Rita Cortese comenzó su carrera en 1980 de la mano de Ricardo Monti con la obra Marathón; fue parte fundamental del histórico equipo del Teatro Payró; trabajó junto a prestigiosos directores como Roberto Villanueva, Jorge Lavelli y Laura Yusem; ganó el Martín Fierro por su actuación en populares tiras como El sodero de mi vida y Lalola; formó parte de superproducciones como Relatos salvajes (Damián Szifron) y La odisea de los giles (Sebastián Borensztein), pero también de proyectos independientes como Monobloc (Luis Ortega) y Herencia (Paula Hernández). El año pasado impulsó, junto a Teresa Parodi, Viento del Sur, espacio radiofónico del Instituto Patria, donde coordina el área de Cultura. Los viernes 8, 15 y 22 de enero a las 21 se presentará en la terraza del Teatro Picadero junto al guitarrista Ariel Argañaraz, para presentar un repertorio de tangos, poemas y canciones que quedó en suspenso desde marzo, a causa de la pandemia.
La música es otro de los espacios que la convocan: primero cantó junto a Soledad Villamil y Claribel Medina (al igual que ella, actrices y cantantes), hasta que en 2008 lanzó El amor, ese loco berretín, disco solista que obtuvo el Premio Gardel a Mejor Artista Tango Revelación: “Era algo pendiente en mi vida... como no me gusta tener resentimientos dije: bueno, canto”, declaró por entonces a Página/12. Ahora, cuando se le pregunta por su eclecticismo, dice: “Eso es la libertad, algo fundamental para estar donde una tiene ganas de estar. A veces podemos elegir y otras no. En ese sentido, me siento una privilegiada porque siempre pude decidir de qué proyectos quería formar parte. Yo sólo puedo estar donde me conmuevo”.
En su repertorio la artista revaloriza la cultura argentina, algo por lo que lucha desde diferentes lugares: “El tango es un paisaje que llevo en mí. Nací en Capital, así que el reflejo de la luna sobre los adoquines lo conozco perfectamente. El tango cuenta con un gran acervo de poetas populares: Manzi, Cadícamo, los hermanos Expósito, Charlo, Gardel, Le Pera y tantos otros. Creo que en Argentina nunca terminamos de reverenciar lo que tenemos: la poesía, los grandes músicos en todos los géneros, los artistas plásticos. Creemos que es algo natural, que ocurre en todos lados, pero no. Recién apreciamos nuestra belleza cuando viene un europeo y empieza a elogiar aquellos lugares que nosotros nunca valoramos. Estas son cosas que hay que desentrañar y combatir a través de la batalla cultural”, señala.
–¿Qué opinión tenés sobre los cuestionamientos a las letras machistas dentro del género?
–Creo que hay muchos tangos que no tendrían que haberse escrito nunca; tangos o canciones de cualquier otro género. Pero contar un vínculo violento es otra historia. “Fuimos”, por ejemplo, narra un vínculo violento pero no hay una apología de la violencia o el desprecio. “Mano a mano”, en cambio, es un tango muy machista. Sin embargo, cuando lo canta Cristina Banegas le da una vuelta de tuerca desde la interpretación y el hombre de alguna manera queda como un idiota, pidiéndole disculpas. Por supuesto, hay tangos que son tremendos o boleros que hablan de un nivel de dependencia terrible: que nunca te voy a olvidar, que necesitás de mí para no matarte. ¡Tremendo! Afortunadamente los tiempos han cambiado y todo evolucionó al punto de poder tener hoy la ley de aborto legal, seguro y gratuito.
–¿Cómo viviste la sanción de la ley?
–Fue una emoción muy grande, una alegría enorme, porque es una lucha que lleva muchísimos años. Este empuje de la juventud, de las chicas y de muchos varones… Fue una puja desde todos lados. Y ahora hay que estar muy atentos a la reglamentación, para que sirva a los objetivos que tenemos en el ámbito de la salud pública con respecto al tema del aborto. La Ley de los Mil Días también me parece muy importante, así que fue un éxito en todo sentido.
Para estas presentaciones al aire libre la artista se prepara con el compromiso de siempre, “buscando alguna canción que toque ese lugar que tiene que tocar en este momento. Creo que es importante reforzar el deseo; subir al escenario hoy es un hecho de resistencia ante la muerte, y también lo es para el público que nos va a ver. Lo que no sé es qué me va a pasar cuando suba al escenario, lo pienso y ya me emociona. Como dice Bifo Berardi: ‘Se hace necesario modificar el ritmo para retomar la respiración. Nos hallamos en un umbral: el pasaje de la luz a la oscuridad, pero también de la oscuridad a la luz’. Por eso voy a subir al escenario”.
En el espectáculo también habrá lugar para la poesía, con la que Cortese se vincula cotidianamente: “Es muy difícil que pase un día de mi vida sin que agarre algún libro de poesía. Me parece la síntesis perfecta. Encontré la poesía siendo joven porque estudié Filosofía y Letras, y desde entonces me acompaña; me gusta buscar voces nuevas, poetas jóvenes. Es un alimento fundamental porque me saca de ciertos lugares donde –como dice Ivonne Bordelois– la palabra se encuentra amenazada. El lenguaje se achica cada vez más y la poesía es una flor que se abre para ampliar los sentidos. Ahora estoy investigando la obra de Virginia Negri, una poeta rosarina importantísima. ‘El poema del chongo’, por ejemplo, es una cosa impresionante”.
–En tu repertorio aparecen compositores argentinos, pero también artistas latinoamericanos. ¿Qué importancia tienen para vos estas raíces?
–Son fundamentales porque se trata de nuestro primer gran acervo cultural, que fue desterrado por las colonizaciones europeas. En ese sentido, comparto el punto de vista de Michel Foucault sobre la definición de cultura: él dice que se trata de la insurrección de los saberes que fueron sometidos, y en el caso de Latinoamérica hay países como México, Perú o Bolivia donde eso aparece con mucha más fuerza que acá. A nosotros nos cuesta un poco, pero afortunadamente se está visibilizando gracias a la lucha y a costa de muchas pérdidas. Somos una mezcla, pero no somos hijos de Europa.
Cuando se le pregunta por el rol de la cultura en el marco de un proyecto de país, sostiene: “No hay arte sin ideología. Una nación siempre se sustenta en un proyecto cultural. Qué tipo de educación o de salud queremos: todo eso es cultural. Por eso distingo lo político de lo ideológico. El arte es siempre ideología”. En los ‘80 la actriz participó del histórico proyecto Teatro Abierto, impulsado por autores como Dragún, Cossa y Somigliana. “Ellos escribían sus obras y convocaban a trabajadores de todos los rubros para unirse contra la dictadura militar. En ese momento había artistas prohibidos en las famosas listas negras”, recuerda. La sede de esos encuentros era justamente el Teatro Picadero, un espacio emblemático de la resistencia cultural que fue blanco de un ataque con bombas incendiarias en 1981. Allí volverá Cortese para llenar la atmósfera veraniega de tangos, poemas y canciones.