"Me parece increíble lo que sucedió con la lucha de las mujeres en Argentina en relación al tratamiento de esta ley. Avanzaron a paso firme. Sobre todo, porque han tenido una derrota hace apenas dos años. Han seguido en la lucha después de esa derrota momentánea. Y hoy están disfrutando la victoria" escribe a Las12 pocos días después de sancionada la ley de interrupción voluntaria del embarazo Manuela D´Avila, una de las políticas más jóvenes de la historia de Brasil y una referente del feminismo en redes sociales, ardiente militante contra Bolsonario y víctima constante de fake news en su contra. Tiene dos millones de seguidores en Instagram, fue diputada federal por Rio Grande do Sul, está afiliada al Partido Comunista de Brasil y, en 2013, con 33 años, fue líder de su partido en la Cámara de Diputados. Además es autora de Revolución Laura (2019) y ¿Y si fueras tú? Sobreviviendo a las redes de odio (2020). Feliz por la publicación de su libro en Argentina, habla de Marielle Franco porque sabe el rebote de ese nombre en nuestro país… “Su asesinato fue un antes y un después en Latinoamérica. Mismo cuando mirás los parlamentarios que están elegidos ahora tienen que ver con ese crimen. En mi ciudad, Porto Alegre, tenemos por primera vez en la historia una bancada de parlamentarios negras y negros, y son cuatro mujeres negras y un hombre negro, esto quiere decir que el cambio es profundo. Anielle, la hermana de Marielle, siempre ha dicho una cosa que es verdad: Marielle va a derrotar a Bolsonaro. Y yo creo que es verdad. El cambio que ha ocasionado en la sociedad brasileña es irreversible.
El nunca abandona su marca misógina y racista como bajada de línea de su liderazgo. ¿Cómo se tejen las resistencias a alguien que considera a las mujeres, lesbianas, trans y travestis ciudadanos de tercera y cuarta categoría?
--Nosotros vivimos hoy en un país donde la violencia política está autorizada permanentemente, el centro es la violencia política de género y no podemos olvidarnos que la clave para comprender lo que estamos viviendo es el golpe contra Dilma. Por eso es “razonable” que ahora tengamos tanta violencia política. Sí es verdad que el proyecto político es liberal, anti popular y anti democratico también es verdad que el eufemismo que ellos han utilizado para construirlo fue la misoginia y la violencia política, entonces esos dos fenómenos están muy conectados. El sexismo es el instrumento para poder hacer lo que hacen. Por eso creo que lo más importante es que volvamos a pensar en la dimensión pública de las personas públicas, porque son cosas que muchas veces no están legisladas. Por ejemplo, ahora en la pandemia, lo que significa tener una autoridad que no usa su equipamiento de protección, con la violencia es igual: si uno dice que puede hacer lo que quiera con las mujeres, es el presidente de la república y dice que las mujeres merecen o no ser violadas, ¿quién es? Una persona que es lider máximo dice que el machismo es el camino, legitima y potencializa lo que ya había de machismo.
Las pibas te siguen en las redes y creo que tu libro está dirigido especialmente a ellas, con espacios para que escriban y revisen sus prácticas y consumos, ¿cuál fue la repercusión de este libro para ellas?
--Las pibas son las que comprenden el feminismo hoy, entonces ellas son las que lo compran y se lo hacen llegar a sus madres. Es un libro que tiene un formato muy pedagógico justamente por eso, y porque todas las generaciones viven conjuntamente el tema del feminismo y las que están en la calle (ustedes saben mejor que nosotras porque tienen las calles muy movilizadas) son las pibas. Recibí cosas bellisimas, pero lo que siento es que hay sobre todo mucho dolor: hay una expresión de una feminista acá en Brasil, Marcia Tiburi, que dice: “El feminismo es lo opuesto a la soledad”. Ella no la tenía como algo muy importante suyo, y yo cuando leí el libro de ella me puse a llorar, y después me quedé con eso, pensando qué voy a hacer con esta frase. Y este concepto me hizo encontrarlo con otro de una feminista brasileña que dice que las mujeres negras se encuentran en su dolor y habla de la doloridad, no solo de la sororidad. Sí, hay muchas historias bellísimas de personas que se han reencontrado con sus familias después de mucho desencuentro, por ejemplo evangélicas, pero hay sobre todo mucho dolor. Desde el dolor nos encontramos en el feminismo: del dolor de callarse en el trabajo para no perderlo, del dolor de que nuestros sueldos no son los mismos que los de los tipos, y nosotras mantenemos hijos e hijas, el dolor de saber que nunca tenemos el cuerpo que hay que tener, o que trabajamos muchísimo y nadie lo valora, ni dentro de nuestras casas ni fuera de ellas.
¿Y cómo ves a los pibes?
