Rosario cerró 2020 con más de 1500 muertos y 67 mil contagiados de Covid-19. En la últimas horas del mismo año en que se desató la pandemia, Argentina comenzó a vacunar al tiempo que volvieron a incrementarse los casos por ninguna otra razón que no sea el relajamiento y esa tendencia inevitable y peligrosa a pensar que "lo peor ya pasó". Es difícil imaginar un año más complicado que el que dejamos atrás, por varias razones.

La primera es que ya está en marcha el más grande programa de vacunación que haya existido, y más allá de los terraplanistas que denostan la vacuna Sputnik V, las estadísticas marcan que hay reacciones adversas --no graves-- en menos del 1 por ciento de los inoculados.

La segunda es que 2021 sucede al primer año de gestión de los gobiernos surgidos en los comicios de 2019, es decir que Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner han desarrollado su impronta aun y a pesar de la pandemia, y los números de la economía argentina ya no son los de la catástrofe macrista en todos los frentes. Es mejor no imaginar qué hubiera sido de la Argentina y de los argentinos si el Presidente que se encontraba con la pandemia hubiera sido Mauricio Macri en lugar de AF, para no hablar del contraste entre Miguel Pichetto y CFK.

La tercera es que en el contexto descripto, la sociedad avanzó en ampliación de derechos, sancionando la interrupción Voluntaria del Embarazo y la ley de los 1000 días. El ministro Martín Guzmán (Sacachispas) arrolló a los "cracks de la Champion League" --como definió a uno de los vidriosos Caputto el escondido Marcos Peña-- renegociando la deuda, canjeando el 99 por ciento, desarmando la bomba de los devaluadores, controlando el tipo de cambio, alejando el fantasma de la hiperinflación y generando la estructura necesaria para que el Estado asistiera económicamente a millones de compatriotas, contrariando los pronósticos del elenco estable del neoliberalismo, con Carlos Melconián, Miguel Angel Broda y Alfonso Prat Gay entre otros próceres que una vez más erraron impunemente en sus predicciones apocalípticas.

Haciendo foco en Santa Fe 

Podría decirse que lo más destacado ha sido el trabajo armónico entre el gobierno de Omar Perotti y los intendentes y jefes comunales, teniendo en cuenta que en cuatro de las cinco ciudades más importantes de la provincia, los líderes locales no responden al PJ. Sobre todo en los referente a la pandemia.

En realidad, los mayores problemas del gobierno han sido con los del PJ, tanto es así que legislativamente el año cerró como el anterior: una mayoría de senadores peronistas --con una alianza que precede al actual gobierno con sus pares del Frente Progresista-- le "marcaron la cancha" al Poder Ejecutivo con la ley tributaria como lo habían hecho hace un año con el presupuesto provincial.

Allá por fines de 2019, Perotti, en su discurso inaugural ante la asamblea legislativa, había hablado de las mafias y su vínculo con el poder político, apuntando directamente al gobierno que lo precedía. Hace unos pocos días, en un marco menos institucional, frente a los intendentes de su partido, insistió en la idea. A las 48 horas tuvo la respuesta: le "metieron" la reforma tributaria que no quería como aquel presupuesto. Como decía Carlos Marx "la historia se repite, una vez como tragedia y otra vez como farsa".

Nadie que no quiera hacerse el distraído puede dejar de ver el vínculo que existe entre ese grupo mayoritario de senadores (y es mayoritario porque debe contarse a la vicegobernadora Alejandra Rodenas, que se ausentó de la última sesión, y que votaría en caso de empates) y el Frente Progresista. Se remonta a los días de Antonio Bonfatti que gobernó con minoría en ambas cámaras e inauguró una metodología política que a la larga lo llevó a la derrota hace poco más de un año en su intento de retornar a la Casa Gris. En el medio, los cuatro años de Miguel Lifschitz, que tenía a Bonfatti al frente de una mayoría en Diputados y seguía como interlocutor del peronismo/senado que era el "necesario" para a avanzar en las leyes.

