Siendo todavía precandidato a la presidencia, Alberto Fernández concedió un reportaje (Tiempo Argentino, 26 .6.2019) en el que hizo referencias a temas de comunicación y a otros derivados. En esa ocasión afirmó que “el sistema de manipulación social” del gobierno es “absolutamente deshonesto y antiético”. Dijo también que las redes son “muy valiosas para comunicar”, pero no lo son “cuando se convierten en sistemas de difamación o de manipulación”. Pero en la misma ocasión dijo que “en la sociedad moderna los medios son negocios” y que “ese fue uno de los errores de la Ley de Medios”, porque “no se puede dejar en manos de una entidad sin fines de lucro un proyecto comercial”. Esto se certifica con el acuerdo del Grupo Clarín comprando Telecom, hecho que el Estado convalidó. Conclusión: “cuando eso ocurre los derechos empiezan a adquirirse”.

Quisiéramos hacer notar comunicacionalmente una contradicción entre una y otra afirmación, que bien podría atribuirse al hecho de ser una entrevista donde las enunciaciones no siempre llegan a expresar el pensamiento de quien las emite. No obstante esta reserva, en lo dicho hay un marcado acento para relacionar a la comunicación, en un caso, como herramienta de difamación y “manipulación”. Y en el segundo comentario se determina que el carácter de “negocio” concreta el rechazo a dejar la comunicación en “manos de un entidad sin fines de lucro”.

Las críticas de Alberto Fernández a la ley de medios tienen poco sustento si su rechazo se centra en que hay medios que no tendrían necesariamente objetivo de lucro. Instrumentalizar la comunicación como tal, sin tomar en cuenta el sustento político e ideológico que se imbrica con la misma, nos puede llevar a errores a mediano y largo plazo en la gestión en sí.

Si se aceptara esta postura como determinante sobre el lugar de la comunicación en el mundo moderno, habría que tener en cuenta algunas premisas que lo rechazan.

Primero: la libertad de información requiere tres condiciones: la oportunidad de acceso a todo tipo de información, una diversidad de fuentes a las cuales acceder y un sistema que provea acceso a los medios para todos aquellos que deseen o necesitan comunicarse. Principios que muchas comunicadoras y comunicadores sostenemos.

Segundo: es obvio que la primera de las premisas está limitada por las restricciones que las grandes compañías imponen sobre las otras dos. La constante que mueve a estos gigantes es el máximo beneficio. Cuando se sacraliza la economía se legitiman estructuras de dominación y explotación

Tercero: esta concentración de poder generalmente goza de un tratamiento especial por parte de los gobiernos. Los gigantes de los medios gozan de dos enormes ventajas. Por un lado, controlan la imagen pública de los líderes nacionales que como resultado, temen y a la vez, favorecen a los magnates de los medios. Por otro lado, controlan la información y son muchas veces generados de falsos rumores que afectan vidas y bienes

Cuarto: el mundo moderno tiene sus reglas. El acceso a la comunicación en su conjunto depende básicamente de la presencia en los medios. Ningún sector puede alcanzar a toda la comunidad si no tiene un adecuado acceso a los medios. Los medios no pueden ahogar la voz de la gente. Quien no tenga acceso a ellos vive marginalmente. El acceso a los medios es un derecho de la vida que es necesario reclamar, pensando en una comunicación por derechos para todas y todos, tal como afirma la WACC (Asociación mundial para las comunicaciones cristianas, por sus siglas en inglés) a nivel global.

Quinto: quienes quieren trabajar por un nuevo tiempo para nuestro país, esperamos y deseamos que trabajen a favor de una estructura democrática que certifique el derecho humano a la comunicación.

Son todas consideraciones que habrá que tener en cuenta necesariamente para diseñar las políticas de comunicación en la Argentina en el futuro inmediato.

* Presidente WACC América Latina, Director Ejecutivo ALC Noticias

** Carlos Valle, ex Secretario General WACC Global