La Asociación Inglesa de Fútbol (FA) tardó menos de 24 horas en reproducir su prejuicio etnocentrista, y abrir una investigación para sancionar al delantero uruguayo Edinson Cavani por el cariñoso “gracias, Negrito” que terminó por volverse viral en apoyo al oriental, quien en estos días recibió el castigo de la ley anglosajona que rige la actividad, y la solidaridad de hispanoparlantes y representantes de la cultura en general.
Pero el gesto de la FA de la última semana no sólo ha sido ejemplo de prejuicio, también ha sido la evidencia de una doble moral. Y es que mientras la Asociación señala con una mano el supuesto “racismo”, con la otra mano se rasca la cabeza haciendo caso omiso de una ola de real ataque virtual (desigual, masivo y machista) contra la periodista deportiva Karen Carney, que además fue iniciado por la cuenta oficial de un club de la Premier League -el Leeds que conduce el argentino Marcelo Bielsa-, que no tuvo mejor idea que burlarse de una opinión de la comunicadora en Twitter, entregándola a las fieras de la red social, quienes la insultaron y agredieron hasta que, tres días después, decidió cerrar su cuenta personal.
El pasado 29 de diciembre, en medio de la euforia por el triunfo del Leeds 5-0 sobre el West Bromwich Albion, la periodista y ex futbolista Karen Carney osó hacer su trabajo de analista de fútbol y dar una opinión. Lo hizo respetuosamente y dio sus argumentos. La ex jugadora del Chelsea y el Birmingham, que vistió 144 veces la camiseta de la Selección Inglesa, se refirió al desgaste físico que supone la intensidad de juego del equipo conducido por Bielsa. “Corren más que todos y se los reconozco -dijo en Amazon Prime Sport-. Mi única preocupación sería: al final de la temporada, ¿no reventarán? Vimos eso en las últimas temporadas y creo que consiguieron el ascenso debido al covid, en el sentido de que les dio un poco de respiro. No sé si hubieran ascendido sin ese descanso”.
Las palabras de la futbolista que enfrentó a Argentina en el Mundial de Francia 2019 desataron una serie de eventos, condenables y desagradables. ¿El primero? La decisión del Leeds de replicar en su cuenta oficial, con más de 669 mil seguidores, el video de la periodista haciendo tal análisis, acompañado de un comentario irónico y burlón que deslegitimaba la opinión de Carney. Escondiéndose detrás de emoticones, el club “le recordó” a la periodista y a sus propios seguidores que el Leeds de Bielsa ganó la Championship que le permitió ascender con diez puntos de ventaja.
¿No sabía el club de la máxima categoría inglesa lo que desataría su tuit? A ninguno de los usuarios que la agredieron pareció importarles la experiencia acumulada de una periodista que, como futbolista, jugó cuatro Mundiales y un Juego Olímpico. En una publicación que acumula más de seis mil comentarios, 13 mil réplicas y 57 mil likes, Carney fue objeto de violencias en multiplicidad de expresiones que no se desean reproducir en esta nota. Pero la lectora o el lector podrán comprobarlo por sus propios medios, porque el Leeds nunca borró la publicación, a pesar de la indignación masiva de colegas periodistas y del pedido explícito de íconos del fútbol mundial de ponerle un fin al hostigamiento.
“Vergüenza. No vengan por @karenjcarney. Ella es un tesoro nacional”, fueron las palabras de Megan Rapinoe, la estrella del fútbol estadounidense. También Rio Ferdinand, recordado ídolo del Manchester United, se mostró indignado y le pidió al Leeds que borrase la publicación. El histórico goleador inglés Gary Lineker fue otra de las pocas figuras del fútbol que salieron a defender a Carney: “Los periodistas especializados molestan a los clubes de fútbol de vez en cuando. Y molestan a los fanáticos del fútbol de vez en cuando. Los clubes de fútbol y sus aficionados son muy sensibles y extremadamente tribales. Es parte del trabajo de los periodistas especializados dar opiniones y es una señal de su efectividad cuando los clubes y los fanáticos se exaltan”.
