Mamá mamá mamá                       7 puntos

Argentina, 2020

Dirección y guion: Sol Berruezo Pichon Rivière.

Duración: 65 minutos.

Intérpretes: Agustina MIlstein, Chloé Cherchyk, Camila Zolezzi, Matilde Creimer Chiabrando, Sumara Castillo, Vera Fogwill, Jennifer Moule.

Estreno en Puentes de Cine.

“Mamá, están tirando peluches desde la medianera”, denuncia Manuela a su madre, alertándola sobre una forma inusual de apedreo. De peluches, conejos, juegos, coreos, interdicciones y raras ceremonias fúnebres está hecha Mamá mamá mamá, ópera prima de la muy joven Sol Berruezo Pichon Rivière (24 años al día de hoy, 21 cuando filmó la película), que pasó por los festivales de Berlín, San Sebastián y Mar del Plata entre otros. La intimidad entre hermanas, primas y la hija de la mucama recuerdan a La ciénaga; el intercambio entre tres hermanas en proceso de duelo, y la presencia de un hombre como posible objeto erótico hacen pensar en Abrir puertas y ventanas. No hay dudas de que a Berruezo, recién egresada de la Universidad del Cine, ambas películas le interesaron. Quizá la hayan impregnado. Pero Mamá mamá mamá no es un film enteramente derivativo, se sostiene por sí mismo. Como en ambos antecedentes, su campo, su materia, es la sensibilidad femenina en tiempos de pubertad. Un tema que, según Berruezo, aún no ha sido suficientemente tratado por el cine.

Si en La ciénaga la tragedia asoma al final y en Abrir puertas y ventanas se halla en un pasado más o menos cercano, en Mamá mamá mamá es el punto de partida, con lo cual marcará necesariamente todo el relato. Cleo (magnífica Agustina Milstein) y su mamá Anita (Jennifer Moule) se van a vivir a casa de la tía (Vera Fogwill) y las primas, hasta que Anita y Cleo estén en condiciones de sobreponerse. Mamá está en shock, Cleo no habla y no puede sacarse a su hermana Erin de la cabeza. Sus primas Leo, de 6 años (Matilde Creimer Chiabrando), Manuela, de 12 (Camila Zolezzi) y Nerina, de 15 (Chloé Cherchyk) la acompañan en sus juegos. Tal vez Nerina no tenga todo el tacto del mundo cuando para hacerle entender su primera menstruación le dice que la sangre que le mana “es como si hubieras tenido un bebé que se murió”. Las cinco (a esta altura se sumó Ailín, la hija de la mucama) celebrarán una ceremonia religiosa en el jardín, enterrando la bombacha enrojecida de Cleo. Mamá mamá mamá transpira un clima de siesta o de atardecer de verano, cuando todo se calma y las horas transcurren largas y acaloradas.

No sólo en ese ritual planea la muerte, sino también en cierto relato sobre secuestros de niñas y en un extravío postrero de Leo y Ailín en el bosque cercano. La de Berruezo es una película sensible y sensorial, una visita a ese círculo de hermanas, primas y amiga, donde lo que habitualmente se reserva ante la mirada del hombre (la primera menstruación) y del adulto (el coqueteo erótico de Nerina ante un trabajador) queda a la vista. Producto seguramente de la experiencia personal de la realizadora, es muy acertada la sobreactuación de Nerina como responsable hermana mayor, así como las acusaciones de infantilismo de otra de las niñas a su hermana menor, necesidad de diferenciación vital en esas edades.

Con las chicas actuando ante la cámara como si la cámara no estuviera, la puesta en escena rehúye toda tentación de lucimiento. La narración es fluida. Como Milagros Mumenthaler en Abrir puertas y ventanas, Berruezo filma al grupo desde una distancia sostenida de plano a plano. Como Lucrecia Martel, en ocasiones puntuales fragmenta el espacio, de modo de narrar la tragedia de manera elíptica. En alguna escena en la que Cloe recuerda a su hermana recurre a breves ralentis, que en combinación con lo acuoso dan un vaivén lejanamente onírico. Y trágico, por cierto, ya que aquí el agua y la muerte son sinónimos.