al tiempo que Roberto Pettinato tributó a Charly García en clave de jazz, Andrés Calamaro compartió nuevo single con Julio Iglesias (el bolero “Bohemio”) y Skay Beilinson también puso en circulación el suyo: “¡Corre, corre, corre!”.
La pandemia reunió al violero de los Redondos y al Indio Solari, pero en sentimiento. Y es que el lunes 28 de diciembre ambos recordaron la creación, hace 44 años, de su proyecto grupal. De hecho, el lado endogámico de esta coyuntura sirvió para revisitar el pasado: medio siglo de la muerte de Jimi Hendrix y Janis Joplin, 40 años de discos emblemáticos el punk y la new wave neoyorquina, o las dos décadas de uno de los álbumes que cambió la música electrónica: Since I Left You, de los australianos The Avalanches. Aunque otros intentaron mostrar su propia versión de los hechos y no les salió del todo bien. Como Gustavo Santaolalla y compañía, quienes en el rockumental Rompan todo, estrenado el 16 de diciembre en Netflix, contaron una historia del rock latinoamericano que hasta hoy sigue siendo hostigada. A tal instancia que desató una ola de memes e incluso un perfil de Facebook dedicado a los "descubrimientos" del ex Arco Iris. Sin duda, menos polémico que uno de los pasajes de “Sangría”, canción del freestyler y rapero Trueno en el que afirma que “Te guste o no, somos el nuevo rock”.
Si bien Hernán Cattáneo estuvo activo en las redes, los DJs argentinos partícipes del circuito de clubes apenas pudieron regresar a las pistas en lugares pequeños y con aforo limitado con la vuelta del calor. También lo hicieron grupos y solistas, tras el fin del aislamiento, pero en espacios abiertos y con protocolos. Por el momento, en Buenos Aires, Mandarine Park (por su grilla pasaron Bandalos Chinos, Vicentico, Conociendo Rusia, Soledad y Emmanuel Horvilleur), Parque Centenario (el gobierno de la Ciudad alterna fechas propias con otras en las que le cede el espacio a algunas productoras y salas porteñas), y el Konex son los lugares con más actividad. Justamente en la sala del Abasto, Santiago Motorizado volverá a tocar el 8 de enero. A pesar de que está agotado, ese show establece un hito porque forma parte de una de las pocas giras que se llevó a cabo en pandemia. Más allá de los adjetivos reinventivos, que no atraviesan a todo el sector, y del festejo de los logros, lo único seguro es que el futuro de la cultura pop y de los recitales es una gran incógnita.