Antes de Facundo Astudillo Castro hubo otro Facundo desaparecido en democracia. Es Facundo Rivera Alegre, en su barrio le decían el Rubio del Pasaje. A poco de cumplirse nueve años de la última vez que lo vieron, su familia quiere que la justicia retome la búsqueda y acudirá al exterior contra la impunidad que se consagró en los tribunales locales luego de un juicio sin culpables. "Como tantos pibes de Córdoba, Facu soportó el código de faltas, mal llamado de convivencia, y como andaba teñido y enchastrado de pintura con la ropa del laburo, tenía un arito y durante una época no tenía documento sino la tirilla, lo tuve que ir a buscar decenas de veces luego de las continuas razzias", dice su madre Viviana Alegre, sobreviviente de un accidente vial, con familiares desaparecidos y apropiados durante la dictadura. En tiempos de pandemia, el caso de esta familia rodeada de cultura se convirtió en el guión de una obra filmada a instancias del Teatro Cervantes y protagonizada por el actor Martín Slipak.
"Nos reventaron todo, nos pincharon los teléfonos. Desaparece Facu y nos investigaron a nosotros, fuimos la familia los culpables. Vivíamos en un pasaje, por eso el apodo, se aclaraba el pelo. Nos dejaron anónimos, nos reventaron la puerta", dice en diálogo con PáginaI12, con una suave tonada cordobesa, mientras su nieta, la hija que dejó Facu, juega con otro celular. La mujer también menciona las amenazas de fanáticos de una banda de cuarteto, implicada en el caso. "La cana usa a esos fanáticos, que puede llegar a matar", explica, y aclara que teme por la pequeña.
Viviana tiene 53 años y fue adoptada por su padre. "Mi viejo es lo mejor que me pasó en la vida. Su mujer era conservadora, con familiares en el Ejército que habiendo podido no hicieron nada cuando desapareció mi hermano. Mi viejo era para ellos el padre de los subversivos", cuenta. Su cuñada dio a luz en la ESMA. "No sabemos si fue niña o niño, y fue apropiade. Aunque era chica en ese momento, acompañé su lucha", recuerda, como si la vida la hubiera preparado para otras tragedias y desapariciones que vendrían.
Marco Alegre, que era maestro rural, y su compañera Natalia Regueira militaban en el ERP (Ejército Revolucionario del Pueblo), y se fueron a estudiar a La Plata, él quería ser profesor de historia y ella psicóloga. "Tuvimos avisos, lo vimos venir, mi viejo tenía aserradero, llamaban de madrugada y cortaban, o nos decían que se estaba incendiando el aserradero. Fue a mitad de julio de 1977, yo tenía 10 años cuando desaparecieron, nos tuvimos que esconder con mi padre, fue de madrugada que fueron a buscar a varios y se llevaron a ellos dos. Dejamos el ADN pero hasta ahora nunca tuvimos noticias sobre la sobrina o sobrino que buscamos. Cuando murió mi papá siguió la lucha mi hijo Federico, pero ya en democracia un día entraron a su casa a robar pero se llevaron mucha documentación importante. Su señora estaba enferma, y murió del corazón porque estaba ella y su niño cuando entraron", describe sobre esos años.
La madre de Facundo se fue de Entre Ríos a Córdoba a estudiar medicina, pero abandonó luego de que su hija Camila muriera en un accidente de auto. Tiene otro hijo que vive en Australia y el mayor, Federico, que en realidad es su hijastro pero lo crió ella, vive en Brasil. Cuando acudió al encuentro de mujeres que se hizo en La Plata pensó en pasar por el sitio del secuestro pero no pudo. "No me caso con ningún gobierno pero voy a todos los espacios. A la ESMA no podía entrar, pero pude recién ir al Encuentro Federal de Derechos Humanos en La Plata", afirma Alegre. Facundo no había nacido cuando ocurrió el grave accidente en la ruta hacia Santa Fe donde murieron tres personas, que le dejó a Viviana varios tornillos de platino en la pierna. "Tuve que ir a Canadá a rehabilitarme, anduve tocando el piano por los bares. Cuando te pasa algo así con un hijo o hija es un antes y un después", confiesa.
--¿Qué pasó con Facundo?