El Leeds no borró el tuit, la que borró su cuenta fue la ex futbolista. Y enseguida, entre los comentarios a la misma publicación, apareció el argumento infaltable para justificar el odio: algo así como que “si las mujeres piden más lugar en el deporte, es hipócrita que al opinar, exijan ser tratadas distinto” (y no con la violencia habitual que las redes reservan a cualquiera que piense distinto, podría completarse). Lo cierto es que ese razonamiento pasó por alto el enorme caudal de insultos referidos exclusivamente al género de Carney (como uno que se lamentaba por “el pobre marido de esta perra tonta, en su casa, esperando que le hagan la comida”), huellas del patriarcado deportivo que estructura también al deporte y reserva para sus mujeres un lugar subordinado.
Lo de Carney no es nuevo ni único. Para quienes adoran las estadísticas, un estudio realizado en Australia en 2019 reveló que el abuso en las redes sociales se dirige a las atletas mujeres tres veces más que a sus pares varones. “Creo que cualquier mujer que tenga algún tipo de perfil en línea, sabe que la gente es muy rápida para darle comentarios bastante brutales. Cuando los atletas no están jugando lo suficientemente bien, se nos debería permitir hacerles preguntas... Es sólo que con las mujeres atletas, eso se traduce en algo aún más peligroso y abusivo”, expresó en relación a tales números la ya retirada ciclista profesional Bridie O'Donnell, en diálogo con el medio ABC News. Una representante de Plan International, el organismo que llevó adelante el estudio, recordó que “este tipo de acoso y abuso sobre las mujeres atletas envía un mensaje realmente fuerte a muchas niñas”.
Del césped a los medios, esa realidad persiste. Aunque hayan cambiado de profesión, no dejaron de ser mujeres (que ahora, encima, opinan sobre deportistas varones). Así lo han demostrado, además de este episodio de Carney, las palabras de su compatriota, la también ex futbolista Alex Scott, quien contó haber luchado en soledad, hasta animarse a hacer terapia, con el dolor que le causaba el abuso y la violencia virtual desde su llegada a la televisión. Lo mismo expresó recientemente Sam Quek, ex jugadora inglesa de hockey sobre césped que ganó el oro olímpico en Río 2016: en una columna escrita para el Daily Mirror, contó que a principios del año pasado había expresado una opinión sobre la FA Cup prácticamente idéntica a la que, casi al mismo tiempo, emitiría Gary Lineker. “La reacción en las redes sociales fue brutal. Me criticaron por ser una mujer que no sabía de qué estaba hablando”, se lamentó, sin dejar de señalar que sobre el ex delantero “no hubo ni un ápice de la reacción” que le tocó recibir a ella.
Para Carney no se trata ni siquiera de la primera vez que sufre la violencia de las redes sociales. Hace dos años, el entrenador de la Selección Inglesa, Phil Neville, salió a cuestionar a Instagram porque a su jugadora, luego de un partido de Champions League, un usuario le había cuestionado su desempeño deseándole que “te violen hasta morir”.
¿Podría decirse que la ex jugadora de fútbol se vio forzada a anular parte de su existencia al abandonar la red social sintiendo que se había convertido en un lugar insoportable, ante los infinitos agravios que motivó el simple hecho de dar su opinión? Al fin y al cabo, son muchos los especialistas que han interpretado que “lo virtual” es tan real como “lo real”. Lo concreto es que la misma Asociación que redujo la complejidad cultural al sancionar a Cavani por el uso de un vocativo afectivo típico de la variedad española rioplatense, ante esta situación de hostigamiento y violencia contra una mujer, lleva seis días de silencio.
La sanción y la indiferencia, en estos dos episodios casi simultáneos, son parte de un mismo gesto de poder y doble moral, que arbitrariamente elige qué juzgar y qué invisibilizar. Quiso el calendario que el día del último partido que jugó Cavani (quien ahora debe cumplir tres fechas fuera de las canchas por la sanción) fuera el mismo en el que el Leeds publicó su burla hacia Carney, inaugurando la ola de violencia contra ella. Fue el pasado 29 de diciembre, un día después del llamado Día de los Inocentes, cuando a ambos futbolistas (uno, sudamericano; la otra, mujer) les cayó encima el peso de esa hipocresía. ¿Les valdrá de algo la inocencia?