Nuevo orden 5 puntos
México/Francia, 2020.
Dirección y guion: Michel Franco.
Duración: 88 minutos.
Intérpretes: Samantha Yazareth Anaya, Dario Yazbek Bernal, Diego Boneta, Analy Castro, Fernando Cuautle, Mónica del Carmen.
Estreno en la plataforma Cinemark-Hoyts.
En una escena de Nuevo orden, un efectivo militar introduce una picana en el ano de un hombre secuestrado, y la enciende. Ganadora del Gran Premio del Jurado en la última edición del Festival de Venecia, la nueva película del realizador mexicano Michel Franco funciona, en relación con el espectador, como esa picana. Franco “mete” en el ojo un crescendo de horror cada vez más intolerable, de modo que no se sale en condiciones de reflexionar sobre el sentido de ese horror, sino en estado de shock. El cine no es ajeno a las violencias cometidas sobre el órgano de la visión, ya sea en forma literal, como el célebre corte de Un perro andaluz, o figurada, como en las insoportables dos horas de Salò. Pero en el clásico de Buñuel había un sentido, el de avisar al espectador sobre la clase de conmociones que su obra posterior dispensaría. Pasolini, a su turno, mostraba el catálogo de torturas y vejaciones a las que un puñado de líderes fascistas sometía a un grupo de jóvenes, desde una distancia que permitía verlo con un pie afuera y otro adentro. Franco acumula y acumula, presuntamente para provocar una reacción. Pero en los hechos lo que logra es un efecto anestésico, producto de la uniformidad del espanto que procura.
Como Policeman, del israelí Nadav Lapid, el caos se desata durante una boda de nuevos riquísimos. Los que irrumpen son una horda de rebelados, de aspecto salvaje y conducta acorde. Pintados de rojo, disparan, raptan y asesinan a mansalva. Los agentes de seguridad de los dueños de casa se les unen, mientras el personal de servicio los desvalija y putea. La novia dejó la fiesta minutos antes, para ayudar a un ex empleado al que su familia acaba de negarle un préstamo, necesario para pagar la operación de su esposa. La chica es asaltada por los manifestantes, que saquean la ciudad, la vandalizan y grafitean “Putos ricos”. En el cielo se oye el sobrevuelo de helicópteros y jets de las fuerzas de seguridad. Una patrulla del ejército “libera” a la chica, pero no son más que una versión uniformada de los sublevados, más ordenada, sistemática y horrorosa.
Tal como sus películas previas (ésta es la sexta) dejaban claro, Franco piensa que el mundo es un infierno. Su tarea es sumir en él al sobreprotegido espectador de clase media, para que lo experimente. En su ópera prima, Daniel y Ana (2009), un grupo de traficantes de pornografía secuestraban a dos hermanos y los obligaban a tener sexo, para filmarlos. La protagonista de Después de Lucía (2012) era violada por varios de sus pares, y el padre la vengaba por mano propia. La madre de A los ojos (2014) recurría a una medida extrema para trasplantar a su hijo el par de ojos que la burocracia estatal le negara. El nihilismo es total: los rebelados de Nuevo orden son una manada sin conducción ni dirección, dispuesta a romper todo; las fuerzas de seguridad son mil veces peores. Los ricos son inhumanos, y los pobres, ladrones. No podría concebirse película más aturdidoramente apolítica que ésta.