--Facu desaparece el 19 febrero de 2012, tenía 19 años y el 12 de marzo hubiera cumplido 20. Convivía con su pareja y tenía una hijita de seis meses, en esa casa del pasaje. En la secundaria era muy rockero, quería tocar violín, tenían una banda que tocaban en eventos sociales porque estaban aprendiendo. El 2 de enero de 2012 fue la presentación oficial de su grupo, Pura K-ravana. Se había anotado para estudiar arquitectura, y mientras tanto hacía albañilería y pintura. Había limpiado un terreno porque quería hacerse su casa. El padre de los chicos se fue del país cuando Facu tenía tres años, lo crié sola. Era muy alegre, la música era su vida, también pintaba y dibujaba. Era fanático de Boca, tenía un perro que se llamaba Palermo. Sus amigos eran del grupo del colegio, de fútbol y de la banda, y cuando desapareció los interrogaban a todos, en cada baile iban canas de civil con una Trafic. Me decían que estaba en Brasil donde vive uno de sus hermanos, y lo llamaban haciéndose pasar por periodistas para preguntarle sobre su tío desaparecido en dictadura. ¿Qué tendrá que ver?
--¿Qué pasó ese día?
--Salió el 18 febrero a un baile con los amigos, le andaba mal el celular así que lo dejó cargando. Con su pareja iban a estar con la nena en lo de su suegra. Eran las seis de la mañana, saqué a Palermo, vi que no había llegado. Nueve y media, nada. Era raro, jamás se ausentaba así. Prendo su celular, encuentro los mensajes de los amigos 'eh Rubio por dónde estás, llegaste a tu casa'. Empezamos a buscarlo por todos lados. Ya antes Facu había soportado el código de faltas, ahora se llama de convivencia. Estaba teñido y lo paraban siempre. En Córdoba había razzias, lo detenían en la seccional sexta porque no tenía el documento, sino un comprobante. Usaba gorra y una vez hasta se tiñó de turquesa. No tenía tatuajes pero usaba aritos, y lo estigmatizaban.
--¿El día que desapareció tenía los documentos?
--Sí, sí. Pero cuando no lo tenía se lo llevaban detenido, lo tenían algunas horas y lo largaba. Era el código de faltas que venía de la dictadura. Al lunes siguiente recibo una llamada, me dijeron 'te aviso que no lo vas a ver nunca más'. Tuve copia del expediente recién a los dos años. Hicieron allanamientos y rastrillajes, hubo una testigo que dijo que un amigo de ella, hijo de un ex comisario, contó que su padre con otros compañeros sacaban un bulto grande de detrás de la casa, que decían era mi hijo. Dos años tardaron en ir a esa casa, y ya habían hecho un contrapiso y armaron un quincho. El fiscal Alejandro Moyano, meses después (José Manuel) fue ascendido por De la Sota. Al toque se le incendia la provincia con el caso de los narcopolicías, se suicidaron dos. Pablo Pimentel, de la APDH La Matanza, presentó un amicus curiae para insistir con nosotros de que apartaran a la policía, estuvo Vanesa Orieta (hermana de Luciano Arruga). Estuve en el ministerio de Seguridad en Buenos Aires enfrente de la persona que estaba llamando a ese fiscal, pero nada, dijeron que no. En su lugar quedó el fiscal Gustavo Talma, pero ya tenían armado el juicio.
--¿Qué piensa que le pasó a su hijo?
--Creemos que dentro del baile hubo una golpiza, hubo un pibe con las características de Facu, vestido igual, que fue visto por unas chicas a dos cuadras de la seccional de policía. Ellas vieron en un auto con dos policías de civil y dos uniformados que lo levantaban, se acercaron porque lo estaban golpeando mucho y uno de los canas le dijo 'seguí viaje porque te va a pasar lo mismo'. Dijeron que no había cámaras, increíble... Tardaron años en contactarlas y tomarles declaración. La versión de ellos es que Facundo fue a buscar droga para la banda que tocaba en esa fiesta, es un cantante muy famoso acá cuyo padre es policía retirado de Catamarca y tiene dos desapariciones allá. Ese músico tenía protección, lo llevaban a todos los actos políticos. Sabemos que esa noche en el baile había tres narcos, mirá si van a mandar a mi hijo al barrio Maldonado porque se les acabó la droga. Me parece imposible. Facu estuvo en el lugar y en el momento equivocados. En ese barrio viven narcos, conviven con la seccional 5ta y con muchos de los soldaditos que usan para vender, que consumen y quedan hechos pelota. Supuestamente Facu se cruzó la ciudad y tuvo una discusión ahí. No cierra eso.
