Milena. Así se llama el segundo disco de la cantora, compositora y bailarina platense Milena Salamanca y el título es un modo de reafirmación de su yo artístico, de su faceta de creadora. Después de su disco debut, K'arallanta (2016), en el que interpretaba a otros autores, Salamanca tomó confianza y tras un largo proceso de búsqueda interna se animó a incluir canciones propias. “Mi vieja me puso Milena. Yo me iba a llamar Agustina. Pero en el momento que me parió le salió el nombre Milena y me lo cambió el mismo día que nací. ¡El destino! El nombre significa resurrección y salvación del tiempo”, cuenta la artista, quien acaba de lanzar en plataformas digitales el nuevo disco, producido por Raly Barrionuevo. “Creo mucho en lo que venimos a hacer, en cuál es la meta en nuestra vida. Y en mi caso me tocó comunicar todo lo que le ha pasado a mi familia y a mis ancestros”, entiende la cantora.
En el nuevo disco hay cuatro canciones firmadas por ella, y el resto son de autores contemporáneos y argentinos, a excepción de la versión de "Con toda palabra", de Lhasa de Sela. “Es un tema muy desgarrador, con mucha densidad energética”, dice la artista de 26 años. Entre las suyas, sobresalen “Solsticio de verano” y “Mi gobierno”, que compuso después de la aparición del cuerpo de Santiago Maldonado, en 2017. “El repertorio tiene que ver con colegas y amigos que se han criado conmigo y yo con ellos en el andar. Javi Caminos siempre fue como un hermano mayor. Le pedí una canción, y lo mismo hice con un montón de compositores que consideraba que no eran del todo valorados o sus canciones no eran tan reconocidas”, cuenta en alusión a “Florcita del monte”, firmada por Caminos y José Ramón Piedra Núñez. “Es una forma de reivindicar a las nuevas canciones que pertenecen al repertorio actual de la música popular argentina, como ‘Caracol del destino’, un chamamé de Federico Macchi”.
“Es un disco muy versátil, introspectivo y totalmente distinto al primero”, define Salamanca, una de las artistas de raíz más interesantes de los últimos cinco años. “Quizá se parece en cuanto al enfoque latinoamericano. El anterior tenía una visión desde el concepto de raíz andina hacia lo latinoamericano. Pero este refleja más mi actualidad, mi presente: soy platense, pero mi vieja tiene raíces en Italia y la familia de mi papá en Bolivia. Entonces, el disco es un mestizaje”, precisa. “También es muy aburrido hacer siempre lo que es cómodo y fácil. Hacer solo música andina o folklore de una sola región me aburre y genera etiquetas”, enfatiza. De hecho, la única canción con aires andinos es el bailecito “Pal tiempo del carnaval”, de Esteban Lazarte. Además, en la patagónica “Del mismo río” (Pablo Rozas) canta junto a la catamarqueña Nadia Larcher y en la zamba “Flor de invierno” (Fede Toledo) hace un dúo con Barrionuevo.
-A diferencia de tu disco debut, K'arallanta, en Milena hay composiciones propias, ¿Era uno de los desafíos o premisas del disco aportar canciones tuyas?
-No tenía pensado poner canciones propias. No me sentía del todo segura, yo misma tiraba abajo la idea de presentar mis canciones. La idea era otra y se fue gestando a raíz de que nos fuimos juntando con Raly. En el medio del proceso, me preguntó si tenía canciones propias. Y me aconsejó. Terminaron quedando cuatro, para sorpresa mía, transformadas en algún punto en lo musical, porque la mayoría no eran canciones folklóricas. Eran baladas, incluso una era una cumbia. Y la verdad es que fue un proceso en el que me ayudó mucho Raly: me empujó a confiar en que podía hacerlo, que podía mostrar mis propias canciones. Y confié mucho en su criterio. Siempre me trató como un par, rescato mucho su compañerismo. Ninguno de los dos tuvo desconfianza del otro y entendimos qué queríamos hacer. Y el resto son canciones de colegas y amigos que no son tan conocidos. Entonces, nos parecía enriquecedor poder sacar a la luz canciones casi inéditas. En cuanto a mis canciones, Raly también me ayudó a traerlas más al formato folklórico…
-¿Y por qué el resquemor de que tus canciones no fueran “tan folklóricas”?