--Hay dos temas muy importantes en relación a esto, uno es la toma de conciencia de los hombres, les estamos diciendo “escuchen y no hablen, no es acerca de ustedes, es acerca de nosotras y de ustedes”. Y acá entran las pibas y los pibes: hay un cansancio de las mujeres y es legítimo, tenemos ganas de hablar de nosotras y no con ellos. Pero la verdad es que si no luchamos para cambiar a los hombres la realidad no va a cambiar, porque tenemos que tener conciencia de lo que vivimos y de que para cambiar lo que vivimos hay que cambiar a los hombres. Para mi la pedagogía es super importante, qué hacemos con los niños. No soporto más tener que hablar de mis pelos y de mi cuerpo: si no pongo la política en eso y si no tengo la idea de que tengo que cambiar la conciencia de las personas me quedo con la realidad estática. Yo soy feminista marxista, creo que la base está en la conciencia de las personas. Si un trabajador no sabe que está siendo explotado no puede luchar por sus derechos. No es una tarea solo nuestra, también es de los varones pero, por ejemplo en Brasil, que tenemos una división histórica entre géneros, nunca tuvimos varones y mujeres tan distintos como ahora. En las elecciones se puede percibir perfectamente: en nuestra historia democrática nunca hemos tenido una elección como la de 2018, que varones y mujeres estuvieran tan lejos en sus responsabilidades. Las mujeres jóvenes nos han elegido, y los varones jóvenes son la principal fuerza de Bolsonaro. Y yo creo que eso tiene que ver con algo profundamente cultural, relacionado con nuestras casas, por eso cuando los antiderechos dicen “se meten con nuestras familias” tienen razón. Sí, queremos hablar de lo que pasa en las familias. Yo creo que incluso las personas con conciencia feminista siguen criando mujeres libres pero varones como se criaban antes, y no hay espacio para las mujeres libres y los varones como los abuelos. Ahí hay un gran conflicto. Le enseñamos a las niñas sus derechos pero no le enseñamos a los varones los derechos de las niñas.
Con la pandemia se puso muy en evidencia que lo que decimos adentro de la casa no es lo único que importa. La cultura les habla a los pibes, la escuela, los juegos, los juguetes, las ficciones. ¿Cómo les está hablando la sociabilidad cultural a pibes y pibas?
--Creo que es algo muy profundo y que solo lo vamos a cambiar, justamente, cambiando a los hombres. Hay una expresión que dice que las mujeres no van a volver a la cocina, los negros no van a volver a la esclavitud y la población lgtb no va a volver al clóset, entonces tenemos que cambiar la sociedad para alojar esos cambios, habitarlos.
Fuiste diputada federal, entre otros cargos de tu carrera… ¿cómo fue sobrevivir en la política siendo tan joven?
--Fue muy complejo. Hoy, mientras estamos viviendo el momento más violento de la política brasileña contra las mujeres y contra lxs negrxs, al mismo tiempo tenemos muchas más mujeres en las calles, con el feminismo y las pibas, y eso te da fuerza. Aunque sea mas violento, es más acompañado. Pero eso es hoy: hace quince años cuando tuve mi primer mandato parlamentario me sentía diferente. El feminismo me ha sacado de la soledad que vivía en mis primeros mandatos. Yo empecé como una estudiante, y fui elegida por primera vez en 2004 (tenía 23 años y fue un proceso absolutamente violento) porque en todas las elecciones que yo he estado fui la persona más votada de mi ciudad y de mi provincia (a los 23, a los 25, a los 27 y a los 30) y eso siempre dio como resultado una interpretación que nunca fue acerca de mi trabajo o de lo que hacía, siempre fue acerca de mi cuerpo: mirá a la hermosa que está elegida, mirá a la diferente. Yo hoy tengo 39 años pero en ese momento tenía 23, obviamente cambié de novio (por suerte) en este tiempo. Y obviamente tenía que vivirlo pero fue terrible. Yo tengo dos graduaciones, una maestría en políticas públicas, pero siempre soy la “despreparada”, y los adversarios, que son viejos, están en esa descalificación, no les interesa el pueblo.
En el libro hablás de dos movimientos que se fortalecieron muchísimo en los últimos años, acá en nuestro país y en Latinoamerica: el feminismo negro y los activismos gordos, que tuvieron una presencia muy fuerte en el movimiento feminista y los encuentros...
--El próximo libro de esta colección va a ser el de Djamila Ribeiro, Lugar de enunciación, que es quizá la más importante filósofa negra de Brasil. Así como nosotras decimos que los hombres tienen que oirnos, las mujeres y los hombres tienen que oir a las mujeres y los hombres negros, desde donde hablan, de sus vivencias. En un país como Brasil la cuestión racial ordena la desigualdad económica. Hay que oir y leer a las feministas negras, ellas tienen una formulacón preciosa, sea en la literatura, sea en las obras de pensamiento, y yo pedagogicamente estoy haciendo ese esfuerzo. Oirlas y visualizarlas, porque yo soy una favorecida en la cuestión racial, soy blanca, poner mi visibilidad al servicio de ellas, no por ellas pero sí a disposición de ellas, creo que eso es lo que tenemos que hacer. Y nosotras las mujeres blancas tenemos que usar la protección que tenemos para protegerlas a ellas, que su voz suene fuerte, no como protagonistas sino como compañeras. Ese va a ser el cambio en Brasil: el cambio político, y este va a venir de la mano de la ocupación de los espacios públicos por las mujeres negras, porque ellas son la base de la explotación en Brasil, si nosotras en la izquierda tenemos ganas de cambiar las desigualdades, tenemos que entender que quienes van construir el nuevo país van a ser las mujeres negras.