Hoy Lifschitz tiene el poder en la Cámara baja, y el Senado sigue siendo prácticamente el mismo desde hace más de una década, en algunas bancas hay representantes que superan ampliamente ese período. La manera más eficiente de contrarrestar eso es con política, y es evidente que la construcción de Perotti es insuficiente, desde el momento en que pactó con los sectores a los que hoy denuncia para imponerse en la interna y llegar a la Casa Gris, nade menos que acompañado de Rodenas del Nuevo Encuentro Santafesino, que lidera Armando Traferri. Como dice el refrán "en el pecado está la penitencia".

Hay por delante tres años, en los que --entre otras cosas-- el gobierno podría propiciar la reforma de la Constitución para terminar con los mandatos cuasi-vitalicios de los senadores, permitir y poner como tope una reelección, habilitando al gobernador y vice (que hoy lo tienen vedado), pensar tal vez en la unicameralidad (con representación territorial y paridad de género) y otras variantes para deconstruir desde la política, y terminar con los fueros como privilegio.

Por el momento la "herramienta", más allá de lo justo y necesario que es echar luz sobre las conductas y responsabilidades de los funcionarios, está siendo el Poder Judicial, que en el caso de Santa Fe no es tan escandalosamente impresentable como el fuero federal, pero tiene sus cosas. Entre ellas, favorables, desde ya, un grupo de fiscales que van al frente -- no sin errores--, pero con honorabilidad y valentía. Tal vez por el trabajo de ellos se comience a adecentar "la política", pero debería ser "desde adentro", desde las propias fuerzas partidarias que se estableciera esa renovación.

Los niveles de criminalidad y delincuencia --especialmente en Rosario-- fueron mayores en 2020 que en cualesquiera de los cuatro años de gestión de Miguel Lifschitz. según los datos oficiales del Ministerio Público de la Acusación fueron 206 los homicidios en 2020, superando los 178 de 2016, 163 de 2017, 199 de 2018, y 165 de 2019. En dos días que lleva este año ya hay dos muertos en el departamento Rosario. 

"Ayuden a Rosario"

El intendente Pablo Javkin pidió que "ayuden a Rosario". Su relación con el gobernador es buena, y no se ha atravesado como un obstáculo la cuestión partidaria, teniendo en cuenta la pertenencia del jefe comunal al Frente Progresista, situación que tampoco le queda cómoda internamente pero que ha sabido controlar. A diferencia de la gestión provincial, Javkin ha tejido alianzas variopintas. Tiene aliados internos, buena relación y acuerdos con Ciudad Futura, un sector de PRO y también del peronismo. Sin ir más lejos La Cámpora y otros sectores dinámicos del PJ lo acompañan en el Concejo donde ha consolidado una mayoría estable. Los que no lo acompañan, como La Corriente o el Movimiento Evita tampoco lo han arrastrado al barro como sí ha ocurrido en la provincia.

El año que recién comienza es electoral. No se sabe si habrá Primarias Abiertas Simultáneas Obligatorias. No es un dato menor. Sobre todo mirando la "interna" peronista, la del Frente Progresista y ahora también del PRO/ UCR.

Durante 2020 se vieron acuerdos transversales más fuertes que dentro de los mismos partidos. Probablemente el único elemento aglutinante, sin fisuras fue el rechazo a la quema en las islas, y más allá de la unanimidad del reclamo, en términos prácticos no pasó nada, o casi nada. Hoy siguen viéndose columnas de humo, y haber arrasado con el ecosistema impar que hay frente a Rosario permanece en la más absoluta impunidad. Tanto como los estafadores de Vicentin, que tuvieron apoyo o silencio, de sectores políticos afines al macrismo y de Bolsa de Comercio de Rosario.

El año que vivimos en peligro ha quedado atrás, sin embargo se proyectan luces y sombras sobre el 2021. En todos los casos son el cuerpo y el alma de la ciudadanía, que debería diferenciar a los servidores públicos --en especial a los equipos de Salud y a quienes se pusieron al frente de la lucha contra la pandemia-- de los funcionarios cuya presencia o ausencia prácticamente da lo mismo.

 

Hay razones objetivas para ser optimistas, esperemos que la subjetividad, es decir la ciudadanía, no conspire contra ellas.