-Vengo de una familia de folkloristas… ¡Muy folkloristas!. Todo mi entorno tiene que ver con el folklore y cuando era chica lo máximo que llegaba a escuchar fuera de ése género era MTV o la radio. En casa había discos de folklore para tirar para arriba. Casi que nunca pude elegir otro género para cantar, fue medio implícito. Y en el medio había gente que me decía que no era necesario que compusiera, porque "ya había otros compositores que lo hacían muy bien". Era chica, tenía 14 o 15 años. A los 18 gané la revelación de Cosquín y fue todo muy imprevisto. No esperaba que mi vida diera un giro y tuviera que tomar tantas decisiones. La pregunta siempre fue qué cantar. En la facultad tuve mi primer acercamiento a la composición. Antes me frustraba el hecho de componer y que no me salieran formas folklóricas. Entonces, sentía que no cumplía con las expectativas de mi entorno. Pero en la facultad, a los 21, me liberé y acepté que no tenía que tener prejuicios con lo que creaba. Y eso me hizo conectar con lo verdadero mío. "Fénix de primavera" fue una de las primeras canciones que hice.
-¿Y qué te sucedió como artista cuando abriste la faceta de compositora?
-Cuando entrás en esa, ya no querés salir de ahí. La creación está todo el tiempo en el aire, se te abre un mundo de opciones. La vida de compositora supera todo tipo de expectativas propias e incluso de la gente que está a mi alrededor… por ser mujer, por la edad, prejuicios que también son del ambiente. ¡Encima si las canciones que te salen no son folklóricas!
-La voz, la interpretación, es algo que además sobresale en tu música. ¿Qué lugar ocupa en tu obra?
-Es mi vida entera. Y eso es así desde el día uno en que decidí vivir en un escenario, ya sea interpretando una canción o una danza con el cuerpo; el arte en sí. No pienso la música como una rama artística separada de las demás. Estudio lo visual, qué quiero que le llegue a la otra persona, me fijo en el contexto en su totalidad. Entonces, me representa mucho la posibilidad de ser feliz arriba de un escenario: ése es el primer principio. Si el canal es cantando algo o haciendo coros, voy para adelante. Me retroalimenta estar en un escenario, porque entro en trance. Mi energía se mueve cuando me subo al escenario. A veces me preguntan qué elijo entre la danza y la música. Y siento que la música y la voz me eligieron a mí. El canto eligió que yo sea su canal y yo elijo la danza. Antes no entendía por qué veía gente llorando cuando cantaba. Después, entendí que es algo que viene de antes: algo debe haber pasado en mis vidas pasadas.
Raly Barrionuevo
Palabra de productor
Desde Unquillo, Raly Barrionuevo suma unas palabras sobre su rol de productor artístico del disco. "Nos conocimos hace algunos años, y me gustó su modo de cantar y su personalidad. Entonces, la invité a algunos conciertos, porque tuvimos afinidad artística", recuerda el santiagueño. "Un día vino a proponerme que la ayude a producir su disco nuevo y tenía ganas de presentar canciones hechas por ella", cuenta el músico a Página/12. "Entonces, decidí acompañarla en este camino, con mis herramientas, y se vino a Unquillo a trabajar. La ayudé a definir algunas formas de las canciones, a darle determinado carácter, y de a poco empezamos a grabar. Se hizo con poco presupuesto, fue puro amor al arte, aunque nos separaba la distancia", dice sobre este proceso que duró dos años. "Llevó un tiempo largo, pero lo hicimos y creo que salieron cosas muy interesantes. A mí me parece hermoso que la gente escriba sus canciones. Como cantora está muy afianzada, pero sacar canciones es otro tema. Siempre se necesitan canciones. Por eso, estoy muy contento de haberla acompañado a Milena en este proyecto".