--¿Qué sucedió con esas testigos?
--Al final dijeron que las chicas declararon que fue una broma, pero ellas me mandaron un mail y luego me lo confirmaron en una marcha. Las deben haber apretado. Tomaban las declaraciones en una salita de cuatro por cuatro en la central de policía. En ese momento De la Sota tenía la provincia incendiada, apareció muerto un empresario metido en el negocio del gas y nadie vio nada. Había que apartar a la policía, era mucho, tener un desaparecido en democracia es demasiado.
--¿Qué pasó en ese juicio?
--Fue en 2015, eran tres imputados por homicidio, nunca fue juzgado como una desaparición: uno menor de edad al momento del hecho, hijos de una mujer narco que le proveen la droga a varios, y el empleado del cementerio que cortaba el pasto, dijeron que el menor lo mató, el más grande fue cómplice y el del cementerio lo cremó, pero en ese momento no funcionaban los crematorios. Terminaron todos absueltos, y no imputaron a ningún cana. No hicieron nada, nunca trajeron a los perros del sur, nunca apartaron a la policía, nunca dragaron las lagunas al fondo del barrio Maldonado. No lo hicieron porque seguramente ahí hay muchos Facu. Mi hijo era grandote, en enero de 2012 a la salida de un baile lo quisieron agarrar y él no se dejaba, tuvieron que venir tres más, y a uno le pegó. Por eso se la tenían jurada. A los 17 años un día lo fui a buscar a la seccional y un policía me dijo 'le falta poco, señora'. Le digo '¿para qué'. No me respondió. Cuando el fiscal viajó al sur a interrogar a quienes habían visto el bulto podés creer que me llega un mensaje con característica del sur que decía 'hola ma, todo bien'. Puro morbo, como queriendo decir que andaba por ahí de vacaciones.
--¿Facundo consumía o transportaba droga?
--En casa no lo vi, fumaban porro en los bailes. Hasta ahí sí, todo el resto no.
--¿La reconfortó que la historia de su hijo se haya convertido en una película?
--Tantísimo. Es un autor cordobés, Santiago San Paulo, que escribió La ilusión del Rubio/Pasaje y fue seleccionada por el Teatro Nacional Cervantes, se verá el 1 de febrero por Youtube. Y cuando se pueda en el teatro. Gastón Marioni es el director, y Martín Slipak fue el actor. También unos amigos de Europa quieren hacer un documental, y yo estoy haciendo una columna en una radio comunitaria que se llama Hasta encontrarte. Porque lo importante es seguir nombrando a los desaparecidos, porque los gobiernos de turno pretenden que dejemos de hacerlo.
--¿Considera que las desapariciones forzadas son crímenes de Estado?
--Sin duda, somos víctimas de la represión estatal, permanece la matriz de la dictadura. Son los hijos y los sobrinos que les pasan la mentalidad, sólo hicieron una lavada de cara. Nos metieron una testigo que era buchona profesional de la policía para declarar a favor de ellos. Por eso vamos a seguir, ellos dicen que no van a cerrar la causa pero la tienen planchada desde hace ocho años. Le dije al fiscal 'búsquelo'. No podemos ir a la Corte Suprema porque los imputados fueron absueltos. Con el apoyo de Verónica Heredia y Adriana Gentile, actual abogada del caso, fuimos a la fiscalía para exigir que lo sigan buscando, porque no lo buscaron nunca, fue un juicio sin cuerpo. Vamos a denunciar por afuera de Córdoba con Pablo Pimentel, de la APDH La Matanza, y denunciaremos ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos por las falencias del caso y la falta de búsqueda.
--¿Encuentra similitudes con otros casos?
--Sí, claro. Que nos hayan investigado a nosotros, las víctimas. O que lo busquen donde no está, como en España porque el padre vivió ahí, como cuando de Santiago decían que estaba en Chile. Como dice el abogado Leandro Aparicio, tienen un manual, que ya va a aparecer porque se fue de joda.