José Luis Sureda pegó el portazo y, al mismo tiempo, destapó la olla. La doble metáfora se adapta perfectamente a la situación que provocó la renuncia del ahora ex secretario de Recursos Hidrocarburíferos, virtual número dos del ministro de Energía, Juan José Aranguren. La carta de renuncia, que tomó estado público pese a que el renunciante niega haberla distribuido, acusa al ministro de “autoritarismo” e incapacidad para gestionar en equipo. “La distancia entre mis convicciones y su estilo de gestión llegó a ser tan grande que me enfrenté a un dilema de hierro. O mis convicciones o su autoritarismo”, expresa la misiva, justo antes de poner en escena el hecho que, según el renunciante, colmó el vaso: la prohibición del ingreso al despacho de Sureda de un periodista de Wall Street Journal (WSJ) que preparaba una nota sobre el proyecto Vaca Muerta, a quien el secretario iba a aportarle “dos o tres datos técnicos”. Y aquí está el otro punto hasta ahora no escrito del conflicto: mientras Sureda, ex Bridas y PAE, sostiene que “no es conveniente desarrollar Vaca Muerta en este momento”, Aranguren lo impulsa como el mayor atractivo para atraer inversores, entre los cuales se inscribe la empresa Shell. La petrolera que presidía el ahora ministro está cambiando su estrategia en el país, abandonando la refinación y venta minorista de combustibles, para concentrarse en la extracción no convencional de hidrocarburos. Conflictos internos en Energía que van de la mano de conflictos de intereses.
Las diferencias de Sureda con Aranguren, que lo llevaron a la ruptura, están explicadas en su texto de renuncia por discrepancias con el estilo de conducción del ministro y la falta de espacios para resolver “la diversidad de opiniones”. Pero en una entrevista que ofreció ayer, en la FM Radio Con Vos, Sureda se explayó sobre cuestiones de política petrolera que parecieran tener al ex hombre de Pan American Energy en una vereda, y a Aranguren, ex CEO y accionista de Shell, en la opuesta.
Sureda indicó, en la conversación que mantuvo con el periodista Reynaldo Sietecase, que el equipo que formó Aranguren (“él eligió la gente”) no trabaja como tal, sino que las decisiones se toman en forma inconsulta y “extramuros”, producto de “la dosis autoritaria con la que le gusta gestionar al ministro”. Disparó, además, que “hay falta de coordinación, lo ve de afuera la gente entendida; se nota y eso no es bueno”. Fue sólo el comienzo de su diagnóstico.
“Además, no comparto la visión de mediano plazo del ministro en relación al desarrollo energético”, señaló Sureda. “Concretamente, no es conveniente desarrollar Vaca Muerta al mismo tiempo que se desarrollan los yacimientos convencionales y, en paralelo, promover la instalación de plantas regasificadoras de gas natural licuado (GNL). Hay inconsistencias grandes, y eso los inversores lo perciben”. Para el ex secretario, “Vaca Muerta hay que pensarlo para dentro de cuatro o cinco años, como proyecto global”, advirtiendo además que el proyecto “puede convertirse en una aspiradora de capitales, pero si al resto de las provincias petroleras no se las sostiene, mucha de esa inversión va a ser a expensas de la que, de otro modo, se tendría que haber hecho en esas otras provincias. Me refiero a Santa Cruz, Chubut, Salta, donde lamentablemente languidece la producción; en estos lugares vamos a tener problemas; por eso hay que concebirlo integralmente. Pero para eso se requiere un equipo y ahí está fallando la cosa”, completó.
El planteo de los distintos enfoques estratégicos de la política petrolera no es menor. Con Vaca Muerta como eje de discusión, la orientación del sector (su desarrollo y la producción) dependerá de los incentivos que ofrezca el gobierno nacional. La prioridad que Aranguren le otorga a los yacimientos no convencionales del subsuelo neuquino, según reveló Sureda, iría en contra de los intereses de otras provincias petroleras. Es imposible no relacionar este planteo con el esfuerzo que hizo el gobierno nacional por alcanzar un acuerdo de flexibilización laboral con los petroleros neuquinos, sin preocuparse por la oposición de sus pares de Chubut y Santa Cruz. O la política de internacionalización de los precios del petróleo que dejaría fuera de mercado, muy pronto, a la producción convencional de crudo pesado de Chubut.
Esta semana tomaron estado público las negociaciones en marcha por la venta de la red de estaciones de servicio de Shell (son casi 600) y la refinería de Dock Sud. Al mismo tiempo, se sabe que la empresa de origen anglo-holandés apunta a concentrar su negocio en el país en la extracción de hidrocarburos (gas y petróleo), principalmente en Vaca Muerta. No parece inocente, además, que Sureda haya señalado como detonante de su relación con Aranguren, la prohibición de ingreso a su despacho de un periodista de WSJ que iba a escribir sobre Vaca Muerta, justamente con datos que le iba a suministrar Sureda. Al imposibilitar ese contacto, Aranguren buscó prevenirse de la salida de un artículo en contra en un medio leído puntualmente por potenciales inversores. La renuncia de Sureda dejó a la luz, otra vez, un caso en el que se entreveran los intereses de la empresa a la que Aranguren perteneció como CEO, y las políticas que impulsa desde su cargo actual.